El intersticio primero

por Bastián Desidel

Metáfora de la nervadura en La surtidora de María Sol Pastorino

La poesía no resuelve. Tensiona. Bien se sabe al leer los versos de la poeta María Sol Pastorino, quien publicó su primer libro hace algunos años. La surtidora es muestra y producto de la elaboración consciente de una escritora que se sabe en condición y que despliega su lenguaje sin temor al nudo y al callejón sin salida. Doblemente válido es para La surtidora, poemario que ha sobrevivido a los retazos de los años, a la búsqueda de su decir poético y a la complejidad del mundo editorial en tanto publicación como distribución.

Cosas varias podrían decirse de este libro donde la sutileza no es un acierto inconsciente. La surtidora comienza sus páginas con el siguiente poema: 

Empeño en escribir, 
tarea que la surtidora realiza sin el menor esfuerzo. 
Si ella se esforzara, dejaría de juntar hojas de otoño, 
dejaría de creer en el ardor de los nervios. 
La página en blanco la enciende ella misma. 
Funda una metafísica propia 
la de arder en una nervadura. 

En el desglose del poema, sin abandonar la totalidad a la cual se debe, reconocemos el imaginario expuesto al servicio de un arte poética. El protagonismo de La surtidora, quien escribe y es escrita, a la manera de la heteronomía, nos presenta las siguientes preguntas: ¿El poema es escuchado por la poeta quien transmite el dictum de lo que llamamos inspiración? ¿O será que el poema es construido a la manera de una cuidada artesanía del alma? La dualidad gestacional del “poema” es la obertura de este libro. El “empeño” demuestra rápidamente la irónica sutileza de una escritura experimentada, y que busca desbaratar en el siguiente verso la complejidad e intencionalidad que denota la acción de escribir. La escritura no es la poesía. La surtidora intuye: responde más al hábito de quien mantiene un vínculo extraño y personal con los objetos, personas, estaciones de su vida cotidiana. Significante será la presencia silenciosa de los cuartos, las bolsas, las manecillas, los otoños y los lápices, en ellas se gesta la primera sílaba que remueve a la poeta. Esta poética denota una idea de la escritura antes de la escritura y el sacrificio implícito que conlleva la poesía y que llamará más adelante “la dificultad afectuosa del poema”. ¿Es capaz la escritura de esbozar este contacto tan personal de la “metafísica propia”? Vitalidad, en esencia: el hechizo poético y la particularidad del poema reside en su cierre. Retorno al último verso: “la de arder en la nervadura”; resulta llamativa la utilización de la palabra nervadura, en un doble vínculo con “las hojas de otoño” y “los nervios”, lo que permite el ingreso del lector al bagaje botánico que potencia esta metáfora. 

La condición de la nervadura es básica para la totalidad de la estructura biológica de una hoja. Su símil humano, el nervio

Si escarbamos en algunos tomos sobre la composición de las plantas, como el Diccionario de botánica redactado por Pío Font Quer, publicado el año 1953, podemos asociar la nervadura como el conjunto y disposición de nervios que componen la hoja en forma de redes —similar a las venas humanas. A través de esta se puede lograr una clasificación dependiendo de su estructura, lo que variaría la complejidad de su función, no obstante, su presencia se liga a ciertas funciones básicas: la óptima distribución del agua, la estabilización de la estructura, promover la robustez enfocada en reducción de daños, entre otras tantas bifurcaciones existentes en el tema; es reconocible que sus funciones se ligan a otras como los de la fotosíntesis. La condición de la nervadura es básica para la totalidad de la estructura biológica de una hoja. Su símil humano, el nervio, remite de igual manera al contacto entre el sujeto y su entorno, en este caso a la acción pre-cognitiva con la cual responde el sujeto ante su ambiente. La utilización metafórica de la nervadura posibilita el ingreso a la sensibilidad poética: apertura ante la recepción de la intemperie y contención de la luz, como también su apreciación de estructura casi irreducible. Para indagar como lo hacen estos poemas con su cotidianidad, hay que entrar en esa región primaria de la cual la nervadura es signo. Así, “arder en la nervadura” será un mandato primario.

Esta nervadura, pura metafísica poética, es la que sostiene a la poeta en la hoja de papel. Más que respuesta reflejo, es el espacio límpido de trampas cognitivas, espacio del misterio. En este punto se podría considerar la posibilidad de desovillar una esencia común respecto a este espacio poético con la del poema “En el coto de la mente” del poeta peruano Carlos Germán Belli, la cual cobra relevancia en sus últimos versos “aquel que los arneses despojóse,/ para con premeditación nadar,/ entre sedosas aguas, pero ajenas,/ sin pez siquiera ser, ni pastor menos.” Pero apuntalar un posible significado no basta para esclarecer los pliegues de un poemario como el presente. Posiblemente este resquicio biológico permite acoger la tensión entre el Poeta que intenciona la escritura (como un oficio a partir de la práctica) y el Poeta que recepciona la palabra poética y vuelca la inspiración en un ejercicio activo (nacimiento desde ese espacio primario) y sostener una dialéctica que no llega a contraponerse jamás, pues ambas formas se contienen en una mayor. Así el roce de estas dos formas hace pensar en la experiencia humana abierta a la sensibilidad de los estímulos cotidianos y su comunicación privada. Imagen que en cualquiera de los casos le es fiel a la autora. 

Imagen de portadilla. La surtidora. Ruinas Circulares, 2019.

La plena confianza en la metáfora y, con esto, confianza también en la palabra como medio de contacto con una Realidad que, ligera, se asoma en los objetos más cotidianos, es otro atributo de la poeta María Sol Pastorino. Si bien La surtidora, máscara sujeta a otra metáfora, alude constantemente que el verbo “escribir” es un puente incompleto o un objeto defectuoso si se erige con base en una razón ciega, la “dificultad afectuosa del poema”, principal constitutivo del poema como triunfo del lenguaje en su expresión últimaserá “realizable” desde el posicionamiento en la “nervadura”. Ante la escritura de La surtidora se evidencia la necesidad que el lenguaje toque, ingrese, remueva ese nervio, que se sepa estar dentro, vivir la metáfora, pues los textos aquí reunidos son constatación de la palpitación poética, el habitar desde la sensibilidad de ese intersticio primero y su constante contacto privado con la simbología cotidiana en que la experiencia humana se mueve. Es por eso que la necesidad de la “metafísica propia” se presente como un imperativo para quien se bate ante la página en blanco. La vitalidad mística que destella y estalla en el verbo poético. La poesía de la surtidora se siente y se descubre, es hallazgo, sólo se nos hace poeta al encontrarnos con la poesía, el ejercicio lógico en sí mismo imposibilita esta vitalidad basada en el sentir. Se nos dice: 

XI 

Las llaves buscan el giro dice la surtidora.
Las cerraduras no comprenden en el círculo, 
las bendiciones que nadie ve. 
Los mandalas de nuestros verbos 
se abren y cierran en la geometría 
del esfuerzo y la utilidad que sobregira. 
Las llaves se desgastan en la comprensión. 

El poema es la labor del poeta. El conocimiento del trabajo y la nervadura es la esencia que provee a La surtidora misma en la posibilidad de la escritura poética: la Poesía en el intento de escribir poesía, el intento de retornar a esa región única que provee. El ejercicio escritural, carente de finalidad como se nos demostrará en el poema que cierra el conjunto, sobrevive al por qué, se escribe porque se arde en la nervadura, sin más. En esta batalla de la comprensión y el sentir, lo posible y lo concreto diluyen su dialéctica. La surtidora descree de la respuesta objetiva. María Sol posee tinta escéptica, lo cual no nos aleja de esa región nerviosa a la cual nos llama a arder, la creación de la metafísica propia conlleva al distanciamiento del lenguaje común. Desde el escepticismo y la cotidianeidad la surtidora enseña a retornar a uno mismo luego del contacto con el otro. Me perdonará la autora por citar a Roberto Juarroz, poeta que no es de su predilección. El poeta argentino refiere a su interlocutor Guillermo Boido, en el libro Poesía y creación: “La única manera de recibir una creación es crearla de nuevo. Tal vez, crearse con ella”. Pienso que esa metafísica propia nos lleva a fundir los polos en el sacrificio único de la creación, la surtidora nace en la dificultad afectuosa del poema, luego de horas de intento aprendiendo el fallo, habitando la palabra dictada a la mano por una voz más profunda, —nacida en la nervadura y su crepitar— y que quizás no nos pertenece en su totalidad. 

XI

Los caminos de la tensión y la insistencia dice la surtidora, 
en el corazón de la nervadura. 
En la dificultad 
el color de la página en blanco.

Como la insistencia de la vida, hay que insistir dice la surtidora.
Llevar la colección de nervios y corazones más allá de lo tibio. 
Llevar la acción, 
sus tensiones y nacimientos, 
junto a la memoria 
y sus fundiciones en la muerte.

Misceláneas compartidas

El fin de los dirigibles

La calle de los hoteles

Un mundo inmóvil

Je me souviens

Pathei mathos

El Poeta en el mundo

La casa de Asterión

El Expediente H

En 1933 dos filólogos estadounidenses, Milman Parry y Albert Lord, realizaron un viaje a Kosovo. Especializados en las formas de literatura oral se propusieron recopilar las epopeyas medievales transmitidas de generación en generación. De este suceso Ismaíl Kadaré publicó El expediente H. (1981),novela que narra la llegada de dos investigadores irlandeses asentados en Nueva York (Max Roth y Willy Norton) a las montañas del norte de Albania. Tienen como objetivo registrar por medio de un innovador magnetófono (retenedor de memorias) los poemas épicos albaneses recitados por los últimos rapsodas (lahutarë) de la región.

La misión de los folcloristas irlandeses es cotejar las versiones de los relatos épicos albaneses y las semejanzas que hay con los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea. A través del registro de las variantes dadas por los últimos hombres homéricos se pretende descifrar el misterio de la existencia de Homero. La reconstrucción oral de la épica albanesa y sus vinculaciones con el enigma H. La novela tiene como tema central los vínculos entre la memoria y el olvido como medios de indagación de la genealogía de los relatos.

El rapsoda constituye la pieza esencial en la maquinaria de la epopeya. Cuya versión oral va modificando a partir de sus olvidos. “El rapsoda es a la vez editor y librero, y también bibliotecario, pero al mismo tiempo es más que todo eso: es a la vez coautor tardío y en calidad de tal posee el derecho de modificar el texto” (Kadaré, 2001: p. 55) .Capitalizar los recuerdos también implica la gestión del olvido de ellos, una reescritura perenne de los principios. En la literatura los testimonios sirven para reconstruir una memoria bajo tratamientos estéticos.

La relación entre estética y memoria, literatura y testimonio, permite abordar aspectos que la historia y los trabajos de la memoria, por compromisos ideológicos u oficiales, no contemplan. Los discursos del arte y la literatura recogen “vocabularios de lo incompleto”, le otorgan al recuerdo “volumen expresivo”, en otras palabras, permiten “recordar por los huecos de la representación, por las fallas del discurso social y sus lapsus; por todo lo que entrecorta la sintaxis ordenadora de las recapitulaciones oficiales con el fuera-de-plano de motivos truncos, de señales difusas y visiones trizadas” (Richard, 2002: p. 191).

Parry returned to Yugoslavia from June 1934 to September 1935 and was assisted principally by Nikola Vujnović (a singer from Stolac) and Albert Lord (a former student at Harvard and future curator of the Milman Parry Collection). During those 15 months, they collected over 12,500 individual texts, mostly in written form, but many of them recorded on double-sided aluminum discs. These sound recordings of poetic performances represent a significant milestone in the collection of oral poetry, since the recording device they used, which consisted of two turntables connected by a toggle switch, allowed Parry and his assistants to record songs without interruption and indefinitely by alternating between turntables.
Source: https://mpc.chs.harvard.edu/milman-parry-collection-1933-35/

Las voces fragmentadas de los rapsodas, ordenadas en un sistema literario, pueden ir más allá de los efectos narrativos de las lógicas oficiales. Presentando una nueva versión de la memoria para resolver el enigma del pasado. Los folcloristas presentan sus indagaciones mediante breves reflexiones de sus posibles hallazgos y conclusiones.

Según parece no se trata únicamente de un mero problema de memoria. Está vinculado con otro elemento básico de la epopeya oral: el mecanismo del olvido. El cual, a su vez, tampoco es simple olvido sino un proceso bastante más complejo. Puede tratarse quizá de un olvido involuntario, pero a la vez también deliberado. Un supuesto olvido que legitima la intervención (Kadaré,2001: p. 55).

El olvido ya no se trata de una capacidad limitada de la memoria humana, sino que forma parte integrante del laboratorio de producción de la misma épica. “En resumen, como en los seres vivos, se trata de una muerte que garantiza la continuidad de la vida” (p. 107). El olvido se reivindica como un proceso no solo terapéutico sino también como un vínculo con el poder. Aquel que controla el pasado es capaz de editarlo, manipularlo. El olvido es la otra cara de la moneda. El olvido también es la dimensión donde habitan los destellos y las elipsis. En la medida que los rapsodas eliminan también añaden, alteran, en pequeñas o grandes claves, la versión de los relatos.

Estas observaciones hace a los folcloristas preguntarse por el índice de merma por unidad de tiempo que cambia en cada registro oral. Cuánta información se añade y se pierde en un periodo de diez semanas, diez años, un siglo, un milenio. Para los investigadores dichas variaciones no son más que “omisiones anteriores, corregidas después por el rapsoda, de igual modo que los olvidos no son más que adiciones transitorias que el rapsoda, por razones probablemente desconocidas para él mismo, decide excluir nuevamente del texto, y así sucesivamente, hasta el infinito” (p. 108).

En 1960 Albert Lord publicó The Singer of Tales. Allí analiza la tradición oral como teoría de la composición literaria y sus aplicaciones a la epopeya homérica y medieval. Tomando como referencia el trabajo previo realizado con Parry, grabando a los poetas balcánicos declamando, expone un conjunto de reflexiones sobre el impacto de la narración oral y su transición a la escritura.

Lord plantea que los relatos orales de los rapsodas son de naturaleza fluida, imágenes que acontecen, como el poema, en el instante del presente, por lo que cualquier registro escrito que tengamos de ellos solo nos puede dejar una interpretación (residual) de ellos. Lord parte de la definición que Parry hizo sobre la fórmula oral: conjunto de palabras usadas bajo unas mismas condiciones métricas, y que sirven para expresar una idea en cuestión. El rapsoda aprende a contar la epopeya no solo por un acto de repetición, también asimila estás epopeyas como si se tratara de un lenguaje vivo, establece un vínculo congénito con el relato; vida y memoria habitan dentro del relato. Con esto se podría explicar la capacidad que tenían dichos rapsodas, que recorrían grandes distancias de un sitio a otro, tuvieran la capacidad de memorizar e interpretar cuentos tan extensos; y sin embargo el rapsoda no cuenta la historia dos veces con las mismas palabras. Es el índice de merma que varía cada relato contado una y otra vez en el paso del tiempo. Lord entonces nos dice:

«…every performance is a separate song.»

[…cada interpretación es una canción aislada]

«What is important is not the oral perfor­mance but rather the composition during oral performance.»

[Lo que importa no es la interpretación oral, sino más bien la composición durante la interpretación oral]

«One of the reasons also why different singings of the same song by the same man vary most in their endings is that the end of a song is sung less often by the singer.»

[Una de las razones por las que diferentes interpretaciones de una misma canción cantadas por un mismo hombre varían, mayormente en sus finales, es porque el final de la canción es interpretado con menos frecuencia]

«… About three stages of learning for the singer: (A) period of listening and absorbing; (B) period of application; (C) period of singing before a critical audience.»

[Acerca de los estados de aprendizaje del poeta oral: (A) periodo de escucha y absorción; (B) periodo de prueba; (C) periodo de interpretar ante un público]

«The fact of narrative song is around him [= the singer] from birth; the technique of it is the possession of his elders, and he falls heir to it. Yet in a real sense he does recapitulate the experiences of the generations before him stretching back to the distant past. From meter and music he absorbs in his earliest years the rhythms of epic, even as he absorbs the rhythms of speech itself and in a larger sense of the life about him. He learns empirically the length of phrase, the partial cadences, the full stops.»

[Es un hecho que la canción narrativa lo rodea [= al rapsoda] desde su nacimiento; la técnica del canto es posesión de sus mayores, y él la hereda. Sin embargo, en un sentido real, él rememora las experiencias de las generaciones anteriores a él, que se remontan a un pasado lejano. A partir de la métrica y la música, absorbe en sus primeros años los ritmos épicos, al igual que absorbe los ritmos del habla misma y, en un sentido más amplio, de la vida que lo rodea. Aprende empíricamente la longitud de la frase, las cadencias parciales y las pausas completas]

«…we cannot correctly speak of a ‘variant,’ since there is no ‘original’ to be varied!»

[…no podemos hablar correctamente de una ‘variante’, ya que no hay un ‘original’ que pueda variarse]

«Usually the rhythms and melodies that the youth learns at this period of initial specific application will stay with him the rest of his life.»

[Generalmente los ritmos y melodías que el joven aprende en este período de aplicación específica inicial permanecerán con él por el resto de su vida]

«And the picture that emerges is not really one of conflict between preserver of tradition and creative artist; it is rather one of the preservation of tradition by the constant re-creation of it.»

[La imagen que nace (del poema) no es un conflicto entre la preservación de la tradición y el artista creativo; es preferible preservar la tradición mediante la constante re-creación de la imagen]

¿Qué vínculos hay entre la novela y el ensayo? ¿Cómo recrean el interés por las memorias y los olvidos?  La memoria es una facultad para resistir, preservarse. En la novela hay implícito no solo una demanda social del pasado, sino también el deber de memoria, un deber de los descendientes, la urgencia de reconstruir, “recordar el pasado como un presente, volver a él para reencontrar en las banalidades de la mediocridad la forma horrible de lo innombrable” (Augé, 1998, p.102).

La historia nace y se destruye en la oralidad.

La obra literaria es un mecanismo del recuerdo.

El texto nos recuerda que el pasado es un terreno de disputas.

Kadaré plantea los vínculos inseparables entre la capacidad de producir una forma de memoria en función de aquello que se olvida. Los rapsodas albaneses son capaces de ir más allá de las verdades oficiales impuestas por fuerzas estatales, conformando una forma de memoria autónoma en donde los cantos son la respuesta al enigma de Homero, al problema de la memoria como vínculo común entre los seres humanos que buscan dar con una mejor comprensión del presente desde el pasado. La memoria y el olvido son necesarios para nuestra asimilación del paso del tiempo. Es precisamente mediante ambos actos que el recuerdo se convierte en un hecho consumado y, sin embargo, un acto imperfecto y necesario.

«Multiformity is essentially conservative.»

[La multiformidad es esencialmente conservadora]

«The habit is hidden, but felt.»

[El hábito está oculto, pero se siente]

Alexander JM Urrieta Solano

Referencias:

Augé, M. (1998). Las formas de olvido. Gedisa

Kadaré, I. (2001). El expediente H. Alianza Editorial.

Richard, N. (2002). La crítica de la memoria. Cuadernos de Literatura, 187-193.

Páginas de consulta:

A personal checklist of memorable wordings in Albert B. Lord’s The Singer of Tales

(Agradezco en particular al autor de este enlace, Gregory Nagy, del cual tomé los extractos del libro de Lord. Su selección me ha parecido grata y pertinente para complementar la lectura de la novela de Kadaré. Ignoro si existe alguna edición en español de Singer of Tales. Por otra parte, me disculpo quizá por las traducciones hechas por el administrador de esta página, las cuales pueden ser defectuosas)

The Milman Parry Collection, 1933–35

El palacio de los sueños

Un gran escritor es aquel que asume una herencia para integrarla de la mejor manera en la tradición de la literatura—sea trasnacional, global, universal o multiétnica. El trabajo de una herencia luego se vincula a una literatura que permite el desarrollo de un estilo, teniendo como mayor logro la capacidad de hablar de una particularidad local para un modo universal. Kadaré sin duda es un escritor que ha logrado ese estilo personal, ofreciendo una obra incómoda y compleja, plagada de guiños sobre la tradición de los Balcanes: una historia fabulada de Albania. El palacio de los sueños me ha parecido un libro hermoso, pero también profundamente triste. Es inevitable vincular lo que el libro va narrando con alguna situación personal, de sentir que el libro habla de algo que vivo como lector en otro mundo lejano y ajeno.

Una de las mayores virtudes que tiene la literatura es que permite acceder al conocimiento de la existencia de otros mundos en el territorio de la conciencia. Nos ayuda a experimentar otras formas de vida que siendo inevitable transforman nuestra manera de mirar la realidad, cambia nuestra forma de ver la cosas que conviven en nuestro andar, rodeado de objetos cotidianos confusos que alteran nuestros delicados estados de ánimo. Me parece que los grandes textos otorgan esa recompensa al lector: la de enseñar a ver. Abogo por un elogio de la dificultad, la lectura de libros difíciles. El mejor texto es aquel que se me presenta como un problema-río. En otras palabras, un libro que me haga caer en cuenta de lo mucho que me falta por ver. Una vida no alcanza.

Kadaré expone en su texto una reflexión sobre la condición humana. Se ve en el autor, ya por las otras referencias que he encontrado de futuros libros que pienso leer, incluido El Palacio de los sueños, cómo presenta explicaciones sobre los mecanismos opresivos de los sistemas totalitarios, sistema que somete al individuo a una destrucción paulatina y sistemática de su relación con el mundo. Es a través de la fábula y la alegoría donde el escritor puede construir su crítica, en ese terreno que permite infinitas interpretaciones y lecturas. Escribir es el último ejercicio de la libertad ante los cimientos estatales que aplastan al ser humano. Pone en evidencia, en un lenguaje lúdico y accesible, la presentación de un aparato opresivo que lapida la conciencia humana.

En una clase de teoría política recuerdo una profesora que tuve en ese momento estableció algunas diferencias entre dictadura y totalitarismo. Mencionó que la primera busca eliminar toda clase de oposición para mantenerse en el poder, aspira una estadía prolongada aplicando cualquier medida de opresión. La dictadura en particular no busca convencer, simplemente elimina las oposiciones. Esa, decía la profesora, es la diferencia más destacada que la distingue del totalitarismo, pues este último, además de eliminar (porque también es su inevitable consecuencia), busca por todos los medios convencer lo que no puede destruir por razones diversas.

El totalitarismo no solo busca perpetuarse en el poder temporal, también busca apropiarse del ser, quiere controlar su esencia, fundirse en el alma. Quiere dominar la era entera, estar en ese momento donde ya nadie esté y solo quede él.

Aspira en su composición biopolítica una gestión total de la vida.

Él necesita apropiarse del tiempo y el espacio concebido para cada ser.

Transgrede la soledad ajena, con la excusa del bien común y colectivo, por el bien del pueblo se cometen crímenes que rayan en el paroxismo.

La estupidez se tolera como al tarado de una tribu sin remedio que comete errores irreversibles.

Dependiendo del malestar estomacal del partido unos son pueblo y otros no, unos son enemigos y otros revolucionarios. Divide. Impresiona ver cómo el sistema envilece hasta el punto de lograr que los habitantes se destruyan por su propia cuenta.

Multiplica cada particularidad por cero, la anula para beneficio de la mediocridad de una época fantástica: de un renacimiento nacional. La estupidez se convierte en una especie de ley que se escuda con intelectuales y camaradas, cínicos que aprendieron que algunos tratados sirven por igual para destruir conciencias, comunidades enteras, enfermar memorias.

Garantiza la eficacia de la muerte. El totalitarismo es tan imponente en sus intenciones que hace imposible para los pueblos que lo padecen pensar, o incluso imaginarse, una realidad distinta o diferente a la que él imponte.

La idea es que después de él no puede existir el mañana.

La dictadura es pragmática, autoritaria, no le interesa la discusión; el totalitarismo es metódico, siembra en el pueblo un cáncer. Es la enfermedad y la cura. Su sistema se asemeja el avance lento de una gangrena, destruyendo hasta el tuétano el espíritu de generaciones enteras, impone una tiranía de la costumbre. Se sostiene por medio de una propaganda pedagógica que orbita entre el culto y el miedo. Es un sistema que embrutece, inventa enemigos externos, crea y destruye, a conveniencia del partido, sus propios molinos de viento.

Kadaré ha escrito una larga obra donde expone las relaciones de los seres humanos con el poder totalitario. Su obra tiene la misma envergadura de autores del calibre de Kafka, cuya obra siniestra nos habla de una fuerza abstracta superior por encima del hombre que es condenado a una burocracia asfixiante, un poder desconocido; Orwell, en donde los personajes son sometidos a un olvido forzado, provocando vacíos de la memoria, pues un sujeto sin recuerdos fácilmente puede ser aniquilado, un ser sin memoria puede ser dominado; Huxley, la dictadura perfecta de la tecnocracia, donde los seres son producidos en tubos de ensayo, la humanidad se produce en una línea de ensamblaje sin afectos ni amor.

El palacio de Kadaré nos habla de un país que cuenta con un gran ministerio cuyo propósito es llevar un seguimiento de los sueños de sus habitantes. El palacio cuenta con divisiones y subdivisiones para cada propósito de clasificar, seleccionar e interpretar cada sueño. El Palacio tiene diversas extensiones con sucursales esparcidas por todo el imperio. Los sueños se resguardan es incontables montañas de cartapacios, objeto trivial de oficina, que me ha parecido una de las imágenes más perturbadoras y hermosas del resguardo del sueño como documento. Los trabajadores requisan cada imagen del sueño, elaboran una poética onírica al servicio de la burocracia, traducida en un informe meticuloso de posibles mensajes de interés crucial para el resguardo y perpetuidad del Estado. Lo sueños maestros son aquellos que de los miles de sueños registrados son llevados al Sultán, al supremo, por su alto nivel interpretativo, sueños que luego de ser leídos determinarán las decisiones vitales del Estado. Las matanzas y detenciones arbitrarias, la devaluación de la moneda, la persecución de enemigos potenciales… todos los crímenes se justifican porque cuentan con la base indiscutible de los sueños.

—Nuestro Palacio de los Sueños, creado por deseo expreso y directo del Sultán Soberano, tiene como misión clasificar y examinar no ya los sueños aislados de personas individuales las cuales, por una u otra razón, constituían antes una esfera privilegiada y detentaban en la práctica el monopolio de las predicciones mediante la interpretación de los signos divinos, sino el Tabir Total, dicho de otro modo, el sueño de todos los súbditos sin excepción. Se trata de una empresa colosal, ante la que todos los oráculos de Delfos o las castas de profetas y magos de antaño resultan minúsculos y ridículos. La idea concebida por el Soberano de crear el Tabir Total se apoya en el hecho de que Alá lanza su sueño premonitorio sobre la superficie del globo terráqueo con idéntico descuido con que arroja una estrella o un rayo, o acerca de pronto a nosotros un cometa extraído de quién sabe qué ignotas profundidades del cosmos. Así pues, El arroja su señal sobre la Tierra sin fijarse dónde cae, pues en las alturas donde Él se encuentra no presta la menor atención a estos detalles que para nosotros son vitales. Es tarea nuestra vigilar dónde cae ese sueño, buscarlo entre los millones y miles de millones de otros sueños, tal como se busca una perla extraviada en un desierto de arena. Porque descifrar ese sueño, caído como una chispa perdida en el cerebro de una entre los millones de personas dormidas, puede prevenir la desgracia del Estado y su Soberano, evitar la guerra o la peste, hacer que germinen ideas nuevas. Por eso este Palacio de los Sueños no es una quimera sino uno de los pilares del Estado. Aquí, mejor que mediante ninguna clase de estudio, atestado, informe de inspectores, relación policial o de los gobernadores de los bajalatos, se aprecia la verdadera situación del Imperio. Porque en el continente nocturno del sueño se encuentran tanto la luz como las tinieblas de la humanidad, su miel y su veneno, su grandeza y su miseria. Todo lo que se muestra confuso y amenazante, o lo que pueda llegar a serlo al cabo de los siglos, manifiesta su señal mediante los sueños de los hombres. No existe pasión o pensamiento maléfico, adversidad o catástrofe, rebelión o crimen, que no proyecte su sombra en los sueños antes de materializarse en el mundo. Por eso el Badijá Soberano dispone que ningún sueño, aunque haya sido visto en el más apartado confín del Estado el día más anodino o concebido por el más insignificante siervo de Alá, debe escapar a la vigilancia del Tabir Saray. En cuanto al otro mandato imperial, aún más importante si cabe, consiste en que el reflejo resultante de la reunión, ordenamiento y estudio de los sueños del día, de la semana o del mes, sea verídico y no deformado. Con ese fin, del enorme trabajo necesario para la elaboración del material, reviste importancia primordial el mantenimiento del más absoluto secreto. El hermetismo del Tabir Saray hacia el exterior. Sabemos a ciencia cierta que fuera de este Palacio existen fuerzas diversas que, por una u otra razón, están interesadas en introducir su influencia aquí, de modo que sus objetivos, ideas o concepciones aparezcan después como supuestas señales divinas depositadas por Alá en los cerebros humanos dormidos (pp. 54-55).

¿Qué tipo de poder tiene un régimen que vigila lo que sueña su gente? Si el Estado puede saber lo que soñamos puede también controlar nuestros destinos. Dominar lo más recóndito de nuestros deseos. Prevenir la fatalidad, donde la pesadilla estimula una política prospectiva de Estado. Es una alegoría fascinante, pero terrible. Cualquier imagen extraña provocada en el dormir puede ser peligrosa. Entonces el miedo se traduce en insomnio. Mark-Alem, el protagonista de la novela, piensa justo en esta idea: no es lo mismo el insomnio de un pueblo al insomnio de un solo hombre. La vigilia es un estado latente de alerta, otra forma de morir en un lugar donde no es posible soñar. Despiertos no hay otra alternativa que la pesadilla.

—Algunos piensan— prosiguió el Visir —que el mundo de las pesadillas y de los sueños, en una palabra, vuestro mundo, es el que dirige a este otro de acá. Mas yo tengo la convicción de que es este mundo el que lo dirige todo. Es él, a fin de cuentas, el que decide qué sueños, pesadillas o delirios, conviene sacar a la superficie, como un cubo saca el agua de un pozo profundo. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es este mundo el que elige en ese abismo lo que… le interesa (p.156)

Sin descanso solo puede haber locura: pesadilla: creación contestaria. Esas son las cosas que me ha dejado la lectura del gran escritor albanés Ismaíl Kadaré. Si las personas no pueden soñar no pueden crear, y solo cuando caen dormidas, ya producto del cansancio extremo, tal estado de agotamiento abre la puerta a la creación de diversos materiales que transitan la delgada línea de la pesadilla, aquel que sueña solo puede proyectar un conjunto de paranoias enfermizas.

En mi opinión, de todos los mecanismos del Estado, el Palacio de los Sueños es el más ajeno a la voluntad de los hombres. ¿Entendéis los que quiero decir? Es el más ajeno a la razón de todos, el más ciego, el más fatal, por tanto, también el más propiamente estatal (p.93).

Hace un tiempo leí una conferencia del poeta brasilero João Cabral de Melo Neto titulada Consideraciones sobre el poeta durmiendo, en donde habla del acto del dormir como un momento crucial para el poeta y su creación. Durmiendo el poeta puede acceder a las construcciones imposibles de los sueños, palpitaciones de su alma, escamas de inquietudes, una esperanza escondida en sucesiones de imágenes confusas. Para João el dormir es una aventura que no se cuenta, que no puede ser documentada y de la cual no se puede traer, porque de este no existe percepción, esos elementos, esas visiones, que son la parte objetiva del sueño (me gustaría que fuese percibido sin otras explicaciones el sentido en que empleo aquí la palabra: objetiva). El dormir es un estado, un pozo en el que nos sumergimos, en el que estamos ausentes. Esa ausencia nos enmudece. Más adelante João dice que el dormir predispone a la poesía, permite crear al despertar. El verbo dormir es una palabra hecha por sonidos que parecen prolongarse en la oscuridad. Dormir implica acceder, por medio de los sueños, a otro nivel de percepción, al cultivo de cierta vocación sobrenatural. Los sueños son la mutación de infinitas pulsaciones esotéricas, todo eso habita en nosotros. Por alguna razón Dios o los Dioses hicieron que las bestias durmieran, necesitan un espacio creativo para invocar lo que despiertos no pueden ver. Estas ideas no sé de dónde vendrán, pero estoy seguro de que no son mías. No es una casualidad que los sueños aparte de un carácter poético también tengan un carácter predictivo, especulativo, de un sentido oculto, que una vez despiertos solo podemos interpretar apenas como fragmentos de piezas de un rompecabezas incompleto, incomprensible, que no tiene sentido armar. Es en esa impotencia de no saber descifrar los mensajes que provienen de nuestro interior la clave del macabro juego del existir. Ya que hablamos del puzzle pienso en los versos poderosos de Shel Silverstein:

Nothing has more possibilities

Than one old wet picture puzzle piece.

Así son nuestros sueños: una posibilidad abierta. Por eso dormir en tiempos caóticos es muy importante. El asunto es saber descifrar los mensajes que decanta nuestra desesperación al estar despiertos. En algún punto todos podemos ser como Mark-Alem, interpretando la realidad mientras nos brota una lágrima por nuestro ojo más lúcido, esa gota salada es el sueño que se escapa a un mejor lugar. Y de nuevo volviendo al asunto, João por otra parte nos dice: Puede decirse del dormir, que favorece la formación de una zona oscura (un tiempo oscuro), donde esa fusión se desarrolla (nuestros sentidos oficiales adormecidos), y de donde subirán más tarde esos elementos que serán los elementos del poema y que el poeta sorprenderá un día sobre su papel sin que los reconozca.

La lectura de Kadaré abre una discusión sostenida de los peligros del totalitarismo. Nunca había pensado con tanta contundencia de esos peligros que envuelven el acto de dormir, o de soñar despierto. Actualmente vivimos en un mundo donde tenemos una vigilancia de nuestros sueños por medio de nuestros deseos. Hay una tecnología específica y muy sofisticada, de la cual ignoramos su funcionamiento, a la que rendimos cuentas. Las redes sociales, tal vez. Aquí solo especulo. Ese metaverso, traducido como la nueva utopía, en la que ocupamos gran parte de nuestro tiempo, conforma el hipermercado del sueño. Y la clasificación es exhaustiva y predictiva, hasta el punto de sentir asombro por la capacidad asertiva de nuestras prótesis tecnológicas, que nos consuelan en medio de la angustia de las pantallas. Nos ofertan mejores sueños para seguir consumiendo, los clasificamos y juzgamos como mejor nos parezca hasta el hastío, como si se tratara de una patología cognitiva, el ser incapaz de salir de ese infierno artificial donde hemos querido creer que somos felices. Un algoritmo nos muestra casualmente las cosas que deseamos ver, ¿acaso no es el mismo sistema del que habla Kadaré en su libro? El archivo donde se guardan nuestros secretos ahora es una nube. Más allá de pensar en el régimen totalitario del país que vivimos (depende de cómo lo vea cada soñante), la lectura más aterradora sería la de ese conjunto de sistemas totalitarios tecnológicos abstractos e impersonales, que dilatan y mercantilizan nuestras vanidades y placeres, a cambio de nuestros bienes más preciados. Nuestros sueños están marcados en los términos y condiciones de todos los servicios gratuitos que usamos sin asco, con un grado enfermizo de esmero, nos encerramos a una sala de incomunicación. El palacio de los sueños puede ser una realidad palpable de la que todos disfrutamos ser parte, pues el insomnio general no es solo una norma amigable para asentarse humillado ante el bien común, sino la única forma de sobrevivir a esa maquinaria sin forma, triste y cruel.

La vida de un hombre queda perturbada para siempre una vez que se encuentra atrapada en los engranajes del poder, pero eso no tiene parangón con el drama de un pueblo entero prisionero de ese mecanismo (p. 99)

Detrás de las pantallas se ha formado una nueva zona oscura.

Son muchas lecturas para pensar antes de quedarnos dormidos.

Alexander JM Urrieta Solano

Misceláneas

Los demasiados libros, o las virtudes del exceso de plástico

El Cuaderno de Blas Coll (Fragmentos)

La Broma infinita: sobre la experiencia lectora deportiva

Tanizaki en Las Vegas

Insensatez

Cómo estafar a otros y creer que salvas el planeta

Je me souviens

Solenoide

La novela del escritor rumano Mircea Cărtărescu me ha gustado bastante. En particular cómo aborda los elementos de lo diminuto y los va exponiendo en una extensa y descriptiva galería de anomalías, a su vez que cada página es un tratado de entomología, donde usando recursos verbales increíbles expone a los bichos raros de aquella ciudad de Bucarest, arruinada por el comunismo.

Empezando por el mismo narrador: un profesor de rumano, escritor frustrado que vive en una casa laberíntica en forma de barco, construida sobre un solenoide, un dispositivo físico capaz de crear un campo magnético sumamente uniforme e intenso en su interior, uno por donde el lector entra y levita, transita por un espacio onírico que se mezcla con los recuerdos, los sueños y el presente.

Escribe un diario. La escritura es el tatuaje que va cubriendo la desnudez. La vida banal del protagonista concentra los grandes conflictos de la existencia: la repetición y la insignificancia, los contactos inevitables con un mundo paranormal y subterráneo, donde convive con los monstruos de la infancia y lo que no se pudo ser. No solo las anomalías internas sino las externas. Ambas, imposibles de ver en medio de toda esa ruina, la atmósfera de todo el libro. Una ciudad astillada, fea y sucia, edificios con caries y hongos, comidos por las termitas y habitada por personajes extraños, pequeños ácaros que viven en soledad en el brazo del creador.

El solenoide es la tesis que permite que la narración exponga lo onírico y lo real. Llega un punto donde en realidad no importa si lo que pasa es un sueño de Dios, una proyección de dimensiones generada por un cósmico teseracto que compone uno de los tantos millones de teseractos de infinitas galaxias y aterradoras estrellas. Y eso me parece un logro de la estructura, sus exposiciones ramales, mezcla de los mejores géneros del psicoanálisis y la ciencia ficción.

Me impactaron muchas partes. En particular el sacrificio de Virgil. La entrega plena al sufrimiento, a una vida entregada a la obra. Virgil, líder de la secta de los piquetistas, ordena al tumulto para protestar en varios lugares de la ciudad, hospitales, cementerios y tanatorios, este último descrito en toda su inmensidad monumental deprimente, quizá la institución pública más importante de las sociedades que aplican sin descanso el negocio de la necropolítica. Los piquetistas no protestan contra gobiernos de turno, lo hacen contra el dolor y el sufrimiento, la vejez, la epilepsia, la enfermedad y la muerte.

«¿Por qué vivimos?», empezó Virgil, como hablando consigo mismo, pero su voz retumbó brutalmente en el silencio de la noche. «¿Cómo es posible que existamos? ¿Quién ha permitido este escándalo y esta injusticia? ¿Este horror, esta abominación? ¿Qué imaginación monstruosa envolvió la conciencia en carne? ¿Qué espíritu sádico y saturnino permite que la conciencia sufra, que el espíritu aúlle torturado? ¿Por qué hemos descendido a este cenagal, a esta jungla, a estas hogueras llenasde odio y furia? ¿Quién nos ha arrojado desde las alturas? ¿Quién no ha encerrado en cuerpos, quién nos ha atado con nuestros propios nervios y nuestras propias arterias? ¿Quién nos ha obligado a tener huesos y cartílagos, esfínteres y glándulas, riñones y uñas, pieles e intestinos? ¿Qué hacemos en este mecanismo sucio y blando? ¿Quién nos ha sellado los ojos con nuestros propios ojos, quién nos ha tapado los oídos con nuestros propios oídos? ¿Quién ha consentido el dolor, quién ha consentido los sentidos? ¿Qué tenemos que hacer con los racimos de células de nuestro cuerpo? ¿Con la materia que fluye por él como a través de un tubo de carne agónica? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Qué tomadura de pelo es esta? ¿Por qué nadamos en ácidos que ulceran nuestra piel? ¡Protestad. protestad contra la conciencia enterrada en la carne!

»¿Por qué nos duele, por qué nos atormentamos, por qué nos desgarran cuchillas y flechas envenenadas? ¿Por qué nos arrancan el corazón, por qué nos atan, con la cabeza cubierta por una capucha negra, a la silla de tortura? ¿Por qué nos llenamos de ampollas al más leve soplo de viento? ¿Por qué nos ulcera incluso el roce del plumón del diente de león? ¿Por qué aullamos atormentados en la agonía de nuestras vidas y por qué el mayor tormento, el más difícil de soportar, es el miedo? El miedo a la pérdida, a la desaparición, a desprenderte de la propia corteza que dejas atrás, al dolor y al placer, a la vida y al sueño, al sexo y al pensamiento pero, sobre todo, a la araña del tamaño de cien universos que teje la ilusión en la que nos encontramos. ¿Por qué han permitido el miedo, por qué bebemos a diario la copa de veneno de araña del miedo? ¿Por qué el miedo es la sustancia del mundo en el que vivimos? ¡Protestad contra el miedo, protestad contra las deyecciones que enturbian la claridad!

»Minúsculos en vuestra nimiedad, micelios de una mota de polvo en el infinito, ¡protestad contra la desaparición de las conciencias! Es diabólico, es intolerable que un espíritu muera. Está más allá de los límites del mal que un ser comprenda su destino. Es cruel, bárbaro, inútil, traer un espíritu a este mundo, al cabo de una noche infinita, solo para hundirlo, tras un nanosegundo, en una nueva noche infinita. Es sádico ofrecerle por adelantado el conocimiento completo del destino que le espera. Es abominable matar a millones y millones, a generaciones y generaciones, a santos, criminales, genios, héroes, putas, mendigos, campesinos, poetas, especuladores, beatos, torturadores, a verdugos y víctimas a la vez, tanto a malos como a buenos, es melancólica y desoladora esta obra propia de un criminal en serie. Nuestro mundo se extinguirá, el universo se pudrirá junto con los otros millones de universos, pero el ser y el no ser durarán lo que dure la eternidad, como un mal sueño, como una infinita telaraña. Y nosotros, las perlas de este mundo, los cristales que deberían brillar eternamente, no estaremos jamás, jamás, por mucho tiempo que pase y por muchos desastres que sucedan en el infierno que es el mundo físico, en la mazmorra infinita de la noche. ¡Protestad. protestad contra la extinción de la luz!

Quisiera poder transcribir más, pero sería una insensatez de mi parte. Del texto marqué muchas citas. La galería de personajes es amplia, y uno es más impresionante que otro. Honestamente no me alcanzan las palabras para expresar mi alegría por haber llegado a este libro que llegó a mis manos por gestiones de contrabando. Libro trance y cargado de fuerte esoterismo. Las ideas contundentes sobre la condición humana, que transcurre en un instante, porque después de esto no podemos saber si hay algo más: Vivimos un nanosegundo en una mota de polvo perdida en el cosmos, me dije.

Leer es fabricar soledades. Hay autores, y pienso que son los que valen la pena, que al leerlos nos proponen un experiencia con el lenguaje. Autores de los que no podemos salir indiferentes. No podemos seguir siendo los mismos. Sucede esto en autores, que están expuesto en el Solenoide, como sólido marco teórico, de una fuerza vital en sus palabras: Dostoievski, Rilke, Kafka, Mann, Borges, Sábato, Hamsun. Solenoide propone esa clase de experiencia. Y parte de la experiencia de solenoide trata de la importancia vital que tiene la lectura como resguardo de la soledad, una que nos permite explorar otras posibilidades de la palabra.

…La sonrisa es una disposición especial de la materia, una arruga de nuestra boca, así como la conciencia es un posición especial de las sinapsis de nuestro cerebro. Todos somos una sonrisa del vacío y de la noche, una arruga de los aterradores, silenciosos espacios pascalianos. Somos una forma imposible del mundo aleatorio e infinito, somos la caída de canto de una moneda con un grosor tan fino que se corta a sí misma billones de veces por segundo. Esta autodestrucción continua es nuestra patética naturaleza.

Alexander JM Urrieta Solano

Ensayo sobre el Lugar Silencioso

Paso una buena parte de mi vida leyendo, aunque no lo suficiente, en el baño. La poceta es un objeto indispensable, no solo porque sirve para cubrir las urgencias físicas, sino porque además permite la apertura de asentarse sobre dicho objeto y asimilar nuestra íntima vulnerabilidad. El baño se convierte, dependiendo de cuál sea, en un lugar para meditar acerca de nuestras flaquezas espirituales. Allí, en el baño, las angustias más comunes, las ansiedades más diversas, los pesares y secretos del alma se conjugan con actos primitivos.

Al terminar el Ensayo sobre el Lugar Silencioso de Peter Handke me pareció necesario poner en práctica la experiencia que el mismo autor propone en su breve apología del cuarto de baño. Lugar alejado de todo, de las multitudes, del ruido, donde hay una experiencia muy específica de soledad, una soledad recubierta de humedad y sonidos sostenidos de tubería, de hongos que se acumulan en las esquinas, de sobras de pasta de diente, una soledad de cuentagotas, en la que uno puede escucharse a sí mismo, auscultarse, esconderse, divagar, imaginar. Un espacio donde nace, de manera insospechada, una revelación creativa.

Me puse a enlistar los baños en los que me sentí tranquilo y particularmente reflexivo en diferentes momentos de mi vida; o en muchos otros casos, aquellos baños en donde asistía lleno de miedo, preocupado porque me llegara a pasar algo, tratando de orinar de manera incómoda y apresurada, atento a las amenazas más amargas, a las precariedades más comunes, como la falta de papel, jabón y agua; también, y siempre como elemento memorable, atento de los mensajes improvisados en papeles con alguna observación para el usuario insolente: Apunte bien; No hay agua, así que no haga del número 2; Rollo de papel a 1 bolívar; Orine contento pero orine adentro; Jesús te ama, pero lávate las manos

Ensayo sobre el Lugar Silencioso es una exploración de los lugares aislados para la contemplación. Las reflexiones de Handke van ligadas a situaciones autobiográficas y cómo las experiencias de los espacios remotos han despertado en él un incentivo para la introspección, para desarrollar una poética del espacio: donde la ensoñación amplía las posibilidades del lenguaje con el que se describen las cosas más banales de la existencia. El hilo conductor entre un baño y otro son las sensaciones que ha experimentado en cada lugar, llevando esa descripción de los detalles a una expansión de la escritura de los márgenes, a desarrollar en el lector un ejercicio luminoso de encontrar nuevas formas expresivas en aquellas cosas que tomamos por triviales. Para mí esta ha sido la mayor virtud de leer a Handke. Es un escritor que propone una experiencia en la que es inevitable que mientras lo estemos leyendo vayamos haciendo contrastes con las vivencias personales. Handke invita al lector a indagar en sus recuerdos mediante la exposición de los suyos, algo que logra con agradable sencillez.

Lugar Silencioso: retretes, evacuatorios, sanitarios, inodoros, cagaderos, sinónimos de esos lugares ubicados en espacios de tránsito como sitios estáticos, predeterminados, fuera de servicio o apenas funcionales. Lugares de paso, como los baños de los terminales y aeropuertos, de centros comerciales, clínicas y universidades. Todos pensados para una finalidad puntual, y sin embargo, reconocerse en esos espacios permite exaltar sus particularidades, en la medida que somos capaces de extraer alguna fascinación, algún recuerdo que nos dispare a un descubrimiento que revela un posible hallazgo de sensibilidad espacial.

Handke expone un recuento de los comentarios que Tanizaki hace en su maravilloso ensayo El elogio de la sombra, en donde dedica varias páginas a la importancia del baño dentro de la composición de un lugar, y su especial diseño en la cultura japonesa. Este comenta sobre los baños de los templos budistas. Su visita al baño, señala, lo hizo renovar su afecto por la arquitectura japonesa.

Escribe Tanizaki: En el retrete japonés reina una tranquilidad reconfortante que calma los nervios. Como está instalado casi siempre en un anexo, a cierta distancia de la casa principal, a la sombra de algún bosquecillo con olor a hojas reverdecidas o musgo fresco, se llega allí por un largo pasillo que atraviesa el jardín. Una vez agachado en esa penumbra, se disfruta de un inefable placer, meditando bajo el tenue reflejo de la ventana forrada de papel o contemplando el paisaje del jardín a través del cristal. Dicen que el maestro Soseki experimentaba un intenso goce fisiológico mañana tras mañana cuando acudía a sentarse en el retrete. A mi modo de ver, no hay nada mejor que el retrete al estilo japonés, rodeado de paredes silenciosas y veta pulcras de madera, y con una vista del cielo azul y las hojas verdes, para disfrutar de aquel placer fisiológico. Insisto que son indispensables cierto grado de penumbra, una limpieza impecable y un silencio absoluto que haría resaltar incluso el zumbido de un mosquito. ¡Cómo me agrada permanecer atento al sonido pausado de la lluvia en esos retretes! …Para mí, el retrete es un sitio ideal para apreciar la belleza de las estaciones, ya sea el canto de grillos y de pájaros o la luna llena, y sospecho que en aquel lugar era donde se inspiraban los antiguos poetas del haikú. Me parece incluso pertinente afirmar que el retrete es el punto más refinado de la arquitectura japonesa. Nuestros ancestros, que poetizaban todo cuanto estuviese a su alcance, convirtieron el lugar supuestamente más repugnante en un sitio de lujo, asociándolo con la belleza de la naturaleza, para envolverlo en un aura de nostalgia. En comparación con los occidentales, que lo detestan a tal grado que evitan mencionarlo en público, los japoneses somos más sabios y expertos en lo que se refiere a la elegancia.

Justo cuando leí ese ensayo por primera vez me impactó mucho la reflexión sobre el baño y la diferencia entre las pocetas japonesas y las occidentales, la superioridad de la primera sobre la otra en cuanto a su estética, el desgastado que se embellece por el uso diario. Básicamente el asunto estaba en el color, en el veredicto del tiempo. Las pocetas occidentales, como todos sabemos, es sin excepción alguna de porcelana blanca con manivelas metálicas relucientes. Para mi gusto personal, la taza más bella, tanto masculina como femenina, es la de madera, preferentemente con barniz de cera, que se ennegrece paulatinamente según el uso, extrayendo de las vetas un encanto singular que nos infunde serenidad. En particular, me fascina la que tiene forma de flor de enredadera, rellena de hojas de cedro, que posee una apariencia grata y un efecto amortiguado que apaga los ruidos más leves. Sin aspirar a semejante lujo, me hubiera gustado idear a mi propio contento algún recipiente aplicable al retrete de agua corriente, pero no me quedó más remedio que renunciar a esta idea debido al notable aumento en los costos y al tiempo requerido para su realización. Sin embargo, no pude dejar de preguntarme, desde luego sin la menor intención de oponerme a la aplicación de la última tecnología, por qué no se investigaba hasta dar con los utensilios, ya sea de iluminación, calefacción o higiene, acordes con nuestros hábitos y nuestra estética.

Las casas de mi familia en Lima tienen algo en común: están dotadas de una reverberación excesiva. Hay eco en todas partes. En particular los baños de estas casas me delataban como una persona ruidosa. Los sonidos de las páginas eran parecidos a los ruidos de mis problemas, si se me permite, claro, jugar con las metáforas. Como en la ciudad no llueve nunca (tal vez a lo mucho acontece lo que llamamos acá garúa) se estila en los diseños la puesta de varios tragaluces, algo muy bueno para el verano, pero muy violento en el invierno. Esos tragaluces atraviesan los baños en una fila intestinal vertical hasta el fin de la tierra. Esa luz cuadriculada entrando por las mañanas o durante la tarde ofrece una iluminación espectral y apacible, que no solo brinda una sensación nostálgica, sino que da el grado de luz preciso para leer mientras se caga. Algún tragaluz está puesto justo debajo de la poceta, dando al objeto rodeado de oscuridad un grado sugestivo de magnificencia, como esa luz lineal que atravesaba los templos e iluminaba una reliquia en las películas de Indiana Jones. Al final los mitos se reflejan en los rincones cotidianos, y nosotros solo tenemos que jugar, asociar una cosa con la otra. La poceta blanquecina al recibir esa luz, puesta o no de manera intencionada, otorga una cualidad museística que evitaba el gasto innecesario de electricidad durante el día.

En dos ocasiones tuve que ir a un centro de fertilidad motivado por un dolor testicular que luego se me diagnosticó como varicocele. Para los exámenes se me pedía una muestra de esperma. Una enfermera me llevó a un baño que se encontraba dentro del mismo laboratorio, que daba a un estante donde los trabajadores calentaban su almuerzo en un microondas. En una pared al lado de la entrada del baño había un letrero que pedía guardar silencio mientras la luz del baño estuviera apagada. En el baño había una silla giratoria de cuero negra y una pequeña pantalla rectangular empotrada en la pared, cerca del lavamanos. Me dijeron que me tomara mi tiempo, que me sintiera cómodo y que tratara de acabar dentro del pote todo lo que pudiera. En particular la pulcritud de ese baño era sospechosa, me daba grima sentarme en la silla, sentir que mis nalgas tuvieran contacto con aquel cuero tibio. Ese Lugar Silencioso en particular concentraba todas las cualidades de nuestra sociedad fármaco-pornográfica. El silencio era absoluto. Al encender la pantalla se reproducía una película porno en un loop infinito, una producción deprimente y de bajo presupuesto, que no despertaba ningún apetito y que conspiraba junto con el aire frío del laboratorio que fuera capaz de ponerme duro. Estaba allí por temas de salud, pensaba, y el clima del baño se me hacía cuesta arriba, a pesar de la extrema calma que sentía, a tal punto que, con la luz apagada, en medio de la oscuridad, podía percibir el sonido mínimo de la pantalla, los orgasmos falsos con un fondo musical ochentoso. Las escenas variaban, un encuentro casual en escritorio de oficina y luego un altar de sacrificio con antorchas alrededor. Mientras más rato estaba en aquella silla peor era la experiencia. Eran escenas donde era inevitable ver los horrendos cortes de cabello, los tatuajes en los pectorales de esos hombres excesivamente bronceados con mujeres deformadas por cirugías plásticas y abuso de botox, donde afortunadamente la pésima resolución del video mostraba los sexos pixelados, algo así como una censura por defecto. Dichas condiciones, a oscuras, solo me llevaban a trabajar la imaginación. Masturbarme con mis propias fantasías, lo que hacía más amena la frialdad de aquel baño. Al salir era extraña la sensación de entregar mi pequeña muestra. Aunque, por otro lado, la semblanza de esas personas era una formación establecida por la rutina y la costumbre, por lo que mi vergüenza se anulaba de una manera contundente en el momento que me despedía y daba las gracias, atento a que me mandaran los resultados por correo, en un plazo no mayor a quince días.

Durante una temporada a finales de la primaria me regresaba con unos vecinos que estudiaban conmigo en el mismo colegio. Antes de ir a casa nos íbamos al club deportivo de los Cocodrilos a unas sesiones de tenis, en la que ellos y sus padres estaban metidos. Yo me quedaba esperando con mi hermana sentados en algún cafetín del club, sin hacer gran cosa. Me daba por caminar por las instalaciones. En ese rato que paseaba me quedaba en las áreas comunes del club que daban a las canchas de bowling, y luego me iba por los pasillos que daban a las canchas de arcilla. En esos ratos tenía una atracción en particular por los vestidores. En la entrada de esos baños había una figura de cocodrilo vestido de tenista blanco, sin hacer evocaciones forzadas a la marca Lacoste. El lugar en sí era muy calmado, los huecos de los baños daban la impresión de entrar en un enorme laberinto. Las baldosas eran verdes y de formas geométricas intercaladas. La pulcritud de aquel lugar me fascinaba, y llegué a establecer una relación especulativa entre el silencio y lo que está muy limpio. Los bancos de madera tenían ese brillo que luego de haber recibido mucha humedad y aceite de teca, decretaban una forma de seguridad. Pasaba mucho rato en los vestidores. En fila estaban los cubículos, y el silencio del espacio era emocionante, el vapor del agua era un rasgo por igual de inmensidad, de instante pleno de relajación. En esos vestidores fue la primera vez que vi a dos hombres besándose. Eran unos hombres tonificados que habían terminado su ronda de squash. Ya los había visto jugar a través de los vidrios en otras ocasiones. Al verme se separaron con brusquedad, como si mi presencia infantil hubiese roto un equilibrio natural, un pacto secreto de los vestidores. Mi impresión fue de susto y salí corriendo del lugar. Luego cerca del cafetín mientras nos daban de comer tequeños, pude ver al rato salir a los dos amantes. Cada uno tomando una dirección opuesta como si no se conocieran. Mientras me colgaba un hilo de queso en la boca hice contacto visual con uno de los hombres. Su mirada me transmitía una culpa distante. No había reproche, solo la vergüenza de haber sido descubierto. Mientras se alejaba vi que iba al encuentro de su esposa, que estaba sentada en uno de los bancos, junto a un pequeño cochecito de bebé y una pila de raquetas.

Un Lugar Silencioso memorable son los pozos sépticos de Cayo Sombrero, en el Parque Nacional Morrocoy. Unos cubículos en forma de cilindros en medio de uvas de playa. Uno cuando está en la playa normalmente se orina a mar abierto, se va a lo hondo, buscando el frío, naturalmente, buscando cierta confianza en la profundidad. Cuando no se puede hacer eso quedan los baños que ofrece el cayo. El cilindro no tiene puertas, por lo que la privacidad es de acuerdo a cuánto tiempo esté la próxima persona acercándose al cilindro, es decir: que la privacidad es relativa. Entras en él y apenas tiene una forma de cierre como de caracol, en espiral, donde al doblar te encuentras con el hueco de una oscuridad y terror cósmicos. Hay que ponerse de cuclillas y mantener el equilibrio, con el riesgo de que durante ese acto un calambre te descompense y termines cayendo en hueco. De ahí que se presenten pensamientos de angustia, y la alerta de no ser sorprendidos mientras pensamos sobre lo mal que comemos durante las vacaciones, de que no hay que gastar tanto dinero en camarones o vuelve-a-la-vida. La forma del cilindro concentra su propio silencio, junto al sonido de la brisa, las olas del mar, el motor de las lanchas trayendo y llevándose a turistas escandalosos. La ausencia de puerta, de una barrera protectora, incrementa el riesgo, si uno está urgido o apurado podría encontrarse con alguien cagando. Y entre esa preocupación de que te sorprendan agachado también nace en paralelo caerse en el hueco. Ese lugar, de todas las experiencias del cayo, generaba en mí una preocupación tremenda. Y más cuando incluso los que alquilaban los toldos y sillas en el cayo comentaban entre dientes, mientras uno se comía una oblea con chispas de chocolate y arena, que más de uno se había caído en el hueco. Unos se salvaban, otros no volvían. El cilindro quedó como un recuerdo de necesidad hostil. Algún día volveré al cayo y haré las paces con el cilindro, si es que todavía existe, o si todavía seguiré existiendo yo.

Los baños de mi infancia los pude asociar a los recuerdo que exponía Handke. Los encierros estaban reservados también para huir, una búsqueda de paz temporal en medio del caos. Los baños de primaria no se parecían a los de bachillerato; luego vinieron los baños de la universidad, siempre oscuros, sin fluxómetros, sin futuro. Los diferenciaba por la altura y la forma de los urinarios. Creí haber olvidado el tedio que me generaba el colegio y después la universidad, las salidas urgentes al baño para pasar un tiempo considerable sentado haciendo nada, mirando al techo, escuchando el sonido del lavamanos y el paso de otros. El baño es un sitio de reflexión. Para mí es una suerte de privilegio, saben, leer hasta que se me duerman las piernas. Caer en cuenta de que he pasado demasiado tiempo sentado sin hacer más que deambular en alguna página, divagando en mi propio vacío. Es sentado allí donde podemos dar testimonio claro de lo insignificante que somos.

Lo que ahora, mientras estaba escribiendo estas notas, me he estado preguntando en secreto me lo pregunto ahora por escrito: mi búsqueda de los Lugares Silenciosos, a lo largo de mi vida, algo así como por todo el mundo, muchas veces, además, sin una especial necesidad, ¿era una expresión, si no de huir del grupo, sí, no obstante, de una aversión al grupo, de un hastío de esta sociabilidad? El hecho de que, estando en medio de los otros, me levantara de repente y me marchara de su compañía, a ser posible doblando varias esquinas y pasando por más de nueve veces treinta escalones: ¿un acto asocial, antisocial? Sí, éste es el caso, y lo es a veces de un modo incontestable. Pero por regla general esto era así sólo en los primeros momentos, al levantarme de repente y marcharme. Ya durante el trayecto, a ser posible con rodeos, hacia allí, diciendo al mismo tiempo: «¡Nada como ir hacia allí!», al Lugar Silencioso, la cosa podía llegar a ser de otra manera; la univocidad podía transformarse en plurivocidad. Y además era verdad también que el hecho de cerrar la puerta del servicio fuera una sola cosa con un gran suspiro: «¡Al fin solo!».

Alexander JM Urrieta Solano

Misceláneas para leer en el baño:

Tanizaki en Las Vegas

Selección Natural

La calle de los hoteles

Cómo estafar a otros y creer que salvas el planeta

El poeta en el mundo

La Broma infinita: sobre la experiencia lectora deportiva

Los demasiados libros, o las virtudes del exceso de plástico

El mago del surrealismo*

En 1971 Anna Balakian publicó lo que se consideró la primera biografía total (full-scale) del fundador del movimiento surrealista André Breton. Siguiendo el ejercicio de leer las publicaciones de la Colección Estudios de Monte Ávila Editores encontré que la primera traducción en español de Magus of Surrealism fue realizada por Julieta Sucre y publicada en Venezuela en 1976.

A

El siglo XX fue una apertura de las fronteras del arte. Se hacen frecuentes las publicaciones de manifiestos, prefacios, proclamas, catálogos y panfletos, donde los artistas, ya no limitados sólo a producir novelas y lienzos, ahora le explican al público el sentido de sus producciones: la finalidad de lo que hacen. Los artistas se vuelven teóricos de sus prácticas. Fenómeno que ocurre cuando el hombre moderno ha conquistado el derecho de disponer libremente de sí mismo, ejerciendo de manera deliberada su tiempo y movimiento en el orden de las cosas, porque ha obtenido el poder demiúrgico de organizar todo a su manera, según las leyes internas que exige su propia obra[1]. Crear se convierte en una operación consciente, dirá el maestro Kandinsky. El surrealismo es un modelo referencial de este proceso organizativo de las artes que pasó a convertirse en una actitud ante la vida, dejando marcada la continuidad de una forma de pensamiento universal.

André Breton: Mago del surrealismo es una biografía literaria que logra mediante la técnica borrar las fronteras entre la vida y el arte. Dentro de sus incontables hallazgos expresivos precisa una realidad psíquica y moral. El libro realiza una conexión de las distintas ramas en las que Breton se vio interesado para concebir el surrealismo: una mezcla de magia, ocultismo, socialismo utópico, psicoanálisis, marxismo, sociología y antropología. Estas corrientes del pensamiento sirvieron de caldo de culto para la sensación y emociones de los surrealistas.

En los primeros años de Breton hay cuatro poetas de suma importancia para su formación literaria: Rimbaud, Lautréamont, Valéry y Apollinaire.

Con la lectura de Les Illuminations de Rimbaud Breton percibe que la poesía puede extenderse y desarrollarse en todas las demás artes. «El artista no escribe para llenar las horas de ocio de los demás hombres; por el contrario, sus escritos o cuadros son los indicios, palos de ciego, en la búsqueda de soluciones a los problemas de la vida»[2]. Con la lectura de Les Chants de Maldoror de Lautréamont, obra incomprendida de su tiempo, a la que Breton llegó a través de Apollinaire, vio con admiración cómo el autor le dio a la palabra imaginación una nueva dimensión, de una fantasía exacerbada de horror marino. Maldoror fue un texto referencial de los surrealistas cincuenta años después de su publicación, donde vieron la expresión precursora de un espíritu inquieto que animaba tanto al Breton lector como al movimiento.

René Magritte | Les Chants de Maldoror (1948) | Artsy
René Magritte
Les Chants de Maldoror, 1948
Lithograph, on brown wove paper

Con Apollinaire mantuvo una amistad paternal hasta sus últimos días. Encontró en la figura del poeta asesinado los versos más acabados y hermosos de la época.

La importancia de la relación de Breton con Apollinaire es indudable, aun sólo por el hecho de que este último lo puso en contacto con los pintores que luego habrían de ser sus compañeros permanentes, tal como lo fueron de Apollinaire; a través de ellos, Breton vinculó en términos mucho más específicos que Apollinaire los propósitos metafísicos comunes del arte y la poesía. Fue también Apollinaire, como ya lo hemos señalado, el que le abrió los ojos a los misterios de las calles de París; también restauró el amor como objeto poético tras su virtual desaparición después del movimiento romántico, comunicó su ansia de vivir en su vibrante inmediatez y su ilusión de eterna juventud, y orientó a Breton hacia la magia de los viejos hechiceros que podían revelar los secretos de la vida…Apollinaire describe al poeta como un mago descomponiéndose en su urna en un estado de muerto en vida. Había anunciado la resurrección del viejo mago, simbolizado por Merlín y todo lo que este representaba. Si uno sigue el curso que tomó Breton se percibe la identificación íntima con la imagen del poeta creada por Apollinaire, y con su esfuerzo por despertar de nuevo al mago en el siglo XX. Al dedicar un ejemplar de Alcools desde su cama de hospital al aspirante a poeta, Apollinaire le estaba pasando la antorcha, inculcando en Breton un urgente sentido de la misión literaria, que es fácil de detectar en él pese a sus repetidos repudios de toda meta literaria. Breton emuló calladamente a su predecesor al combinar el espíritu de la aventura personal con la conciencia que tenía de su destino de poeta.[3]

Desde la lectura de Rimbaud Apollinaire aportó algunas observaciones en la discusión: se puede ser poeta en cualquier área de la creación gracias a los avances progresivos de los ingenieros y científicos, poniendo al poeta «literario» en una jerarquía menor en cuanto aportes materiales. Breton no le satisfacía esa idea, la consideraba simplista pero no la descartó. De igual manera el espíritu de exploración y automutilación que profesaba Rimbaud fue de mayor influencia en él. Breton destacaba que Rimbaud había logrado en su obra expresar la inquietud de una generación que todavía sigue vigente en nosotros. Por otra parte, sentía una fascinación por el poeta que sostuvo hasta su muerte un rechazo a toda forma de profesión para ganarse la vida, y por encima de todas, la profesión de escribir.

El sentido de compromiso con los problemas de la vida antes que los de la literatura, que había sido la causa de la predilección de Breton por ciertos escritores y de su rechazo a otros, se agudizó aún más. A través de las venenosas palabras de Lautréamont quiso vengarse vicariamente de una sociedad que se preparaba para ir a la guerra. El deseo de ir un poco más allá que Lautréamont y Rimbaud se convirtió en un ansia profunda: borrar las barreras artificiales entre los hombres, quitar las vendas de los ojos, abrir labios sellados con una nueva definición no sólo de la poesía sino de la libertad humana, se convirtió en un impulso urgente y vital, en una misión de rescate que no podía llevar a cabo uno solo, y que no podía rumiarse amargamente en solitario aislamiento.[4]

Consciente que el cambio no podía hacerlo solo Breton emprendió la búsqueda de sus contemporáneos, coincidiendo con los reclutamientos del ejército donde pasó a ser asistente médico en 1915. “No fue una época de protestas contra la guerra, sino de unir fuerzas para futuras protestas y sanar mentes perturbadas en los hospitales mentales del ejército”[5]. Fue la época también de los desencantos donde el nacionalismo, como enfermedad pública no declarada, tomada terreno en las posturas de los escritores que Breton más admiraba, como Anatole France, Henri Bergson, Maurice Barrès, Charles Péguy y Paul Claudel.  Esta postura ante la libertad de toda forma de nacionalismo la mantendrá Breton toda su vida, siendo un elemento característico de su postura como artista y orientación filosófica del surrealismo, que tenía una concepción antinacionalista del mundo que aspiraba transformar.

N

La amistad surreal. A pesar de la relación tutelar entre Breton y Apollinarie habrá una relación más contundente para el mago durante la guerra. Breton es asignado a trabajar en el hospital de Nantes y luego a un centro psiquiátrico de Saint Dizier como asistente del doctor Raoul Leroy. Es en estos espacios donde Breton combina sus inquietudes literarias con la medicina. Es en Nantes donde conoce a un joven soldado que personifica lo irreverente y subversivo. Tal es el impacto que produjo este ser en Breton que incluso llegó a sentir que la escritura era una actividad fútil comparada con la cuestión mucho más urgente de vivir.

Jacques Vaché era un año mayor que Breton. Tenía el pelo rojo y una cara que parecía hecha a la medida para expresar su escarnio de la humanidad. Breton lo había encontrado en una cama en el hospital militar durante una de sus rondas; herido de cuerpo y mente, Vaché era, por su rebelión contra la sociedad, una encarnación de Lautréamont y Sade combinados, y por su evasión a través del ajenjo recordaba a Alfred Jarry, cuyo Ubu Roi había decapitado a la sociedad de la manera más brutal y total, aunque sólo verbalmente, que Marat, Robespierre y Saint-Just juntos. Aunque Breton nació demasiado tarde para haber conocido a Jarry personalmente, encontró un sustituto en Vaché, más plenamente ubuesco que el propio Jarry, pues en Vaché la dedicación personal a la protesta total no estaba mitigada por ningún tipo de expresión literaria. Sus escritos se reducen a unas pocas cartas escritas durante la guerra a Breton y a sus amigos, que fueron luego revisadas, y es fácil imaginar con qué cuidado, por Breton.[6]

Balakian advierte al lector hasta qué punto la imagen de Vaché no es un producto de la imaginación de Breton. Si bien hay registros de la existencia de un soldado moribundo, atrofiado mental y físicamente por las heridas de batallas, entregado a las drogas y al alcohol, vemos que se trata del perfil extraordinario de un ser en la piedra, idealizable en potencia. ¿Hasta qué punto –se pregunta Balakian– estas cualidades de Vaché se ajustan moral y socialmente a las proyecciones de Breton, que tiene a esta figura intermediaria entre sus posibilidades y deseos, y quizá un tanto más o menos alterada con su propia mitología personal? Al parecer Vaché es la representación en carne y hueso de un personaje literario de André Gide: Lafcadio. ¿Acaso tales semejanzas no son indicios de una elaborada invención? ¿Una modificación alternativa a sus esperanzas? Nunca lo sabremos.

La figura de Vaché fue inmortalizada por Breton; lo convirtió en símbolo generacional. Vaché representa su alter-ego, “tenía los bríos que su estricta crianza vedaban a Breton. Se enfrentaba a las imbecilidades del mundo, no con rabia o indignación, sino con violencia. Fue a través de Vaché como el revólver se convirtió para Breton en el emblema de la protesta”[7]. El soldado tiene un temperamento imprevisible, se burla del mago que anda por las calles de Nantes con su libro de Rimbaud en la mano. Por medio de las burlas que el soldado le hace al mago le enseña un nuevo mecanismo de defensa: el humor, que él denominó como umour: el humor negro. Breton desarrolló así un tipo particular de protesta contra la condición humana, presentando más adelante su famosa Anthologie de l’humour noir (1940), libro imprescindible en la historia del surrealismo.

Livre de Poche 2739 - André Breton - Anthologie de l'humou… | Flickr

El concepto editorial fue idea de Edouard Roditi, quien fue traductor de una colección de poemas reunidos por Breton en inglés. “La idea de la antología era genial porque suponía la existencia –como la veta del gnosticismo que Breton había percibido en la historia de la literatura– de una señal discernible, no en un racimo de autores diversos, sino en toda una corriente ininterrumpida que supera las barreras temporales y geográficas y convierte el Verbo en un arma para la rebelión”[8]. Es una selección de textos de autores increíbles como Swift, Sade, Carroll, Nietzsche, Lautréamont, Rimbaud, Jarry, Roussel, Picabia, Picasso, Kafka, Duchamp, Dalí…

Destacamos un extracto de su prólogo que sintetiza la fuerza de la publicación, y además brinda una referencia adicional de los presupuestos generales del surrealismo.

Para participar en el torneo negro del humor es indispensable haber salido victorioso de numerosas eliminatorias. El humor negro tiene demasiadas fronteras: la tontería, la ironía escéptica, la broma sin gravedad… (la enumeración sería larga), pero, sobre todo, es el enemigo mortal del sentimentalismo con aire perpetuamente acorralado –el eterno sentimentalismo sobre fondo azul– y de una cierta fantasía de corto vuelo, que se toma demasiado a menudo por poesía, persiste vanamente en querer someter el espíritu a sus caducos artificios, y no dispone ya de mucho tiempo para alzar sobre el sol, entre las demás semillas de adormidera, su cabeza de grulla coronada.[9]

Con una noción incierta del mañana Breton aprende de Vaché la satisfacción eléctrica de vivir el momento. A pesar de las represalias burlonas del soldado el mago no deja de escribir. No obstante, lo que sí cambia en el mago es su concepto del propósito de escribir. “En tanto que Rimbaud le enseñó a Breton a escribir para descubrir el significado de la vida individual, Vaché le enseñó el valor del inconformismo, la conquista de la soledad y la magia de los encuentros humanos”[10]. Concluye ante esta unión de posturas que uno publica para buscar a los hombres, nada más.

Escritores del mundo: Cartas de Guerra, de Jacques Vaché
Dibujo de Vaché enviado en una carta a Breton.

Si Vaché, o la personalidad de Vaché inventada por Breton, dio fuerzas a Breton, este en cambio no hizo otro tanto por Vaché. Se daba cuenta del deterioro mental de Vaché, pero la amistad que le brindaba aparentemente no bastó para impedir que Vaché se suicidara. A Vaché lo encontraron muerto por exceso de drogas: se había tomado cuarenta gramos de opio, y nadie supo si deliberada o accidentalmente. Había abandonado la vida de forma ambigua, pues ¿no se identifica a menudo el propósito con el accidente, o no es el azar una necesidad dentro del proceso fenomenal? Durante muchos años Breton reflexiona sobre este problema clínico en su dogma filosófico. La muerte de Vaché, ocurrida en enero de 1919, fue tan absurda como su vida; su nihilismo había alcanzado su paroxismo en la total auto-destrucción; su conducta había sido un preludio a Dadá –este movimiento que Vaché no habría de ver nunca, pero del cual había sido por sí solo la ilustración.

Breton perdió a Vaché y Apollinaire en el espacio de dos meses. Desde polos diferentes, ambos le habían preparado como poeta y como hombre para el nuevo siglo. Apollinaire intuyó que el automóvil en el que anduvo por primera vez en 1915 como soldado representaba un adiós no solo de una época, sino a todo un mundo que nunca sería el mismo otra vez. Con la muerte de Vaché algo murió también en Breton: los modales desenvueltos y desdeñosos del que vive sin pensar en el mañana, la desfachatez de llevar a cabo sueños en pleno día, la conducta de “alegres terroristas” exentos del juicio de la sociedad y viviendo al ritmo de una película de Charlie Chaplin: “Ah, habíamos muerto, los dos”.[11]

El soldado se volvió de una manera indirecta en el precursor de la imagen dadaísta. Da la casualidad de que luego del suicidio de Jacques Vaché aparece justamente en la vida de Breton la figura de Tristan Tzara, en la que vio un posible reemplazo espiritual cuyo vacío podía ser llenado de nuevo.

D

El movimiento dadaísta fue una suerte de prólogo para el Surrealismo. El Dadá está entre los movimientos de vanguardia más importantes a pesar de su corta duración. Iniciado en 1916, en las sesiones del Cabaret Voltaire en Zúrich, por un grupo de jóvenes que huían de la recluta, dejando sus países de origen para radicarse en el territorio neutral suizo. Este rechazo rotundo hacia la guerra lo iban a materializar en prácticas subversivas cuasi-artísticas. Lo fines del movimiento reposaban en una rebeldía común: destruir todos los valores.

Escogieron como su arquetipo al idiota, y lo que escribían, escenificaban o pintaban tenía como meta la dramatización de la idiotez del género humano tal como se evidencia en la fragmentación del lenguaje, en la construcción desconectada con su inherente destrucción denominada collage, en la irrisión exhibicionista dirigida contra las costumbres y los atuendos sociales –los cuellos almidonados, las chisteras, los lentes de marco de carey. El Panfleto N°2 de Dadá gritaba: “Somos un viento enfurecido que desgarra las nubes y las plegarias, que prepara el gran espectáculo del desastre, la ira y la descomposición”.[12]

Para 1918 tanto la obra de Breton, en cuanto a su poética, estaba en amplio proceso de gestación; por otro lado, Tzara ya había escrito considerables versos en rumano y francés, escribió manifiestos y organizaba en parte los contenidos de la revista que llevaba de manera colaborativa junto a un grupo considerable de figuras que daban al movimiento Dadá un tinte internacional: Richard Huelsenbeck, Marcel Duchamp, Max Ernst, Hans Arp (conocido luego como Jean Arp), Francis Picabia y Hugo Ball, quizá el miembro más importante de esta primera formación, pues fue el artífice conceptual del dadaísmo, el que le dio su sustento formal; también fue el primero en abandonar las filas dadaístas.

-Hugo Ball en el Cabaret Voltaire, en mayo de 1916-
He inventado un nuevo género de versos, “versos sin palabras” o poemas fonéticos, en los que el equilibrio de las vocales sólo se pondera y distribuye según el valor de la secuencia de la que se parte. Esta noche he leído los primeros versos de este tipo. Para ello me había construido un vestuario especial. Mis piernas estaban metidas en una columna redonda de cartón azul brillante, que me llegaba esbelta hasta la cadera, de modo que hasta allí tenía el aspecto de un obelisco. Por encima llevaba una enorme capa hasta el cuello, recortada con cartón, forrada de escarlata por dentro y de oro por fuera; estaba sujeta al cuello de tal manera que, subiendo y bajando los codos, podía moverla como si se tratara de unas alas. En esto había que añadir un sombrero de chamán con forma de chistera, alto, a rayas azules y blancas.[13]

Tzara se atormenta por la revista. Mi propuesta de llamarla Dadá ha sido aceptada. En la redacción se podría alternar: un consejo de redacción conjunto, que deje al cuidado de cada uno de sus miembros la selección y composición de un número cada vez. En rumano Dadá quiere decir “sí, sí”; en francés “balancín” y “caballito de madera”. Para los alemanes es un signo de simpleza e ingenuidad y está unido prolífica e íntimamente al cochecito de niño.[14]

Lo que llamamos Dadá es un juego de locos a partir de la nada en el que se enredan todas las cuestiones elevadas; un gesto de gladiadores; un juego con los despojos raídos; una ejecución de la moralidad y la plena pose.

El dadaísta ama lo extraordinario, incluso lo absurdo. Sabe que la vida se afirma en la contradicción y que su época tiende a la aniquilación del generoso como ninguna otra anteriormente. Por ello, da por bienvenido cualquier tipo de máscara. Cualquier juego del escondite al que vaya aparejada una fuerza embaucadora. Lo directo y primitivo le parecen lo auténticamente increíble en medio de la enorme desnaturalización.[15]

El protagonismo lúcido de Hugo Ball, así como vino, se fue. Estuvo sólo siete meses después de la inauguración del Cabaret Voltaire. Estaba agotado y desencantado por la forma en que estaba cambiando el dadaísmo. Tuvo sus desencuentros con Tzara, que tenía dentro de sus ambiciones convertir el dadaísmo en un movimiento de vanguardia internacional. Al salirse, Hugo desde afuera percibió que el movimiento le había dado la bienvenida al irracionalismo como vía para alcanzar lo “sobrenatural”, poniendo el recurso del sensacionalismo como método terrorista para acabar con las academias. Ball llegó a confesar su vergüenza y lamentó que el dadaísmo por esa búsqueda de atención terminara rayando en el eclecticismo charlatán.

Esta laguna de diferencias opacó la figura de Ball, erigiéndose después la creencia de que la figura central máxima del dadaísmo fue Tzara. No fue sino hasta la aparición del diario de Ball en 1927, La Huida del tiempo, texto imprescindible por su alto contenido de lucidez, donde el autor aborda una serie de reflexiones y vivencias escritas entre 1914 hasta 1921. La publicación desmontó una serie de mitos sobre el dadaísmo, en particular esa atribución al protagonismo total de Tristan Tzara en el origen del movimiento, pero también sobre la aparente falta de fundamento intelectual en la fórmula dadá.

En julio de 1917, bajo la dirección de Tzara, el dadaísmo era lanzado oficialmente como movimiento total, con su propia editorial, manifiestos y campaña de promoción. Tzara era un organizador incansable, un verdadero vanguardista al estilo de Marinetti, y al final, con la ayuda de Picabia y Serner, fue apartando el dadaísmo de las ideas originales del Cabaret Voltaire, de lo que Elderfierd denomina acertadamente “el primitivo equilibrio de construcción-negación”, y acercándolo a la osadía de un anti-arte.  Pocos años más tarde, se produjo una nueva escisión en el movimiento y el dadaísmo se dividió en dos facciones: el grupo alemán, liderado por Huelsenbeck, George Grosz y los hermanos Herzefelde, con un enfoque fundamentalmente político, y el grupo de Tzara, que se trasladó a París en 1920 y abogó por el anarquismo estético que a la postre desembocó en el surrealismo.

Si Tzara dio al dadaísmo su identidad, también es cierto que le sustrajo el propósito moral al que había aspirado Ball. Al convertirlo en doctrina, al aderezarlo con una serie de ideales programáticos, Tzara llevó el dadaísmo a una contradicción consigo mismo y a la impotencia. Lo que para Ball había sido un auténtico clamor que partía del corazón se convirtió en una organización más entre otras muchas. La postura del anti-arte, que abrió camino a incesantes ataques y provocaciones, era esencialmente una idea inauténtica, porque el arte que se opone al arte no deja por ello de ser arte; no se puede ser y no ser a un tiempo. Tal como Tzara escribió en uno de sus manifiestos: “Los auténticos dadaístas están en contra del dadaísmo”. La imposibilidad de establecer este principio como dogma resulta evidente, y Ball, que tuvo la perspicacia de advertir en cuanto vio los signo de que el dadaísmo estaba convirtiéndose en un movimiento. Para los demás, sin embargo, el dadaísmo se convirtió en una especie de farsa que iba cada vez más lejos. Pero la auténtica motivación había desaparecido, y cuando el dadaísmo finalmente murió no lo hizo tanto por la batalla que había librado como por su propia inercia.[16]

Cuando los dadaístas llegaron a París la expectativa de Breton era grande. Como se había mencionado antes, este busco en Tzara un potencial reemplazo espiritual de su difunto Vaché, así como encontró en Picabia un reemplazo para Apollinaire. El mago se entrega con entusiasmo a las manifestaciones Dadá, organiza encuentros y ataques a celebridades literarias. Breton aprendió mucho de Tzara. Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que surgieran las diferencias que luego terminarían en el desencanto. Las diferencias no estaban sólo en el carácter sino en la formación de ambos.

Tzara estaba por la abolición de todas las escuelas literarias y de toda la tradición; Breton, en cambio, desde el comienzo y aun en los momentos más intensos de su rebelión, sintió que pertenecía a un linaje intelectual: el de los grandes rebeldes del pasado, los herejes religiosos, los esoteristas y ciertos moralistas…Era un rebelde dentro de un determinado marco. Tzara estaba por la demolición de todo marco, por la total alienación respecto a la literatura. Su intención no había sido nunca la de crear una escuela literaria propia, y protestaba contra los periodistas que convertían a Dadá, en un espíritu sin trabas, en un dadaísmo sistematizado. Sofocaba cualquier tendencia en Breton en conferir un carácter de seriedad a las manifestaciones que organizaban. Dadá había sido recibido como una puerta abierta por los rebeldes franceses, pero la protesta estaba perdiendo su efecto por falta de un propósito específico, y se estaba volviendo redundante. “Uno descubre que las puertas abiertas de par en par de 1918 llevaban a un corredor que no conduce a ninguna parte”.[17]

Los intentos de Breton de liderar el movimiento dadaísta en la medida que le intentada dar una forma conceptual rigurosa fracasaron. Le molestaba la falta total de seriedad de Tzara, señalándolo incluso de extranjero oportunista. Estos arrebatos de ira le hicieron perder algunas amistades, incluyendo su despedida del dadaísmo. Un punto álgido de la disputa que terminó en divorcio estuvo luego de juicio polémico al escritor Maurice Barrès. Este escritor en particular fue elegido por los surrealistas para ser parodiado en un juicio donde el escritor, al no estar presente, o mejor dicho, tras haberse negado (por obvias razones) a asistir, es reemplazado por un maniquí. Se le acusa a Barrès el haberse vuelvo un personaje rancio del nacionalismo francés. El Affaire Barrès es un texto que comprende el testimonio realizado por el surrealista-suicida Jacques Rigaut en lo que respecta del “Caso Barrès”, o lo que terminó siendo la escenificación del juicio Barrès por Dadá, celebrado el 13 de mayo de 1921.

Louis Aragon, Pierre Deval, André Breton, Tristan Tzara, Philippe Soupault, Thédore Fraenkel, ‘Maurice Barrès’, Georges Ribemont-Dessaignes, Benjamin Péret, Jacques Rigaut, René Hilsum, Serge Charchourne

Sucedió entonces que al terminar el juicio al maniquí se produjo la escisión donde nacerían los primeros surrealistas. Todo terminó muy mal. El juicio fue organizado por Breton, con el fin de denunciar los textos de Maurice, compendio de exaltaciones a la moral de la burguesía y el sentir patriótico francófono. La teatralización del juicio duró dos semanas, concluyendo con la condena de Maurice-Maniquí a 20 años de trabajo forzoso.

A pesar de los esfuerzos comediográficos de Breton bastó con sopesar la inutilidad del evento para despertar disputas con los dadaístas, pero en particular con Tzara, que era alguien que sostenía que no había que tomarse nada en serio, en otras palabras, se podría decir que Tristan Tzara era un tipo de artista cuya postura ante la vida era que todo era pa’la-joda, prácticamente, caso distinto al intenso de Breton, que llevaba cualquier actividad artística con suma seriedad. Esta actitud lo llevó a enemistarse con más de un surrealista. El “Caso Barrès” Se trata de uno de los momentos resaltantes del dadaísmo, uno de sus puntos finales, donde incluso todo terminó en intervención policial y coñazos. El testimonio de Rigaut apareció en el número 20 de Littérature, en agosto de 1921.[18]

Breton ataca a DADA, 6 de julio de 1923
En el teatro Michel de París, Gran función DADA, con música de Satie, danzas con vestuario de Sonia Delaunay, decorados de van Doesburg y Granovsky, películas de Hans Richter y Man Ray, poemas fonéticos de Illiazde y en el centro de la velada la pieza de Tzara, El Corazón a Gas. Pero cuando empieza El Corazón, Breton y Péret suben al escenario (momento que recoge la imagen) y de improviso empiezan a dar bastonazos a los actores, que trabados en sus trajes de Delaunay, hechos de cartón rígido, no pueden huir, Breton le rompe el brazo a Pierre de Massot (con disfraz y sombrero), Péret intimida al público, se les une Aragón, pero el público por fin reacciona, los apalea y los arrastra hacia la calle. (Fuente: Historia Ilustrada de Dada)

En otra oportunidad el mago reflexionaría luego acerca de la relevancia que tuvo Dada en su vida: “No se puede decir que Dadá haya servido otro propósito que el de mantenernos en el estado de disponibilidad perfecto en el que nos encontramos actualmente, y desde el cual partiremos, con toda la lucidez, hacia lo que nos llama.”[19]

R

Breton se vio influenciado por los estudios en medicina, la magia y las matemáticas. Como asistente médico Breton estuvo cerca de sus influencias literarias. Las descripciones de los pacientes terminales, sus aberraciones mentales, sus delirios, la narración de pesadilla de los soldados en estado de shock se hicieron materiales de investigación clave en ese laboratorio humano para el mago. Fueron los primeros acercamientos al psicoanálisis, los exámenes interpretativos de los sueños, la libre asociación de ideas, lo que sirvió de fundamento para el surrealismo.

Aunque Breton menciona a menudo a Freud y a su precursor Charcot cuando reconoce su deuda al psicoanálisis, Charcot ya había muerto; los surrealistas le rindieron un homenaje histórico en el cincuentenario de su muerte como pionero en el estudio de la histeria. Y pese a la admiración de Breton por Freud, y sus esfuerzos por llamarle la atención sobre las aplicaciones que había descubierto para la interpretación de los sueños desde el punto de vista poético, Freud mantuvo siempre cierto desapego científico frente a las implicaciones místicas de su método en el campo de las artes, tal como lo admite en una carta a Breton. No fue él quien sugirió la posibilidad de un puente entre procesos normales y procesos patológicos de la mente, como el camino para determinar la noción de leyenda en las realidades normales de la mente humana. Freud consideraba el mito y la superstición como fenómenos sociológicos y no eslabones en la cadena que va de la magia antigua a la magia moderna.

Pero existía otra fuente más cercana a Breton y escrita en la única lengua que leía con facilidad: la obra de Pierre Janet, profesor de medicina psiquiátrica, y el intermediario entre Charcot y los científicos puros de una parte, y Freud y los pragmáticos de la medicina por la otra. El profesor Janet había sido maestro de Jung, y sus obras estaban en la lista de lecturas requeridas para los estudiantes de medicina de la generación de Breton. La semejanza entre el concepto de Jung del yo colectivo y la noción surrealista de lo que Paul Éluard llamó “Les dessous d’une vie” se desprende del hecho de que ambos se derivan de Pierre Janet, cuyo carácter como psicólogo es bastante diferente al de Freud. Si examinamos la monumental obra de Janet, nos topamos con el mismo vocabulario que André Breton transformó luego en un léxico para los surrealistas al atribuir palabras como “realidad”, “naturaleza”, “angustia”, “amour fou”, “automatismo” y “libertad humana” significados que nunca antes habían tenido en literatura.[20]

La invención más atrevida por parte de Breton es el poema-objeto: combinación de textos, palabras escritas con objetos encontrados, símbolos que viajan desde lo mítico y espiritual hasta lo libidinoso, sentimental y fetichista… El poema-objeto, probablemente la infección más significativa de la poesía moderna, tiene como propósito intrigar y divertir –como dice Paz con exactitud – y su valor estético es central: maravillarse con signos, imágenes, palabras. El poema-objeto es simbolismo sublime en cuanto que afecta nuestro ánimo y amplía nuestra imaginación hasta el tamaño del mundo. Los objetos son metáforas que nombran solamente un aspecto: la imagen, pero la metáfora y su significación se juntan, se empalman, pero no se tocan. Por mor del lenguaje poético ese espíritu ahonda en la intuición de objetos y desnuda las imágenes culminando con el festín orgiástico de la fantasía. (Fuente: Breves sobre el poema-objeto)

La innovación de Breton fue que tomó los términos clínicos y los convirtió en conceptos literarios. Un concepto clave está en los fundamentos de la escritura automática: asociación psíquica de palabras para elaborar frases iluminadoras, concepto ya trabajado por Janet como medio terapéutico en sus pacientes. Implica que es posible evadir el mecanismo de censura de la razón y poder acceder a los pensamientos almacenados y escribir desde ese territorio inaccesible de la mente. Los surrealistas concluyeron que podía entonces establecerse una comunicación automática de orden mediúmnico para la construcción. Esto quiere decir que tanto el científico, como el poeta, o el artista asumen el rol de médium, uno que sin ningún medio divino o facultad extrasensorial logra desinhibir los lazos lógico-mecánicos de la mente, permitiendo que esta pueda maniobrar de una manera más espontánea. Por medio del automatismo psíquico nace una brecha por donde es posible adentrarse a los lugares más recónditos del yo: permite el acceso al funcionamiento secreto de la mente, umbral del autoconocimiento, donde se aniquilan las fronteras que ha creado el hombre entre la existencia espiritual y material.

Para Janet, el estudio del automatismo psíquico podría llevar a una nueva concepción de la relación entre el pensamiento consciente y el subconsciente a través del descubrimiento de una actividad mental común de la que surgen tanto las percepciones sensoriales como los conceptos. “El estudio de las formas elementales de esa actividad sería para nosotros”, dice, “el estudio de las formas de sensibilidad y de la conciencia”. El médico, el médium, reemplazados por el poeta, en el sentido amplio de Baudelaire y Rimbaud, como investigadores de lo desconocido, convertirán este mismo campo de investigación en el objeto del arte, cuyo descubrimiento Breton habría de llamar vases communicants.

Los estudios médicos de Janet no sólo de los médiums, sino también de los histéricos, cuyos movimientos convulsivos e incoherentes permitían el estudio del automatismo lo condujeron a una conclusión filosófica no muy distante de la hipótesis no demostrada de Hegel: “Toda idea es imagen, la representación interna de un acto”; y aun sacaba la conclusión de que la representación del acto es por tanto, el comienzo de la acción. Esto excluye la abstracción.

Para Breton, el surrealismo debía ser un esfuerzo por abolir todas las antinomias. Debía aspirar a cierta unidad de la mente y alma, que es una hipótesis de las meditaciones filosóficas de Hegel, casi demostrada en el laboratorio. El punto focal en este concepto de la vida humana es la imagen, tal como lo señaló Janet al descartar toda abstracción que no hubiese alcanzado la concreción. El poder purificador de la abstracción había sido la base de la escuela poética anterior, el simbolismo. La nueva era para el arte que iba a imponer el surrealismo estaba en su matriz filosófica: el rechazo de lo abstracto por lo concreto, la negación de la existencia de una realidad separada de la imagen y de la existencia de un pensamiento separado de la palabra. Y el culto a la imagen llegó a cobrar gran importancia cuando las intuiciones literarias de poetas como Rimbaud y Mallarmé quedaron confirmadas por la observación científica.[21]

Janet establece similitudes entre las mansiones de la mente y el mundo físico, no hay nada oculto. Para él la psicología es una herencia de los hipnotizadores y ocultistas de antaño, así como la astronomía provenía de la astrología y la química de la alquimia. Todas las ramas, aunque familiarizadas, se diferencian en la justificación de sus propósitos. La ciencia moderna busca, no tanto los tesoros de los ocultistas, pero si el saber inherente en esas posibles formas de tesoros. De ahí que Breton orientara su búsqueda pasando de la psiquiatría al ocultismo, al estudio de la magia, con el objetivo de explorar esas ricas canteras no para sanar las mentes destruidas de los hombres, sino encontrar los métodos para restituir dicha mente, llevarla hasta un estado de autonomía suprema donde el ser humano tiene derecho a la ausencia de todos los dioses.

Si Pierre Janet fue el sustento científico médico del surrealismo, la obra de Eliphas Lévi fue su sustento mágico. En el primer manifiesto surrealista Breton habla de una Alta Magia, así como una organización en las filas del movimiento parecidas a las sociedades secretas descritas por Lévi, cuyas ideas llegaron a ser atinadas al pensamiento del siglo XX. Logró expulsar todo misticismo de la magia, estableciendo la diferencia entre fe y conocimiento, rechazando la primera en defensa de la otra. Sostenía que lo ideal debe concebirse como realizable, aunque no aun realizado dentro de los límites de las leyes físicas.[22]

‘Aurora consurgens’. Iluminación, finales del siglo XIV
Para Breton la Magia “engloba el conjunto de operaciones humanas cuyo fin es dominar imperiosamente las fuerzas de la naturaleza mediante el recurso a unas prácticas secretas de carácter más o menos irracional.”

El hombre posee el poder de transformar lo opaco en translúcido; Eliphas Lévi define este poder como imaginación. “Imaginar es ver”, (Donner à voir reiteran los surrealistas), y ver es cristalizar, hacer diáfano o “transparente”; o sea, la imaginación no crea una ilusión, sino que ilumina la realidad. “La imaginación, en efecto, es como el ojo del alma; en ella las formas se delinean y se preservan; por ella contemplamos el reflejo del mundo invisible; es el espejo de las visiones y el instrumento de la vida mágica”.

En este sentido el poder del habla es evidente: el pensamiento tiende a la realización en el habla: “hablar es crear”. Eso es precisamente lo que Rimbaud quería decir con la alquimia de la palabra y lo que Breton iba a reiterar en el desarrollo de la estética surrealista. El adepto que quieren avanzar en el auto-dominio puede aprender a detectar las fuerzas del universo, según Eliphas Lévi: “La multitud creerá que uno es Dios”. Y otra vez el eco de Rimbaud y la estipulación de Breton de que el hombre puede a fin de cuentas apropiarse los poderes que durante tanto tiempo atribuyó a los dioses.

Eliphas Lévi contribuyó a la formación de Breton tanto como sus estudios científicos; y de hecho el puente entre los psicólogos modernos y la magia tal como la interpretaron los iluministas del siglo XIX es extraordinario. La naturaleza del magnetismo personal, la espontaneidad de los sueños, la naturaleza del sueño, la participación a través de los sueños en la “vida universal”, todo esto era lo que los psicólogos exploraban para llegar a definir las honduras del ego universal. Eliphas Lévi señaló tres niveles de magnetismo, que es el fortalecimiento de la voluntad, el despertar de la lucidez; las relaciones con el otro; la inducción del sueño en el otro, o sea, la hipnosis y sus peligros.[23]

Hay otros tres conceptos en los escritos de Eliphas Lévi que tuvieron gran importancia en la formación de Breton: su concepto de la libertad, del amor y de la muerte. En las postrimerías de la Revolución francesa, Lévi no aceptaba como valores equivalentes “la libertad, la igualdad y la fraternidad”. En su opinión, la libertad excluye a la igualdad, pues para él la desigualdad estaba en la naturaleza, y consideraba que la tendencia a nivelar las desigualdades era un ataque a la libertad personal y que la defensa de la libertad amenazada podría llegar a destruir, a través de la lucha, toda fraternidad. “Las palabras claves de la república que ha de venir serán Humanidad, Justicia, Solidaridad: es este el enigma de la esfinge moderna, que hay que descifrar si no queremos perecer”.[24]

Un concepto fundamental para los ocultistas está en la versión de Lucifer, la reformulación de lo demoniaco en la literatura, o mejor dicho, su recurrencia dentro de su historia. Lucifer, (del latín lux y ferre: ‘portador de luz’) es una figura disociada del mal y representa más la aventura y el riesgo. Apollinaire lo denominaba el “peregrino de perdición”. Esto sirve para comprender la definición que Breton le da también a lo “negro” basándose en la definición que tiene Eliphas de Lucifer. ¿Cómo lo negro termina siendo iluminador y al mismo tiempo una fuente exenta de pecado? Lucifer es la rebeldía. Según Eliphas es el ángel que regenera e ilumina: “La inteligencia negra es la adivinación de los Misterios de la noche, la atribución de realidad a formas de lo invisible”. Lucifer es la fuente de la esperanza, fuerza de luz proveniente de la oscuridad, cuya rebeldía es un indicio de salvación, ¿pero entonces dónde encontrar dicha salvación?, ¿en el interior de nosotros?, ¿en la exploración de los misterios? Es precisamente en lo desconocido donde yace la revelación luminosa, y puede llegarse a ella a partir de una postura luciférica, reconociendo nuestra condición negra. Eliphas Lévi invita al lector a sobreponerse a la oscuridad más grande de todas: la muerte. Hay que contemplar

la vida y la muerte como un continuo y aun como la conciliación de todas las demás antinomias, una metamorfosis que debe tomarse como un despojarse de vestiduras, un movimiento de las moléculas hacia la liberación. La analogía que hace Breton del movimiento está expresada en el Primer Manifiesto por medio de la imagen de un camión de mudanza en movimiento, que era el único vehículo en que quería que lo llevaran al cementerio cuando muriese.[25]

Breton ya en una edad muy temprana a través de sus lecturas descubre dos vías para el estudio riguroso de la mente. Una vía fue dada por los científicos de hoy y otra fue otorgada por los magos del pasado. Ambas figuras, aunque extremas y antagónicas manejan distintos conceptos que coinciden curiosamente. La mente es mucho más profunda y compleja de lo que se cree, no es cerrada, sino que se conecta de múltiples maneras con otras formas de inteligencia dentro de la estructura universal de la naturaleza. Existen muchas maneras de reforzar esos vínculos, pero es solo a través del autoconocimiento que es posible alcanzar una mayor compresión del mundo exterior.

Esta formulación de la hermenéutica del sujeto, el conócete a ti mismo (gnothi seauton), comprende uno de tres preceptos délficos de la antigüedad, que en un principio no era más que un llamado a la prudencia a la hora de consultar el oráculo (no hagas votos ni te comprometas con cosas que no puedas más adelante cumplir: examina bien en ti lo que vas a hacer). Más adelante el concepto adquiere interpretaciones filosóficas de la mano de alquimistas y avezados en los tratados de las ciencias ocultas, como un requisito indispensable para la revelación de los secretos del mundo, adquiere una interpretación metafísica, valiosa para la gestación de textos místicos y religiosos. Este precepto, en la transición de usos y justificaciones, fue tomado y recalificado filosóficamente por los cartesianos y el desarrollo de las revoluciones científicas. El gnothi seauton, como sangría del pensamiento occidental, es la fórmula fundacional de la cuestión de relaciones entre el sujeto y la verdad. Precepto grabado en piedra en el centro de la comunidad griega que pasó a ser el punto de anclaje de la comunidad humana.

Como último elemento fundacional están las matemáticas, sinergia que une los procedimientos de exploración mental y los fenómenos externos de la realidad. Las probabilidades se convierten en otro pilar de sustentación surrealista, en el que definieron el “azar objetivo”.

El movimiento browniano es el proceso aleatorio que realizan las partículas dentro de un medio fluido, la multiplicidad de movimientos que siguen un impulso único, imposible de codificar en una fórmula, pero si mostrarse en un diagrama gráfico que aborde todas sus posibilidades estadísticas. Es inevitable como lector no compartir la exposición de la autora en este punto tan interesante del libro:

Los primeros experimentos de Brown fueron con partículas de agua; luego llegó a incluir los movimientos erráticos de las moscas, las rutas arbitrarias de los conductores de taxi, y los resultados irregulares del jugador de dados a quien llama un “aleatorio” pues su pretendida buena o mala suerte está determinada por factores accidentales (o aleatorios), que aun con toda la experiencia del mundo no pueden reducirse a esquema constante.

Simulación del movimiento browniano que realiza una partícula de polvo que colisiona con un gran conjunto de partículas de menor tamaño (moléculas de gas) las cuales se mueven con diferentes velocidades en direcciones aleatorias. (Fuente: Wikipedia)

El determinismo materialista tanto como el fatalismo pagano y el janseismo cristiano acepta el factor predeterminante tanto para las actividades mentales como para las físicas. Por otra parte, la ley matemática de las probabilidades presupone la incertidumbre en cuanto a la causa y la multiplicidad de los efectos. Implica la independencia de los acontecimientos unos respecto a otros, la posibilidad de una pluralidad de relaciones, el elemento sorpresivo inherente y la coincidencia.

De esto se desprende que la relación de los acontecimientos entre sí no es un circuito cerrado, sino un campo de asociaciones libres, lo cual hace de la noción de libertad, no una obsesiva aspiración, sino una realidad física y necesaria. En otras palabras, es falso el supuesto filosófico de que la busca humana de la libertad implica una batalla contra las fuerzas naturales del universo, ya que la autonomía del hombre dentro de los límites del universo es un atributo natural de su condición física y humana. El azar, que habitualmente dividimos en buena y mala suerte según el resultado eventual de un movimiento particular, queda más específicamente identificado como el lugar geométrico de las coincidencias, y sin la intervención de las impresiones afectivas.

A comienzo del siglo XX, el físico Jean Perrin, de la Sorbona, había experimentado con el movimiento browniano de partículas y lo había sometido a las leyes de la probabilidad. El científico Pierre Vendryes, continuó los experimentos de Perrin con los movimientos aleatorios de las moscas y los esquemas casuales que trazaban los taxis en sus recorridos de París, y quedó impresionado por los paralelos entres sus estudios de la aplicación de las leyes de la probabilidad y el concepto surrealista del Azar Objetivo. Llegó a la conclusión de que “la manera como un ser viviente utiliza su autonomía motora en total independencia le permite establecer relaciones de probabilidad con su medio ambiente”. Al observar directamente el intento de Breton de buscar un estado de gracia a través del Azar Objetivo, Vendryes señaló su pertinencia respecto a la preocupación matemática de las leyes de la probabilidad.

Simulación del movimiento browniano de 5 partículas (amarillas) que colisionan con un gran conjunto de 800 partículas. (Fuente: Wikipedia)

Si, como lo señaló Vendryes, la civilización occidental había sacado la conclusión de que el pensamiento científico es, por definición, determinista, y tendía por consiguiente a robarle al hombre su libertad, entonces la interpretación probabilística de la autonomía plantea nuevamente dos cuestiones fundamentales: la de la libertad y de la intervención del azar en la autodeterminación. “Dar al azar un lugar en el dominio de la ciencia es insertar a la vez un elemento de misterio”. La matemática estaba entonces a la par de la psiquiatría en la aceptación del misterio en el estudio del mundo material, lo cual restauraba el sentido de lo inusitado que, con el debilitamiento de la fe religiosa, había quedado destruido en el hombre moderno. “La existencia, real y probada, de encuentros puramente aleatorios en la vida, le añade a esta un elemento de misterio y ansiedad”.[26]

Nos preguntamos entonces ¿cómo el conocimiento de las leyes probabilísticas afecta el ejercicio de la libertad humana?  Este hace posible la acción automática, permite el acceso a los recursos pasivos del pensamiento, haciendo posible el ejercitar de la escritura automática. Vendryes, como los surrealistas, sostuvieron que los procesos estrictamente racionales del pensamiento mantienen bloqueada la despensa de imágenes y deseos de la mente; la rutina de engranajes de la civilización, mecanizada y urbana, con la regulación de la vida mental y los esquemas de conducta, impide la acción del azar en nuestras vidas. Esto quiere decir que el proceso lógico de pensar mecánicamente (con el sentido común, rasgo exaltado por las taras perennes de la domesticación), se contrapone al proceso automático, lo imprevisible del movimiento. Los surrealistas ven entonces en las leyes de la probabilidad una vía para la exploración paralela a la escritura automática, ven en las coincidencias y el azar la posibilidad de restaurar la condición autónoma del ser humano, y concluyen entonces que el obstáculo más grande para lograr esos propósitos está en la rutina misma de la vida.

La libertad que el esclavo Sísifo afirmaba disfrutar después de haber empujado la piedra, no era suficiente compensación para lo que había perdido; los escuetos límites de esa libertad no son aceptables para el hombre moderno que conoce la abundancia de las experiencias disponibles en él a su alrededor. El plan del trabajo debe ser tan errático como el del ocio y debe estar dirigido a abrir la mayor cantidad de vías posibles al azar.

Es bajo esta perspectiva como debe mirarse los paseos que, con Breton a la cabeza, los surrealistas hacían a los largo y ancho de París. Qué otra ciudad que París podía ofrecer tantas intervenciones aleatorias de acontecimientos y escenas a esta ambulación automática y sin destino fijo, tan exenta de preconcepción como la escritura automática.

El destino, bajo la influencia de las matemáticas, iba a tomar una nueva definición: las coincidencias de las necesidades naturales del mundo físico con las necesidades espontáneas del hombre, el cual tiene que abrirse a sus propias motivaciones interiores y dejarse guiar solo por la intuición y el deseo. Si, como veremos, el modo de comunicación en los escritos verdaderamente surrealistas es analógico antes que lógico, la estructura de la obra, en particular la de Breton, es brownista: su clima está identificado con las chispas del encuentro y la coincidencia. La intervención del azar, para el hombre moderno, reemplaza la intervención divina, como lo descubrió Breton. Inevitablemente el accidente es el amor, pues ¿qué experiencia de la vida humana, si descontamos la muerte, es tan incontrolable, tan dependiente de lo imprevisto, de lo indeterminable en todos sus aspectos, tiempo, lugar y forma, como un encuentro amoroso?[27]

Sus obras transitan en el ejercicio constante de estos tres elementos que desembocan al final en una exaltación misma de la vida, la posibilidad del amor conjuga lo inconsciente, lo mágico y los azaroso al mismo tiempo. Si pensamos, como el maestro Mallarmé, que la poesía es enigma y la convertimos en una parte vital de nuestra vida, entonces la vida como contienda inevitable se hace menos inútil, hay un propósito para seguir aquí, algo parecido a esa búsqueda bretoniana del amor casual o perdido, someterse a fin de cuentas a las demandas aleatorias de la misma vida, pero asimilada con intensa pasión. Tal ampliación del vivir mediante el enigma permite iluminar el camino del ser humano, lo convierte en un ser capaz de amar de nuevo, de alcanzar su libertad. “La capacidad de amar forma parte de la total comprensión irracional de los seres, de la apertura al poder convulsivo de la belleza”[28]. Desde sus primeros trabajos de escritura automática –como Les Champs Magnetiques y Poisson Soluble–, hasta obras más maduras –como Nadja, Les Vases Communicants, L’Amour fou y Arcane 17– demuestran en su conjunto total una relación de triple dimensión: 1) el concepto psicológico de la liberación respecto a las inhibiciones psíquicas; 2) el concepto ocultista de la función ocular del poeta-médium, y 3) el concepto matemático de las coincidencias y encuentros verbales regidos por el azar.

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La libertad es un estado constante de rebelión mental. Hay que rebelarse contra todo lo que impida el ejercicio pleno del potencial humano, su comprensión y conocimiento. El concepto de rebelión de Breton no fue quizá el más acorde de su tiempo. La relación mecánica con que el hombre se mueve por el espacio encuentra refuerzos en la definición de alienación de Marx, autor que tuvo gran influencia en Breton, haciéndose participante en los movimientos comunistas de la época, pero hasta cierto punto, porque al igual que los dadaístas los socialistas también fueron a la larga otra decepción[29].

Marx concluyó que el trabajo impide el desarrollo de las capacidades intelectuales del hombre. Una vida atareada no permite el espacio para la contemplación y, por lo tanto, ningún sitio de resistencia para la reflexión acerca de uno mismo. La rebelión surrealista buscaba atacar desde distintos flancos la mediocridad del mundo. Breton cultiva la semilla de la protesta política que se hizo popular a través de la prensa y el compromiso personal de cada uno de los surrealistas, no solo desde la escritura, también desde la pintura y las artes plásticas. “No sería aventurado afirmar que no hubo ningún pintor importante, surgido entre 1925 y 1950, en ninguna parte del mundo, que no hubiese tenido contacto con Breton o sentido el impacto de su pensamiento metafísico”[30], considerando también que en muchos casos la relación haya sido muy breve.

Surrealismo: características y principales artistas - Cultura Genial
Manifiesto Surrealista – André Breton – 1924
Portada: versión de Le Viol – óleo sobre tela, 1934 – René Magritte, MoMa, NY

De todas las actividades realizadas por Breton en pro del Arte no hubo una tan importante como la que desempeñó por la pintura, por el papel que jugó al lado de los artistas. Además de convertirse en su medio para ganarse la vida, en la medida que iba descubriendo pintores los alentaba y promocionada a través de exposiciones que el mismo organizaba y supervisaba. La influencia que generó en lo pintores llegó a ser mucho mayor que en los escritores. La virtud del mago fue que orientó las vagas aspiraciones de muchos de estos artistas, plasmando en palabras sus intenciones en una forma que ellos no hubiesen podido hacerlo nunca. Desempeñó para fines prácticos el papel de un crítico entusiasta, pero también de asesor, cuya opinión era vital para los artistas.

Max Ernst - Ubu Imperator (1923)
Max Ernst, 
Ubu Imperator (1923)

Le Surréalisme et la Peinture fue escrito durante el mismo periodo creador durante el cual Breton produjo sus colecciones de poemas más importantes y los escritos semi-autobiográficos…En estos años de creación, desde 1923 hasta 1936, Breton exploró simultáneamente distintos campos: poesía, arte, política. La naturaleza variada de sus preocupaciones entre los treinta y cuarenta años no indica diversificación o indecisión, más bien subraya cierta unidad de sus actividades mentales. Las artes son la expresión del incesante esfuerzo del hombre por entender el mundo, ese mundo por donde su paso es tan breve y, sin embargo, tan absorbente. El ejercicio de un arte, para Breton, forma parte tanto como de la creación de relaciones sociales, de la vida en su totalidad.

Joan Miró: El carnaval del arlequín. 1924-1925. Óleo sobre lienzo. 66 x 93 cm.
Museo Albright-Knox. Para esta obra, Miró se entrega totalmente al programa surrealista que tenía en mente. Dijo en alguna oportunidad haberse sometido a grandes períodos de hambre para usar las alucinaciones producidas por la inanición. Aun así, la obra fue el resultado de un proceso meticuloso de reflexión artística y no mero automatismo. (Fuente:  Joan Miró: 20 obras fundamentales)

Las primeras actividades surrealistas en la rue Fontaine y en los cafés tenían que ver con la escritura automática y el análisis psíquico y erótico. Con la llegada de pintores como Max Ernst[31] y Man Ray, y unos pocos años después Miró, Salvador Dalí, René Magritte, Yves Tanguy y Marc Chagall, el grupo comenzó a interesarse más y más en el dibujo automático y el problema de la función psíquica del objeto –lo que Max Ernst habría de llamar “la crisis del objeto”. Cuando Breton se puso a la cabeza de la revista, La Révolutión surréaliste, empezó a escribir artículos sobre los pintores que había descubierto y que habían trabajado con él en el laboratorio en que se había convertido su casa. Estos artículos fueron recogidos en su volumen, Le Surréalisme et la Peinture, o sea “Surrealismo y pintura”, que no es exactamente lo mismo que “Pintura surrealista”. La distinción es importante y una vez más resalta el hecho de que para Breton el surrealismo es una etiqueta genérica que define una actitud mental, y que cualquier forma de arte se relacione con ella constituye una de sus subdivisiones.[32]

Object to Be Destroyed is a work by American artist Man Ray, originally created in 1923. The work consists of a metronome with a photograph of an eye attached to its swinging arm. After the piece was destroyed in 1957, later remakes in multiple copies were renamed Indestructible Object.

Los surrealistas utilizaron el concepto de readymade como punto de partida para la creación de esculturas y ensamblajes. Pienso en este instante en Cadeau y en Objeto indestructible, de Man Ray, en el Teléfono langosta y El esmoquin afrodisiaco, de Salvador Dalí. En los cuatro casos, la plancha, los clavos, el metrónomo, la fotografía del ojo, el teléfono, la langosta de plástico, la chaqueta y los vasos llenos de licor de menta se combinan en sus respectivas obras para crear unos objetos que destilan un extraña e insólita forma de poesía objetual que no reniega la función de los propios objetos, lo que hace que, en muchos casos, los veamos más como variantes sugerentes y delirantes de los diseños originales, que como readymades.[33]

Man Ray demostró, estando en relación con los surrealistas, que la fotografía podía imitar lo representativo por excelencia dentro de las artes plásticas, convertir el resultado de un producto destinado a un supuesto destino de uso en una forma distinta y sugerente de lenguaje. La fotografía, junto a la pintura, podían unirse en la demolición de las técnicas de representación, haciendo que la fotografía sirva para propósitos distintos. Esto se relaciona con la proposición fundamental de Breton: “el ojo existe en un estado salvaje”, la libertad está asociada a las diversas formas que tiene el ser humano de percibir el mundo. Es crucial que la libertad o amplitud de percepciones sea realizable tras una refinación de la mirada, aprender a ver implica regresar a un punto de partida, pero ¿cuál sería ese punto?

Retrato de Rrose Sélavy y «Erotique voilée»
Man Ray: el objeto es el sujeto

Breton consideraba que el objetivo del arte está en devolver al ojo domesticado su estado “salvaje” que ha perdido con las estimulaciones enervantes de la vida moderna, tal retorno a lo primitivo tiene como fin alcanzar la no distinción entre las funciones sensoriales e intelectuales de la mente y convertirlas en una sola. Este interés por comprender la mente primitiva ya era tema de investigación por parte de sociólogos como Lévy-Bruhl, psicólogos como C.G. Jung, y antropólogos como Claude Lévi-Strauss, este último desarrolló ideas claves en La Pensée Sauvage, uno de los textos más relevantes en la materia. Lévi-Strauss planteó que el pensamiento salvaje es la capacidad que tiene el ser humano de poder clasificar el mundo a través del lenguaje; a partir de estas asociaciones construye los mitos que dan explicaciones inmediatas de los fenómenos externos que no pueden explicarse de otra manera, fenómenos como el cambio de las estaciones junto a sus consecuencias inmediatas en la trasformación del ambiente, por poner un ejemplo específico. Desde los juegos de palabras, los relatos originarios, se van hilvanando en una memoria colectiva, sedimentando el terreno que justifica las sociedades míticas, a partir del uso de recursos narrativos como la metáfora, alegoría y símiles el habla configura una poética de la comunicación, su vínculo en la transmisión simultánea del saber, en el que surgen las leyendas, el folclore, el traspaso de conocimientos de un pueblo a otro, estructurando el sistema de creencias que comprenden una de las tantas definiciones que podemos darle hoy en día a la palabra Cultura. (Este tema podemos abordarlo en otra oportunidad).

René Magritte
Variante de la tristesse, 1957
Oil on canvas

Este desmontaje de la domesticación de la mirada, el regreso al estado autónomo de la mente, era parte de un programa de rebelión no solo contra el establishment del mundo, sino de otros aspectos de la cultura occidental. Entre las posiciones más importantes estuvieron los ataques contra la guerra, el sentido del patriotismo y el colonialismo, despertando una creciente impopularidad en la opinión pública, sin mencionar la tensión interna que había dentro del grupo. “El surrealismo fue un movimiento extraño que predicó la libertad extrema, pero creó reglas con las que pretendió normar las creaciones y hasta las creencias de sus afiliados. Tal actitud llegó a niveles infamantes”[34].

El activismo y la legitimación del surrealismo como movimiento llevó también a las enemistades y bajas rotundas. Un espacio donde Breton había tomado el papel encarnado de un papa, entidad ministerial sagrada: un mago, “tal vez porque los que le rodeaban recurrían a él para que estableciera la altura de sus aspiraciones y la norma de su anormalidad”.[35] Es importante tomar en cuenta cómo la relación de los que se rodearon con Breton influyó en la producción del arte de cada uno, partiendo del paradigma surrealista y la postura de la impostura ante la vida. Tampoco se puede dejar de lado que una de las cualidades del mago estaba en su mojigatería, derivada paradójicamente de la seriedad aplicada a su propia vocación literaria. Su temperamento puritano, sumado a las altas expectativas que tenía en las personas, instituciones e ideas, en las que depositaba su confianza, lo hacían muy propenso a cualquier tipo de decepción. Bajo estos principios dirigió el surrealismo, evitando, en el criterios de sus rigideces, sucumbir a un sensacionalismo parecido al que detestaba en los dadaístas.

Desde el comienzo del movimiento surrealista Breton comenzó a tener diferencias con sus amigos en otros puntos también. Uno de estos era el problema de las drogas. Breton, que tenía una personalidad estable y era, además, un hombre de medicina, prohibió su uso, bajo cualquier pretexto, en los experimentos para explorar la psique que llevaban a cabo. Su inconmovible posición acarreó la ruptura con Antonin Artaud en particular; Breton nunca dejó de sentir conmiseración por la vida atormentada de este amigo suyo, enfermo y desequilibrado, pero muy pronto lo eliminó como posible colaborador en los descubrimientos experimentales en el campo de la psique humana. Esto proporciona una convincente ilustración del hecho de que su interés no era la psicología clínica o anormal, sino el poder visionario de una mente lúcida; el desequilibrio mental de Artaud y el hecho de que fuese un drogómano lo hacían objeto de compasión y no de exploración.

Finalmente, el mayor número de desacuerdos dentro de las filas surrealistas se debió a las sospechas de Breton sobre la utilización del surrealismo. Temía que al surrealismo se le explotase para obtener beneficios personales, que se le prostituyes e involucrara en las manipulaciones y negocios de la sociedad capitalista. Fue dentro de este contexto que Breton llamó a Salvador Dalí Avida Dollars[36], apelación que Dalí con buen humor habría de capitalizar en beneficio propio.[37]

Esta aberración por el lucro obtenido mediante el arte era una cualidad inalterable en la personalidad de Breton. Algo contradictorio, puesto que era el mismo arte lo que durante un tiempo le permitió sustentarse económicamente. Tal vez el detalle estaba en sus intenciones casi prometeicas de llevar un control moderado y consciente de su movimiento, algo que resultó imposible por las mismas oposiciones internas de los miembros que daban el sentido lúdico e intelectual al surrealismo, incluso, yendo más allá, si esta misma búsqueda de control estaba en conceptualizar su visión de la fórmula de la libertad, que quedaba irónicamente restringida a términos y condiciones impuestas por el mismo movimiento.

La bemol del surrealismo, personificada en Breton, estaba en que al formalizar su propia institución se vio incluso implicado en sus propias contradicciones fundacionales, pretendiendo que la misma rebeldía que se promovía desde las filas surreales también debía estar regulada bajo criterios morales y creativos. Pretendía que el artista debía encarnar la rebeldía absoluta, sin buscar mediante sus producciones una forma de ingreso que rayara en la espectacularización de su obra, y de manera respectiva añadirle esta cualidad demagógica a la idea del surrealismo. Eso explica por qué Breton de una manera proporcional generaba amistades al mismo tiempo que las enemistaba. En su intransigencia estaba la fortaleza de su personalidad, su versión totalizadora de rebeldía que llevó hasta sus últimas consecuencias.

Arcane 17 en la tradición del tarot hebraico-bohemio egipcio es conocido como el Gran Secreto. En las cartas del tarot es la decimoséptima de la veintidós, viene después de 15 y 16, atribuidas a la obra del diablo: la guerra y las tinieblas. Pero después de la caída de Lucifer, bruscamente, el firmamento vuelve a ser luminoso, y triunfa el amor y la paz.

La rebelión metafísica del Arcane 17 (una de las publicaciones más logradas y maduras del mago) es muy distinta a la que Camus plantea en El hombre rebelde, obra contemporánea con la de Breton, que destacaremos a modo de cierre para esta reseña. Para Camus la rebelión metafísica del hombre es resultado de una frustración, una decepción por la condición humana, lo que justifica una confrontación hostil entre hombres y dioses celosos por el poder sobre el dominio humano. Para Breton no hay presencia de hostilidad, “su rebelión es contra la miopía humana y el elemento de riesgo (como la caída emblemática de Satanás hacia las tinieblas) es una catarsis que eventualmente lleva hacia la luz –o sea, la elucidación del papel desempeñado por lo humano dentro de un universo bien integrado”[38]. Tras el logro del hombre por salir del laberinto, será capaz de devolverle a la vida la pasión en toda su extensión. El optimismo esperanzador era una versión casi antagónica, tildada hasta de imposible, por las doctrinas fatalistas y oscuras que se pusieron de moda en el siglo XX, por razones bastante comprensibles, estamos hablando de reflexiones que se fueron macerando y dilucidando en el proscenio de dos Guerras Mundiales, la fe en la humanidad estaba desmembrada, la misma razón dio las bases epistémicas y fácticas para llevar a la raza humana a su destrucción, poniendo a las vanguardias del arte en jaque, en un estado de sitio donde la postura irracional era una forma de resistir a los estragos provocados por el sentimiento del progreso sacralizado.

Las corrientes pesimistas fueron engendradas por una tradición que puso en tela de juicio la versión decadente de la vida y la búsqueda de transcendencia mediante la muerte de ídolos, colocando al hombre en un estado de soledad devastador, oscilando entre la existencia y la nada, perpetuando en su contradicción la expresión absurda de la vida, que ya no puede justificarse en pretextos religiosos ni explicaciones ambiguas de lo divino, porque aparte de que Dios ha muerto…a nadie le importa. No es sino por esas diferentes formas de abordar la condición humana que Breton, ya en sus últimos años de vida, fuese atacado por las principales corrientes del existencialismo francés, representadas en personalidades como Albert Camus y Jean-Paul Sartre.

La peor de forma de esclavitud consiste en estar encadenado a un modo de pensamiento que, al darle al mundo un aspecto falso, artificial y cómodo, nos impide vivir libremente; podemos decir incluso que el conformismo y la indiferencia son formas violentas de opresión, pues son posturas voluntarias que se toman al aceptar el mundo sin verse en la necesidad de cuestionarlo, un mundo que afortunadamente no es ni podrá ser como nos parece.

Los surrealistas y existencialistas, a pesar de sus desacuerdos, coinciden en que la libertad es posible en la ausencia de entidades superiores. Una vez liberados de un Dios imaginario, cuyo papel es el de justificar otro mundo en el que por medio de nuestros actos se nos reservará un palco seguro en ese más allá celestial (si es que tal expectativa va anclada a nuestras creencias particulares), mientras nos sometemos a cualquier forma de servidumbre cerebral en este asilo provisional de perezas y miedos del más acá…. una vez liberados de una moral cuyos imperativos no son sino los hermanos perversos de los imperativos de la razón, el ser humano, mediante la visión poética del mundo, volverá a encontrarse a sí mismo en su totalidad: en medio de –y no frente a– un mundo renovado cuya íntima fraternidad habrá vuelto a encontrar. Habrá descubierto la magia interior presente en la complejidad del mundo.

Me atrevo a decir que todas las corrientes del pensamiento, independientemente de los ingredientes que la conforman, hasta en sus explicaciones más radicales y elaboradas, dedican un apéndice siempre discreto a la esperanza. Los surrealistas, con sus discrepancias e invenciones, hasta el día de hoy, han dejado en nosotros mucho material para infinitos collages, modelos para armar en conjunto nuestra propia versión de la libertad.

Alexander JM Urrieta Solano

*Artículo presentado para la Sociedad de Entomólogos y Lexílogos de la Plaza Omar Khayyam, con motivo de la conmemoración del 55 aniversario de la muerte de André Breton: Mago del surrealismo, que estuvo tan cerca pero igual muy lejos de conocer Venezuela personalmente. Dicho evento se celebró, contra todo pronóstico y expectativa, en la ciudad mercurial de Santiago de León de Caracas, Distrito Capilar, el día 28 de septiembre del año 2021, bajo el dominio de Libra, el signo del zodiaco más civilizado y amable.

Notas:

[1] G. Lipovetsky, La Era del vació: Ensayos sobre el individualismo contemporáneo, Anagrama, 2002.

[2] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, p.35.

[3] Ibid., pp.42-43.

[4] Ibíd., pp.38-39.

[5] Ibíd., p. 39.

[6] Ibíd., p. 43.

[7] Ibíd., p. 45.

[8] Ibíd., p. 360.

[9] A. Breton, Antología del humor negro, Anagrama, 1991, p.13.

[10] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, p.45.

[11] Ibíd., p. 46.

[12] Ibíd., p. 87.

[13] H. Ball, La huida del tiempo, Acantilado, 2005, p. 137.

[14] Ibíd., p. 124.

[15] Ibíd., p. 129.

[16] P. Auster, Huesos Dadá, en: H. Ball, La huida del tiempo, Acantilado, 2005, pp.13-14.

[17] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, pp. 92-93.

[18] J. Rigaut, Agencia general del suicidio, interZona Editores, 2019.

[19] A. Breton, Les pas perdus, Gallimard, 1970, p.136.

[20] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, pp. 50-51.

[21] Ibíd., pp. 54-55.

[22] La magia se diferencia del misticismo porque no juzga nada a priori antes de haber establecido a posteriori el fundamento de sus juicios, es decir, antes de haber aprehendido la causa por los efectos contenidos en la energía de la causa misma, por medio de la ley universal de la analogía. De allí que en las ciencias ocultas todo lo leído, y las teorías se establecen sólo con base en la experiencia…y el Mago no admite nada como cierto en el dominio de las ideas a menos que quede demostrado a través de su realización (E. Lévi, Transcendental Magic.Its Doctrine and Ritual, Dutton, S/F, p.105).

[23] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, pp. 63-64.

[24] Ibíd., p. 64.

[25] Ibíd., p. 66.

[26] Ibíd., pp. 68-69.

[27] Ibíd., pp. 70-71.

[28] Ibíd., pp. 191

[29] Hubo una serie de acontecimientos que enemistó a Breton, no con el comunismo, sino con el estalinismo: el primero fue el destierro de Trotsky; el segundo, su propia exclusión del Congreso Internacional por la defensa de la Cultura, patrocinado por los comunistas en París en 1935. Se le hacía difícil perdonar el que Moscú imitase el tipo de hipocresía y complicidad que siempre había asociado con los regímenes capitalistas. (Ibíd., p.133).

[30] Ibíd., p. 232.

[31] Max Ernst se había apropiado de todas las ilustraciones que traía su colección de revistas publicadas en los últimos años del siglo XIX. Con unas tijeras brillantes y afiladas, recortó los detalles que le interesaban y los clasificó según los motivos que representaban: animales, damas, caballeros, máquinas, medios de transporte, mobiliario, instrumentos musicales, detalles arquitectónicos…Más tarde, con un frasco de pegamento y unas pinzas precisas, fue utilizando esos fragmentos para crear unas nuevas composiciones. El resultado es una impecable colección de collages, cuya estética es engañosa. A simple vista parecen grabados perfectos, ilustraciones serias dignas de una publicación científica o filosófica, pero, al detallarlas, nos damos cuenta de que en cada lámina palpita algo extraño, algo que se traduce en unas imágenes divertidas, hechas de retazos (como en los sueños) que van creando una historia llena de personajes y ambientes absurdos. Max Ernst unió todos esos collages y formó, al menos, tres novelas gráficas cuyos títulos son La mujer 100 cabezas, Sueño de una niña que quiso entrar en el Carmelo y Una semana de bondad o Los Siete elementos capitales (En R. Echeto, Maniobras Elementales, Fundación para la cultura Urbana, 2016, pp. 194-195).

[32] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, p. 232-233.

[33] R. Echeto, Maniobras elementales, Fundación para la Cultural Urbana, 2015, p. 190-191.

[34] Ibíd., pp. 192.

[35] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, p. 126.

[36] Nunca sabremos con exactitud en qué momento Salvador Dalí se dejó crecer los bigotes. Suponemos que al ser expulsado de la Real Academia de Bellas Artes y abandonar la Residencia de Estudiantes de Madrid le crecieron solos, sin que mediara premeditación alguna. Más tarde, en 1940, se mudó a Nueva York. En esa ciudad pudo trabajar a sus anchas: pintó, dibujó, modeló, escribió, diseñó, jugó, disertó, fue respetado, temido y querido como el gran artista que siempre fue. Eso sí: para lograrlo, convirtió sus bigotes en la escultura portátil más poderosa que hubo creado hasta entonces: una escultura-radiofaro de dos antenas simbólicas, que irradiaba espectáculo y atraía al público. Con razón Dalí siempre refería que antes de trabajar en un cuadro, pringaba sus bigotes con miel para que las abejas lo acompañaran y los protegieran siempre (En: R. Echeto, Maniobras elementales, Fundación para la Cultura Urbana, 2016, pp.191-192).

[37] A. Balakian, André Breton: Mago del surrealismo, Monte Ávila Editores, 1976, pp. 133-135.

[38] Ibíd., pp. 316.

Las Correcciones

Las Correcciones (2001), del escritor norteamericano Jonathan Franzen, es un lúcido retrato de las sociedades perdidas en el consumo de las apariencias. La historia generacional de los Lambert es un reflejo de las angustias comunes de las familias contemporáneas, y la presencia imperante de una enorme tristeza, un tipo de tristeza inherente en el capitalismo, de los sueldos mínimos, televisión por cable, paraísos crediticios,  melancolía de espacios, soledad de multitudes, ofertas y antidepresivos.

Alfred Lambert, ingeniero de ferrocarriles retirado, paulatinamente se hace más inservible a causa del parkinson; pasa sus días encerrado en el sótano de su casa, en el conjunto residencial y gerontocrático de St. Jude. Enid, la mujer maniática y controladora, que luego de casi cincuenta años de matrimonio, está obsesionada con los hábitos del marido y el mantenimiento de una enorme casa imposible de administrar.  El enemigo visible de Enid era Alfred, pero quien hacía de ella una guerrillera era la casa que a ambos ocupaba. El mobiliario era de los que no admiten que nada se acumule…A Enid, por desgracia, le faltaba el temperamento necesario para mantener semejante casa, mientras que a Alfred le faltaban los recursos neurológicos. El matrimonio es una convivencia hostil basada en la corrección de los actos, en las críticas a la intimidad del otro, en la falta de cariño, en las constantes discusiones sobre cómo se deben hacer las cosas, en los riesgos y negligencias financieras, la hostilidad de la costumbre y la vejez decrépita.

Siguen los tres hijos. Gary, el mayor, el yuppie vicepresidente bancario, padre ejemplar de tres hijos mimados, con una esposa insoportable, Caroline, manipuladora y agobiante,  muy parecida a la madre de Gary, en cuanto esas vigilancias enfermizas de sus estados de ánimo. Este, a pesar de los éxitos alcanzados sufre una severa depresión y se mantiene oculto en el consumo de alcohol. Sufre en la abundancia.

El término médico, ANHEDONIA, se le presentó en uno de los libros que Caroline tenía en la mesilla de noche, titulado ¡Para sentirse estupendamente! (Ashley Tralpis, Doctora en Medicina, Doctora en Filosofía). Cuando leyó la definición de anhedonia en el diccionario, fue como si lo hubiera sabido desde siempre, como una especie de confirmación malévola: sí, sí. «Condición psíquica caracterizada por la incapacidad para obtener placer de actos normalmente placenteros» . La ANHEDONIA era algo más que una Señal de Aviso, era un síntoma con todas las de la ley. Una podredumbre seca que se extendía de placer en placer, un hongo que menoscababa el deleite del lujo y la alegría del ocio, los dos factores en que durante tantos años se había sustentado la resistencia de Gary al pensamiento de pobre de sus padres (Franzen, p. 199).

En su orden familiar busca la corrección del estilo de vida de sus padres, asumiendo una postura de control sobre su administración, ya que los considera unos inútiles, pero que  por igual pueden ser corregidos, y eso le trae un consuelo dentro de su matrimonio asfixiante. Como su padre, que pasa su depresión en un sótano, Gary se encierra en un cuarto oscuro, su laboratorio fotográfico, concentrado en la creación de un video compilatorio de Los Doscientos Mejores Momentos de los Lambert.

Gary regresó a Chestnut Hill con un notable empeoramiento de su ANHEDONIA. Como proyecto para el invierno, había estado destilando cientos de horas de vídeos caseros para recopilarlos en una cinta de dos horas, más manejable, una especie de Grandes Momentos de los Lambert de los que luego pudiera hacer buenas copias y tal vez enviarlos como tarjetas de Navidad. En la última fase de edición, según iba visionando una y otra vez sus escenas familiares preferidas y volviendo a sincronizar sus canciones preferidas (Wilde Horses, Time After Time, etc.), empezó a odiar las escenas y odiar las canciones. Y cuando, ya en el nuevo laboratorio fotográfico, puso la atención en los Doscientos Mejores Momentos de los Lambert, descubrió que tampoco le producía ningún placer la contemplación de imágenes estáticas. Se había pasado años dándole vueltas a la idea de los Grandes Momentos, pensando siempre que sería una especie de fondo mutuo perfectamente equilibrado y revisando una y otra vez, con gran satisfacción, las imágenes que a su entender mejor encajaban en el proyecto. Ahora se preguntaba a quién pretendía impresionar con esas imágenes. ¿A quién pretendía convencer, además de a sí mismo, y de qué? Sintió el extraño impulso de quemar sus viejas fotos preferidas. Pero su vida entera estaba estructurada como corrección o enmienda de la vida de su padre, y Caroline y él hacía mucho tiempo que habían llegado a la conclusión de que Alfred estaba clínicamente deprimido, y, dado que la depresión clínica tiene bases genéticas y es, en lo sustancial, hereditaria, Gary no tenía más remedio que seguir plantando cara a la anhedonia, seguir apretando los dientes, seguir haciendo todo lo posible por divertirse (Franzen, pp. 218-219).

Chip, el segundo hijo, el profesor universitario fracasado, crítico de la sociedad del consumo, amante de las tragedias de Shakespeare, envuelto en un romance con una estudiante arruina su carrera, aparentemente, ascendente como titular en un prestigioso instituto. No logra contrastar sus observaciones intelectuales con la ruina de su vida, tampoco en sus relaciones personales, es un vago itinerante. También en su trabajo está la insistente corrección de textos de un periódico incipiente, así como la dedicación a la escritura de un guión: La Academia Púrpura. Chip es el intelectual deprimido que busca la corrección en sus producciones, que por mucho que le aplique, no llega a tener resultados de calidad.

…cuando el teléfono empezó a sonar, lo primero que pensó fue que una persona deprimida debía permanecer con los ojos fijos en la pantalla del televisor, haciendo caso omiso de la llamada; y encender un cigarrillo; y, sin dar la menor muestra de afecto sentimental, verse otro episodio de dibujos animados, mientras el contestador se hacía cargo del mensaje de quienquiera que fuese.
Que su impulso consistiera, sin embargo, en ponerse en pie de un brinco y contestar el teléfono —que pudiera traicionar tan a la ligera todo un día de arduo desperdiciar el tiempo— ponía muy en tela de juicio la autenticidad de sus padecimientos. Pensó que le faltaba capacidad para quedarse sin volición y perder por completo el contacto con la realidad, como hacían todos los deprimidos en los libros y en las películas. Pensó, mientras quitaba el sonido del televisor y acudía corriendo a la cocina, que estaba fracasando hasta en la mísera tarea de fracasar como es debido (Franzen,p.98).

La vida de Chip tiene un giro cuando comienza a trabajar con Gitanas, el exesposo de su exnovia Julia, que es casi su doble, aceptando la administración de un ordenador para estafar a inversionistas occidentales que mandan dinero para la construcción y desarrollo de un país en Europa del Este, Lituania. En ese trabajo se confronta con la verdadera naturaleza del mercado, sin importar mucho sus principios y convicciones, comprende que el dinero fácil y corrupto dota de sentido las economías del mundo. No ve diferencia entre el libre mercado norteamericano y la rancia economía (pos)soviética. Ambas envilecen y degradan las sociedades con sus ofertas y regulaciones.

La tercera hija, Denise, mujer dedicada a la cocina, con fuertes confusiones acerca de su sexualidad, mezcla la hostilidad de sus relaciones con su carrera profesional, haciéndola un personaje inestable, con un fingimiento terrible y corrección constante de su pasado. Consigue una distracción saturándose de trabajo y perfeccionando sus platos, donde encuentra un forma ambigua de felicidad.

Le encantaban las horas de agobio demencial, la intensidad del trabajo, la belleza del resultado. Le encantaba la profunda quietud que seguía al barullo. Un buen equipo era como una familia electiva donde todos los integrantes del mundo culinario, tan pequeño y tan caluroso, funcionaban en pie de igualdad, donde todos los cocineros tenían un pasado o un rasgo de carácter extraño que ocultar y donde, incluso en medio de la más sudada intimidad, cada miembro de la familia disfrutaba de su ámbito privado y de su autonomía. Le encantaba todo eso (Franzen, p.446).

La mayor parte de las depresiones están formadas por sentimientos de mercado, escribe Eduardo Lalo en su novela Simone. Ciertamente que el consumo implica un entramado de relaciones que involucran un gasto exacerbado de las emociones, que oculta entre tantas experiencias sensoriales el hastío y el aburrimiento; tal vez de ahí que nuestro interés por ciertas cosas carezca de alguna consistencia, porque ya no nos resulta, ante tantas ofertas sensoriales, mantenernos concentrados en una cosa, por lo que el gasto mental por la necesidad de estar en todas partes nos deja muy cansados. En lugar de vivir las cosas, elegimos vivir la experiencia ilusoria de ellas. Alguien incapaz de gastar a cambio de placer es condenado al ostracismo del mercado.

…la burocracia se ha arrogado el derecho de adjudicar el calificativo de «patológicos» a ciertos estados mentales. La falta de ganas de gastar dinero se convierte en síntoma de una enfermedad que requiere una medicación carísima. Medicación que, luego, destruye la libido o, en otras palabras, elimina el apetito del único placer gratuito que hay en este mundo, lo que significa que el afectado tiene que invertir aún más dinero en placeres compensatorios. La definición de salud mental es estar capacitado para tomar parte en la economía de consumo. Cuando inviertes en terapia, inviertes en el hecho de comprar. Y lo que estoy diciendo es que yo, personalmente, en este mismísimo momento, estoy perdiendo la batalla contra una modernidad comercializada, medicalizada y totalitaria (Franzen, p.44).

La realidad amarga de las economías terminan corrigiendo las expectativas de los mercados, aplastando las expectativas de sus habitantes, que al mismo tiempo son corregidos mediante el consumo de antidepresivos. Tratamientos concentrados en cápsulas de felicidad, como el caso de la famosa droga Mexican-A, también conocida como Aslan (citrato de radamantina al 88% y cloruro de 3-metil radamantina al 12%),  una poderosa droga de éxtasis, cuya venta está prohibida en los Estados Unidos, pero se ofrece como producto gratuito dentro de un paquete de servicios de un Crucero. El nombre de la droga coincide de manera intencional con el personaje más importante del escritor C.S Lewis, el León Aslan. Esta y otras drogas avanzadas para corregir estados de ánimo llevan a sus consumidores a realidades falseadas por las alteraciones químicas, donde viven prácticamente en Narnia.

Uno queda perturbado por la escena de la consulta médica en el crucero donde Enid, preocupada por el estado mental de su marido, acude  al doctor Hibbard, que luego de una perorata comercial, termina convenciendo a la conservadora católica una garantía de plenitud mediante el consumo del Aslan, que ofrece a los huéspedes del crucero como tratamiento de los pesares a bordo. Gracias al Aslan Enid goza, después de muchos meses, la experiencia plena de un sueño ininterrumpido.

Aslan optimiza en dieciséis dimensiones químicas —dijo Hibbard, haciendo gala de gran paciencia—. Pero adivine qué. Lo óptimo para una persona que está disfrutando de un crucero marítimo no es óptimo para quien está funcionando en su puesto de trabajo. Las diferencias químicas son muy sutiles, pero también puede ejercerse un control muy calibrado, de modo que ¿por qué no hacerlo? Además del Aslan «Básico», Farmacopea comercializa otras siete presentaciones. Aslan «Esquí», Aslan « Hacker» , Aslan «Ultra Rendimiento» , Aslan «Adolescentes» , Aslan « Club Méditerranée» , Aslan «Años Dorados» … Y me olvido uno. Ah, sí: Aslan «California» . Con mucho éxito en Europa. En el transcurso de los dos próximos años está previsto elevar a veinte el número de presentaciones. Aslan «Súper Estudiante» , Aslan «Cortejo» , Aslan «Noches en Blanco» , Aslan «Desafío al Lector» , Aslan «Selecto» , blablá blablá. La aprobación en Estados Unidos por parte de los organismos competentes aceleraría el proceso, pero habrá que esperar sentados. Si me pregunta usted, ¿qué distingue «Crucero» de los demás Aslan?, la respuesta es: que pone el interruptor de la ansiedad en No. Baja ese pequeño indicador hasta situarlo en cero. Algo que no hace Aslan «Básico», porque en el funcionamiento cotidiano es deseable un moderado nivel de ansiedad. Yo, por ejemplo, estoy ahora con el «Básico», porque me toca trabajar (Franzen, pp. 379-380).

El Gunnar Myrlal, el crucero donde viajan la pareja de ancianos Lambert, de la Nordic Pleasurelines, es uno de los pasajes más interesantes del libro, con tributos a los autores europeos, donde las situaciones de los personajes a bordo orbitan en delicadas anécdotas y reflexiones sobre la angustia. Los huéspedes se reúnen a comer en el Salón común Søren Kierkegaard; está la Sala de Lectura Knut Hamsun, las salas Esfinge y Strindberg dedicadas a los juegos de azar, y el Bar Lagerkvist, donde Enid, junto con otra conocida, Sylvia, son atendidas por un enano con casco de cuernos y chaleco de cuero, quien logró convencerlas de que tomaran akvavit de frambuesa. Puras referencias literarias. Los tripulantes del Gunnar, casi todos mayores retirados, reflexionan sobre la tristeza, la soledad y la muerte:

El ex vicepresidente de Control de Calidad volvió a colocarse las gafas en su sitio de la nariz y miró a Alfred.
—Me gustaría saber si la razón de que estemos tan deprimidos está en la ausencia de fronteras. Ya no podemos seguir creyendo que hay a sitios donde nadie ha estado nunca. No sé si no estará creándose una especie de depresión colectiva, en el mundo entero (Franzen, p. 389).

…nuestra cultura otorga demasiada importancia a los sentimientos, […] que hemos perdido el control, que no son los ordenadores quienes están convirtiéndolo todo en virtual, que es la salud mental. Todos andamos empeñados en corregir nuestras ideas y en mejorar nuestros sentimientos y en trabajarnos las relaciones y la capacidad para educar a los hijos, en vez de hacer como se ha hecho toda la vida, es decir, casarnos y tener hijos y ya está […] Nos estamos dando con la cabeza en el último techo de la abstracción, porque nos sobran el tiempo y el dinero […] De modo que […] hemos dejado de estar de acuerdo en cuanto a qué es lo importante en esta vida. (Franzen, p.365)

¿Los hijos pueden corregir los errores de sus padres? ¿De qué manera ejercemos un laborioso trabajo de corrección sobre los hijos? Lo que se descubre sobre uno mismo cuando se educa a los hijos no es siempre agradable o atractivo. Pasamos mucho tiempo corrigiéndonos y corrigiendo a otros de manera a veces desconsiderada, para luego darnos cuentas que muchas cosas que dejamos por sentada las hicimos mal, todo lo que hemos hecho estuvo mal, y encima seguimos haciendo las cosas mal, y hacemos de la vida una versión falsa de lo que creímos haber corregido en otros y en nosotros. Queremos con insistencia corregir eso falso de nosotros, para evitar la espesura que convive a veces en nuestras rutinas de mentira, aplazando con cinismo la única y compleja corrección de nosotros: la corrección verdadera, la que nos hace seres auténticos dignos del error.

El tiempo pasa y tenemos que asumir después las consecuencias de tantos aplazamientos y demoras, padres e hijos, pensando ya muy tarde que se estuvo cerca, demasiado cerca de la corrección, sacando cuenta de los inventarios, de los sacrificios que llevó todo eso, pero que realmente nunca se hizo tal reparo. Honestamente, uno piensa que hay padres que no deberían existir, pero esas referencias son necesarias para asimilar lo complejo del asunto, y que el mundo afortunadamente no es como nos parece, sino que es como es, resultado de tantas empresas arduas de corrección, presente en nuestras economías patéticas, instituciones ortopédicas, rayados y semáforos, leyes domésticas, publicidades enervantes y manuales místicos, garantías posibles de felicidad, de soluciones provenientes de lineas de ensamblaje.

Conducimos nuestra vida en función de las correcciones, y el mundo se forja en la reducción de esos pequeños detalles, los regaños, las humillaciones, tantos silencios confusos de nuestras actitudes supuestamente neutrales ante una situación, de una manera de comunicarnos para hacer una observación de cualquier forma de corrección. Casi siempre la comunicación familiar es el resultado de un fracaso a la hora de comunicarse, basta solo un gesto y detalle impreso en alguna frase sencilla, en alguna cosa no dicha, para mandar abajo todo eso que pensamos se había corregido. Pero sucede que en los mejores momentos familiares, tal vez en los menos deprimentes, los que quedan en las anécdotas valiosas que pueden comentarse en voz alta, tratamos de comprender eso que anteriormente no supimos ver, y que luego de tanta divagación facturada en años, buscamos con suma discreción corregir una vez más.

Alexander JM Urrieta Solano

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La especie humana dominaba la tierra y aprovechaba este dominio para exterminar otras especies y calentar la atmósfera y, en general, estropearlo todo, modificándolo a semejanza del hombre; pero también pagaba su precio por tales privilegios: que el cuerpo animal de su especie, finito y concreto, contuviera un cerebro capaz de concebir lo infinito, y ansioso de serlo.

Llegó un momento, sin embargo, en que la muerte dejaba de ser quien imponía la finitud para trocarse en la última oportunidad de transformación radical, el único portal practicable que conducía al infinito.

Referencia:

Franzen, Jonathan. (2012). Las Correcciones. España: Salamandra

Paprika y la interpretación de los sueños

Anoche tuve un sueño. ¿O debiera decir una pesadilla? Una pesadilla es algo que se eleva del subconsciente al inconsciente, plagado de sobresaltos y desazón, para castigar o asustarnos. Pero lo que me sucedió anoche fue un presentimiento frenético de felicidad. Si pienso en ello como una pesadilla es porque, contrariamente a los sueños comunes, que se elevan y desaparecen en las sombras, este era profundo y claro, y permanece todavía conmigo en lugar de desvanecerse.

Nietzsche – Mi hermana y yo

Siguiendo el mapa de lecturas de la cuarentena terminé la novela de Paprika, del escritor japonés Yasutaka Tsutsui, publicada en 1993. Tanto Paprika como otras novelas de Tsutsui han sido adaptadas al manga. También hace ya unos años había visto la película animada de Paprika, estrenada en el 2006 y dirigida por Satoshi Kon, cuya adaptación del libro es muy fiel a la trama, aunque siempre hay que tomar en cuenta que no hay acciones totalmente fieles en las artes. Tanto el libro como la película son gratas experiencias por igual.

En el Instituto de Investigaciones Psiquiátricas de Tokio se desarrollan tecnologías para el tratamiento de pacientes mediante la interpretación de sus sueños. Los principales investigadores del instituto son la doctora Atsuko Chiba y el doctor Kosaku Tokita, ambos nominados al premio nobel de fisiología y medicina por sus aportes al estudio de la psique humana. Tokita ha creado un dispositivo para introducirse en los ciclos REM de los enfermos mentales, el mini-DC, con el que mediante la terapia puede modificar sus comportamientos y aliviar trastornos.

La trama se dispara cuando empieza a correrse el rumor de que la esquizofrenia es contagiosa. Se presume que durante los tratamientos los terapeutas pueden asimilar los sueños dementes de los pacientes más crónicos.

En realidad no era cuestión de formación, sino de…fuerza mental. Algunos tenían lo suficiente para ser terapeutas, pero no para adaptarse a los sueños de los enfermos o transferir emociones en su subconsciente. Si intentaban hacerlo, corrían el peligro de quedar atrapados en la psique del enfermo, incapaces de volver al mundo real. (Tsutsui, 2011, p. 21).

Se mezclan rivalidades científicas para tomar el control de los sueños. Durante la novela estos se confunden con la realidad y llevan a los personajes a la atrofia de sus capacidades como doctores, y de poder dormir con normalidad. Hay todo un conflicto de ética en donde se cuestiona el uso de la tecnología en detrimento de las formas tradicionales aplicadas a los pacientes, mediante la terapia clásica del psicoanálisis. Lo que despierta rabias intelectuales, rencillas típicas en ambientes académicos, donde el genio despierta la envidia de los fracasados. Hay una repulsión de los antagonistas de la novela hacia Tokita, el genio creador, que detrás de su excesiva gordura, esconde un malestar de deseos reprimidos.

Los diversos traumas que poseía ese monstruo de la naturaleza lo había sublimado en un talento científico sin precedentes en la historia. Pero era un talento en crudo, desprovisto de ética o de moralidad. Las frustradas pulsiones sociales y sexuales de ese hombretón estaban por completo dirigidas a la elaboración de invenciones inhumanas (Tsutsui, 2011, p. 135).

Paprika, alter ego de la doctora Chiba, es la detective de los sueños. Su figura despierta un interés enorme en las personas que trata. Hay un componente lúdico en la novela en el tratamiento del erotismo a través del morbo que expresan los personajes. Los deseos sexuales, la ansiedad y la desesperación levantan escenarios oníricos donde Paprika transita y registra los sueños en una grabadora que en la realidad reproduce como una película.

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El autor hace breves paradas para comentar temas sobre teorías del psicoanálisis, los conceptos de la depresión y la angustia, vistas como casos clínicos que pueden analizarse desde la interpretación de los sueños, como en el caso del paciente Tatsuo Nose, un empresario que quiere ubicar el origen de su neurosis de angustia.

La angustia forma parte del ser humano. Heidegger la consideraba un mal necesario. Cuando seas capaz de domesticar esa angustia y encuentres una forma de convivir con ella o, incluso, de utilizarla, ya no necesitarás tratamiento alguno. Entonces conocerás la causa de tu ansiedad (Tsutsui, 2011, p. 38).

Otro de los personajes es Toshimi Konakawa, un policía que sufre de una depresión severa. A pesar de los éxitos obtenidos en una carrera profesional, la tristeza siempre proviene de otra parte. Me dio la impresión como lector que el autor hace un análisis sobre la obsesión que provoca la búsqueda del éxito y la perfección en las personas, las rivalidades laborales que definen la división de los oficios, y que al no obtener ni cumplir algunas expectativas, sin darnos cuenta, sucumbimos ante la frustración.

Un perfeccionista. La típica personalidad propensa a la depresión. Los perfeccionistas se ponen expectativas muy altas sin motivo. Trabajan para alcanzar metas inalcanzables y asumen demasiada responsabilidad. También intentan hacer demasiadas tareas al mismo tiempo con un alto nivel de calidad y, cuando se les dice que se exigen demasiado a sí mismos, contestan que no pueden trabajar de otra manera. Y siguen convencidos de que deben sacar todas esas responsabilidades adelante (Tsutsui, 2011, p. 153).

Una característica de las personalidades con tendencia a la depresión es la obsesión por el orden, y eso denota cierta debilidad de espíritu. La depresión hace que quien la sufre tienda a batirse en retirada cuando hay una pelea o si aparece una colisión de personalidades. Paprika pensó que su paciente no podía realizar su trabajo en esas condiciones. Salvo que con los delincuentes fuera más agresivo (Tsutsui, 2011, p. 157).

La obra de Tsutsui es una exploración de los trastornos más comunes de las sociedades modernas. La detective de sueños despierta deseo y morbosidades en lo demás, tal vez por su gran atractivo, del mismo modo que impresiona exponiendo sus métodos y experiencias en el desempeño de su profesión terapéutica, evocando a los autores de la tradición psicoanalista: desde Sigmund Freud hasta Carl Gustav Jung. Entre sus explicaciones toma el concepto de Endon, propuesto por el psiquiatra Hubert Tellebanch en 1966, que habla de la región del individuo donde convergen lo psicológico con lo biológico.

Paprika ya había experimentado cierto éxito en el tratamiento de la depresión con los aparatos PT. Su método consistía en identificar mediante el psicoanálisis el estado en el que habían vivido los pacientes antes de que aparecieran los síntomas clínicos de la depresión. Luego calculaba el punto en el que el llamado «estado de orientación del endon» provocaba una fluctuación, es decir, el punto en que perdía su estabilidad y equilibrio. El endon existe en una dimensión mixta, que no es mental ni física, de ahí que sea tan frágil. Por eso la depresión se llama también «melancolía derivada de los endones» o de la «endocosmogenidad», porque esta región sutil de los individuos participa de la naturaleza en su sentido más amplio (Tsutsui, 2011, p. 156).

Hay en Paprika un juego de representaciones de la pesadilla y el tratamiento del mal. El terror está en los sueños y los miedos de otros, que se mezclan y saltan del espacio onírico al real, y lastiman a quien se atraviese en ellos. Salen de los sueños personajes de mitología griega, arquetipos diabólicos de tratados de demonología y folklore japonés. Ya una vez llevado todo al extremo ambigüedades de cualquier clase son permitidas en la metaficción.

Algo estaba pasando. La gente sospechaba y quería saberlo pero, al mismo tiempo, tenía la vaga intuición de que querer saber era peligroso. Se estaban habituando a una presencia ominosa o a un estado mental concreto. No tenían medios para protegerse de la insidiosa propagación de la locura y, cuando perdían la cordura en la calle, era difícil saber si se debía a algún acontecimiento que acababan de vivir o a no haber podido resistir el constante goteo de pequeños sucesos absurdos. Muchos de estos sucesos solo se percibían de manera individual –como que aparecieran distorsionados los dígitos en un reloj de pulsera o que el rostro de una madre se cambiara, por un instante, por el de una foca– y podían ser suficientes para activar la locura en la gente. Las dolencias que se desencadenaban iban desde un complejo de inferioridad a otro de Edipo, pasando por todo un abanico de perversiones sexuales; los fantasmas de dichos trastornos se aparecían en las pesadillas de quienes los sufrían, irradiándose a su vez al exterior y generando nuevos enfermos. Así se estaba creando una cadena de montaje de la locura (Tsutsui, 2011, pp. 336-337).

La novela se lee con mucha facilidad. Me pareció que el autor japonés hace los saltos de una cosa a otra con bastante maestría, de la manera que narra una historia fantasiosa, en el fondo de la trama va dejando que el lector reflexione sobre temas como la intimidad, el erotismo, los deseos frustrados y la locura. La memoria como materia prima de los sueños, que nos permite concebir la posibilidad de existir en ellos estando ausentes en la realidad.

Los sueños suelen ofrecer pistas para resolver crímenes. Las pesadillas son caras de los mismos sueños, en versiones más desesperadas de nuestro interior, orquestadas con el miedo que nos define mejor. Los sueños son sucesiones de imágenes que parecen reclamos del inconsciente, y el esfuerzo por indagar más en ellos permite recordarlos. Es preciso hacer un seguimiento de sus significados, indagar en la memoria, en esa burla diabólica y vergonzosa, que atraviesa nuestras vidas y que empieza desde la infancia.

No se trata de que los sueños nos digan lo que ocurre afuera con exactitud, o que nos  den alguna noción clara de lo que sucederá; se trata de ver si esos sueños pueden servir para averiguar un poco más acerca de lo que acontece en nosotros, dentro de esa compleja máquina que es el cerebro, que hace de lo inverosímil posible mientras estemos dormidos.

Uno podría ponerse a pensar qué sería del mundo si se lograra por medio de prótesis controlar los sueños y dirigirlos. Si acaso ya estamos siendo discretamente manipulados dentro de un sueño profundo, del que todavía somos incapaces de despertar.

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Alexander JM Urrieta Solano

Referencia:

-Tsutsui, Y. (2011). Paprika. España: Atalanta.

 

El Cuaderno de Blas Coll (Fragmentos)

En un remate de libros que nadie quería encontré por un precio absurdo «El cuaderno de Blas Coll», del caraqueño Eugenio Montejo.

Siempre en los encargos que me ha tocado hacer para otros este autor es muy difícil de conseguir. Pasé mucho tiempo buscando sus poemas para un cliente, y nunca me imaginé encontrarme con este libro que para mayor asombro estaba firmado por el autor: «A Irama y Carlos Tortilero, con el viejo afecto y la amistad de Eugenio Montejo, Caracas, 30.III.1981». Hay una extrañeza dentro de esos libros que el azar nos pone en nuestra ruta y que están dedicados a otras personas. Uno lleva en sus manos un artículo que parece venir de un relevo fantasmal, de un inmenso descuido, o simplemente un olvido. El libro vive un proceso de transmigración de alma, el azar lo conduce a su siguiente lector potencial.

La voz heterónima de Blas Coll adentra al lector en las reflexiones de un tipógrafo rural, que durante se estadía en Puerto Malo, se encaminó en la empresa del diseño de un nuevo lenguaje, una nueva forma de nombrar las cosas. En una parte hace mención del día que inventó la vocal @, «cuya pronunciación exacta nos es por desgracia desconocida». El cuaderno es un ejercicio de transcripción fallido que deja en el lector un tremendo enigma sobre nuestro idioma, cada más esotérico, difícil, e incompresible.

El cuaderno comprende una serie de inquietudes sobre nuestra forma de comunicarnos, y el lenguaje como el paisaje en donde nacen y se dan las cosas. Blas Coll, deja en hojas de plátano y márgenes su mensaje fragmentario y algebraico.

Antes de entregar el Libro, con mucho dolor, al cliente que solicitó mis servicios, hice unas notas apresuradas de lo que más me gustó en mi cuaderno de espiral. El libro puede leerse en un viaje caluroso de metro. Tal vez no lo vuelva a ver:

La palabra del hombre tiende en secreto a una extensión máxima de dos sílabas, aunque su ideal expresivo sea siempre la unidad monosilábica. Una sola sílaba traduce cabalmente el esfuerzo de un paso sobre la tierra. Se corresponde con la distancia imaginaria a que nos situamos de todo objeto, hecho o acción. Pero debemos conceder que se juzgue más natural servirse no sólo de un pie, sino de ambos, es decir, que se procure emplear el mayor movimiento posible sin repetición: sístole y diástole del corazón humano. Al nombrar una cosa con tres sílabas ya estamos añadiendo un paso de más que fatiga la imaginación.

***

Me río de los políticos que quieren ordenar las cosas de los hombres sin tocar su lenguaje. Tratan de ignorar adrede que las falacias de sus leyes es de índole lingüística más que jurídica.

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Una conversación -reza otro de sus fragmentos- plantea un movimiento verbal parecido al de una partida de ajedrez, de modo que es fácil señalar, al primer movimiento de los labios, si se está en presencia de un gran maestro o de un mero aficionado.

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No veo por qué el sustantivo verbal no ha de ser siempre el mismo que la primera persona de indicativo del verbo del cual derive: Un pienso, en vez de un pensamiento, pues no decimos un soñamiento sino sueño. Así también: un miro (por una mirada), un sufro (por un sufrimiento), etc.

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Cada lengua concibe una idea diferente de Dios. La forma de su representación, por abstracta que sea, no se desliga nunca de las letras con que la palabra Dios se escribe en esa lengua. Quien niega esta verdad, niega el poder mágico de las letras, y la forma en que estas operan sobre la imaginación de los hombres.

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Muchos se proclaman ateos ahora que Dios ha dejado de ser una moda. Nadie teme, a estas alturas del mundo, ser acusado de hereje, a no ser que se trate de las nuevas religiones políticas, sobre las cuales nada diremos por ahora. Y sin embargo, si lo miro bien, creo que el único hereje verdadero de estos tiempos soy yo. Al anunciar una lengua nueva, anuncio también, y todos lo saben, dioses inéditos.

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Los hombres son fatalmente conservadores, no hay más que verlos cómo reaccionan ante el lenguaje. En todo tiempo se hallan prestos a demoler el mundo, para rehacerlo de cabo a rabo, aunque ello no sea más que engendro de su hastío metafísico. La lengua muestra, en cambio, con cuánta comodidad se adecúan a la indolencia de antiguas formas. «Pueden meterse con todo, pero no toquen lenguaje», decía el terrible Voltaire.

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En un enunciado de cualquier lengua debe leerse la posibilidad expresiva más adecuada entre pensamiento y palabra, por lo que toda frase es una tentativa siempre perfectible. Es lo que tengo por expresión abierta, probada por la corrección y conveniencia del uso diario. Si algo puede ser dicho de un modo más conciso y eufónico, esta segunda fórmula se impone más naturalmente sobre toda otra menos perfecta, y ha de preferirse hasta que no se halle equivalente más eficaz. Se comprende así por qué los poetas, y no los académicos, son los mineros del idioma.

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Toda frase debe reproducir en su construcción, tanto como sea posible, la forma de gravitación de los astros que conocemos. El sujeto debe rotar como el sol.

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Un pensamiento es tanto más verdadero si lo que expresa puede ser representado sin palabras en nuestra conciencia. El hábito verbal le agrega un peso tal a toda idea, que casi nos es imposible salir de las palabras para pensar. Y, sin embargo, el ajedrecista puede concebir una variada serie de movimientos de formulaciones no verbales, del mismo modo que el músico concibe una estructura puramente tonal. Se me da así clara la diferencia entre prosa y poesía, siempre confusamente planteada. Prosa es toda representación de conceptos; poesía, en cambio, es imagen pura, acecho de la palabra desde la zona de nuestra mente no contaminada aún de verbalidad

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El cambio más importante en nuestra vida, del cual dependen casi todos los otros, será posible cuando dispongamos de una lengua que estimule el conocimiento no sólo por medio de ella, sino especialmente liberándonos de sus formas. Que el lenguaje sea el pensamiento, pero que nuestro pensamiento no desdeñe otras vías no implicadas en los hábitos lingüísticos y por ello más allá de este, tal como suele darse en algunos sistemas especializados: matemáticas, lógica simbólica, etc. Siendo que estos sistemas se hallan hoy suficientemente difundidos, sorprende que su influencia en los hábitos del pensamiento cotidiano aparezca tan reducida.

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El infierno debería ser esdrújulo.

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Los refranes y decires anónimos, hermosos y sintéticos, son las botellas que arroja al mar cada idioma de tiempo en tiempo.

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La estructura de la oración debería de variar con el transcurso del día, para señalarnos del modo más preciso el registro del tiempo. No conviene hablar por la mañana del mismo modo que lo hacemos por la noche.

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Zerópolis

Hay que escribir sobre un libro que nos guste. Quiero convertir esta activad en un hábito de mayor seriedad. Siempre al terminar un libro se puede llegar a tener una sensación de alivio, una alegría muy personal, de plenitud porque tal recorrido lo vamos a conservar siempre. Eso depende si el libro resultó ser de nuestro agrado. Creo que he tenido la suerte de haber disfrutado todos los libros que han llegado a mis manos, salvo contadas excepciones, pero eso no es algo que tenga que escribir. Más que una reseña lo que uno puede hacer es hablar de su experiencia con el libro. No pretendo hacer una crítica literaria. Solo compartir mi vivencia personal como lector.

Después de casi tres años de búsqueda pude disfrutar de la lectura de un ensayo de Bruce Bégout: Zerópolis (Anagrama, 2007). Quizá uno de los mejores libros que leí este año. Creo que cumple con un tipo de libro que puede ser recomendado para todos: es corto y se lee muy rápido, pues se trata de un libro que dentro de la sencillez de su prosa expone grandes complejidades desde un enfoque poético, muy al estilo de una referencia literaria cercana: Las Ciudades Invisibles de Italo Calvino. El autor parte de un enfoque fenomenológico, una filosofía de la experiencia para exponer una visión de la ciudad de Las Vegas: «superpotencia del consumismo frenético, emblema del entretenimiento pueril, templo de la tiranía ludócrata…un simulacro urbano inmenso y hueco».

El estudio fenomenológico de la ciudad de las Vegas es un punto de apoyo para reseñar cualquier ciudad contemporánea. Las Vegas se alza como referencia máxima y final de todas nuestras ciudades modernas en su posible último estado, que raya en el paroxismo de las experiencias sensitivas y simbólicas, la exaltación exagerada de una parodia urbana. Las Vegas se presenta como una ciudad en medio de la nada, construida en medio del desierto expresa el sentido megalómano de los hombres por levantar cosas desde la nada. Ozymandias.

La ciudad está ubicada en el desierto de Nevada. Lugar que durante un tiempo estuvo destinado a constantes ensayos atómicos que le dieron el título honorífico de Nuclear state.

En los años cincuenta, los casinos aprovecharon la proximidad geográfica de los ensayos nucleares para convertirlos en emblema de la ciudad: veladas atómicas, cortes de pelo atómicos (atomic hairdo), coctéles atómicos. Ignorando los riesgos de la radiación nuclear (el gobierno federal no los reveló oficialmente más que a comienzos de los años sesenta), algunos hoteleros llegaron incluso a organizar picnics en el norte de la ciudad para asistir en directo al espectáculo de las terribles explosiones en forma de seta. Por su parte, en 1953, el Atomic View Motel garantizaba en sus folletos una vista impecable, desde cualquiera de sus habitaciones, sobre el fenómeno (Pág.15)

Es un hecho curioso que la bomba atómica simbolice la destrucción del último mito válido de la modernidad: el sol. Elías Canetti escribió en 1945 que tras los eventos de Hiroshima y Nagasaki la luz solar es destronada por el poder nuclear. El hongo atómico se ha vuelto la medida de todas las cosas. Lo pequeño ha triunfado sobre la inmensidad indescriptible: una paradoja de poder. Y es más curioso que durante un tiempo miles espectadores se reunieran en terrazas de hotel, en medio de un desierto, para contemplar con cierto deleite radiactivo la fiesta de la insignificancia humana. Nuestra capacidad destructiva, engendrada en la religiosidad del progreso, la ciencia y la razón.

Ciudad de régimen ludocrático. Destinada única y exclusivamente al consumo de diversión, por medio de la irritación por imágenes y luces de neón. «Pozo de energía, devoradora y risueña, la ciudad del juego se ha situado bajo el doble símbolo de la electricidad y del átomo, de la onda y del choque». Ella habita cómoda en nuestras mentes, y se expresa en nuestros gestos y aspiraciones ordinarias. Todas las ciudades aspiran ser como Las Vegas.

No estoy seguro de que si me quedara aquí durante meses, recorriendo la ciudad hasta sus más minúsculos intersticios, participando en todos sus eventos festivos y oficiales y nutriéndome sin moderación de sus baratijas irrealistas, llegaría a aprender algo más de lo que me han revelado mis primeras impresiones. Sofocadas las sensaciones violentas de las primeras horas, la ciudad se agota rápidamente. Además de los casinos y de los hoteles temáticos, pocas cosas hay para ver y menos aún por hacer. Todos los espectáculos se parecen en el fondo: variaciones alrededor de un parque de atracciones. Desde luego, no faltan las solicitaciones de toda clase. En cada recodo de la calle, los ganchos al servicio de los inmensos complejos de diversión que colindan con los casinos que proponen excursiones en barco al alba, fugas en diligencias de la época del Oeste perseguidas por una horda auténtica de apaches pintarrajeados, abigarrados y gritando como debe ser, o el descubrimiento aéreo del Gran Cañón en helicóptero, incluido desayuno con champán al borde de la sima, pero finalmente todo conduce a impresionar sin descanso en todos los sentidos hasta provocar una sensación de absoluta estupefacción (Pág. 59)

Es la irritación del instante. El visitante se encuentra sumergido en un constante bombardeo de imágenes y distracciones  que le impiden tener una noción clara de dónde está caminando. «Es preciso abstenerse de cualquier ironía de la distancia. Es ahí donde reside el poder primordial de la alucinación espectacular de Las Vegas: en convencernos de que es mejor no dejar de creer» (Pág. 81). El Strip de las Vegas, emblema de la ciudad en la que se concentra la descripción de Bégout, comprende una zona de casi siete kilómetros repleta de colosales y lujosos hoteles casino y luces neón. Estos complejos comprenden cadenas de restaurantes, espacios para toda clase de eventos musicales, pirotecnia y coreografías infinitas, donde todo gira en función de una actividad ancestral: el juego.

La experiencia lúdica y social propuesta en Las Vegas, con sus atracciones y sus espectáculos, sus casinos y sus cabarets, apenas cuentan en una vida. Una excitación pasajera de los sentidos, un frenesí de consumo de olvido que desemboca muy pronto en una náusea tenaz. Pero resulta significativo que, a pesar de su capacidad de hastío vertiginoso, la ciudad que nunca duerme logra siempre seducir de nuevo a los humildes y a los incautos, a los derrochadores y a los canallas. Después de todo, parece satisfacerse con ese estatus de ciudad superficial y hueca. Aunque es preciso añadir que ha construido todo un imperio sobre ese vacío. (Pág. 36)

Podemos pensar que la ciudad que vivimos ha hecho los mayores esfuerzos por convertirse en un parque temático. La vida mental de las metrópolis, desde el punto Zero, se encamina en la tarea de alcanzar un estado donde el consumo desmedido es la práctica religiosa que logra saciar todas nuestras necesidades materiales y espirituales. Donde las instituciones y tradiciones particulares o colectivas pueden ser llevadas a niveles de fetichismo y degradación. «Las Vegas se mofa de todo. Convierte toda realidad en escarnio. Sin preocuparse por la historia, tritura cualquier evento humano en un quimo electroquímico y paródico que no deja absolutamente nada intacto» (Pág.15). La cultura del cinismo que vivimos actualmente la podemos explicar en esta ciudad. Ella se extrapola a todas las ciudades que pretenden también superar sus propias distopías. Parte de la vida en la ciudad consiste en la idea de que uno se mueve con cierta libertad, cuando realmente la lógica de la ciudad es que está diseñada para conducirnos de forma totalitaria. El libre albedrío no existe.

La ilusión devora la realidad, el engaño jovial y colectivo se convierte en solidez y materia, pues, no hay duda, las atracciones existen. Ésa es precisamente una de las fuentes de placer de la fantasy en sí misma: pasa por verdadera. La ciudad juega tanto con sus propios espejismos que lo mantiene a distancia con una suerte de ironía trágica…la ilusión vampiriza la realidad o bien la realidad, nacida de la ilusión, desprecia todo artificio que no esté a la altura de su propia irrealidad. Expresado de otro modo, podría decirse que la verdadera quimera contenida en Las Vegas es la propia ciudad en sí misma y no los múltiples artificios que la componen. (Pág. 25)

La particularidad que tiene la Torre Eiffel es que puede verse desde cualquier parte del mundo. Así como París se convierte en un emblema de la modernidad, Las Vegas se convierte en un emblema de la banalidad. Y sin embargo esto no quita que la ciudad con sus propuestas nos resulte fascinante y nos idiotice con todas sus opciones estrafalarias. Parada obligatoria dentro de nuestro itinerario de viajero, de turista de imágenes, que contempla todo desde una sensación de benevolencia inducida por la misma idea artificial que sugiere el espacio.

Visitaremos Las Vegas como visitamos el Louvre o la National Gallery, con el mismo respeto exagerado por el genio de nuestros ancestros. Con la sola diferencia de que Las Vegas será su propio museo a cielo abierto. Nos inclinaremos hacia las vitrinas que reunirán las reliquias centelleantes que la sociedad del espectáculo de finales del segundo milenio dejó tras de sí…Todos los museos del mundo querrán desarrollar su propia colección de tubos de neón y letreros luminosos, poseer su sección con el sello Las Vegas, prolífica en máquinas tragaperras, en surtidores de estuco rosa caramelo, en puertas cocheras gigantes, como otros poseen su sección copta o fenicia…Al atravesar a paso las inmensas salas subterráneas de los casinos, al seguir hasta el final los múltiples espectáculos de luz y sonido, el echar un vistazo por doquier y sin tregua, a veces se tiene la impresión de que, tras la agitación incontrolable de Las Vegas, la momificación museística ha comenzado ya. (Pág. 75)

Todas las ciudades occidentales aspiran superar sus propias ficciones, para enmarcarse en el viaje a la hiperrealidad en donde la imaginación americana quiere ante todo buscar la verdad, y para eso necesita construir lo falso en un sentido absoluto. O como habrá dicho Umberto Eco en su Estrategia de la Ilusión, con relación a los museos: «donde los límites entre el juego y la ilusión se confunden, donde el museo de arte se contamina de la barraca de feria y donde la mentira se goza en una situación de “pleno”, de horror vacui» (Pág. 20). Eco hace una mención en relación en un apartado del libro que habla de la Ciudad de los autómatas. Las Vegas

posee una arquitectura totalmente artificial, que ha sido objeto de estudio por parte de Roberto Venturi, como un hecho urbanístico enteramente nuevo, una ciudad «mensaje», hecha toda de signos, no una ciudad como las demás, que comunican para poder funcionar, sino una ciudad que funciona para comunicar. (Pág. 61)

Las Vegas como gran espacio museístico del entretenimiento nos da la oportunidad de conectarnos con un pasado mágico sin tener que dejar de estar aquí. Es en principio la experiencia que brinda el museo. La repetición de la ciudad nos da la sensación de vivir atrapados en un loop eterno. Es llevar la rutina mecanizada hasta sus últimas consecuencias. No one does it better, cita el epígrafe de uno de los capítulos de Bégout, titulado Urbanidad Psicotrópica:

El terreno de juego de América. Antiguo lugar de la famiglia, Las Vegas se ha convertido en algunos años en el espacio favorito de las familias americanas. Vienen esencialmente al desierto de Nevada para divertirse un buen rato, para recibir, ellas también, algo de «polvo de neón» que produce el brillo de la vida y constituye, al final, hermosos recuerdos. La ciudad misma no es más que un gigantesco y continuo espectáculo. La tarjeta postal ha acabado absorbiendo toda la realidad y la ha expelido poco tiempo después como una papilla de iconos psicodélicos para la clase media: sensaciones extremas pero obtenidas por medios legales, seguros e inofensivos. Un trip en el Strip pero dentro de los límites de lo lícito. La aventura extrema sin peligro, la excitación total sin la angustia y el escalofrío absoluto sin el miedo; he aquí, en definitiva, la última discriminación social que ha producido América. (Pág. 64).

Libro de desencanto. Disección urbana. Zerópolis le ofrece al lector una visión perturbadora de aquella ciudad que por sus luces amontonadas puede verse desde el espacio. Es un libro que siempre su relectura parece decirnos algo distinto. El estado final de nuestras fantasías está en los contrastes oscuros de nuestras ciudades parque, todas buscan parecerse a otras, y en esa búsqueda de identidad los habitantes también encuentran el refugio en la diversión y en los enigmas que aguarda cada lugar. Libro altamente recomendado. Espero que esta reseña sirva como incentivo. Comparto con ustedes este cierre del libro titulado Vegas Vickie:

Con la regularidad de un metrónomo, la mujer de acero y de neones, la cowgirl ceñida en su sostén fosforescente, levanta la pierna eléctrica cada treinta segundos. Con sus ojos envueltos en oropel provoca a los transeúntes, que miran de reojo bajo sus faldas para ver si oculta algunas monedas que les permita recuperarse. Alta como un edificio parisino de cinco pisos, coloso femenino erótico-robótico, lanza guiños a la ciudad entera; puta celeste y mecánica que, al llegar la noche, se engalana con halos multicolores y calienta el propio desierto con sus maneras de chica fácil.

Con constancia, la Esfinge de Fremont Street vigila la entrada del downtown. Pero no debemos engañarnos: su aspecto seductor oculta una crueldad sin límites. Rodeada de pantallas donde desfilan sumas astronómicas, sus enigmas consisten en series de números incomprensibles que suministra con aplicación. ¿Se trata acaso de la suma que pide? ¿O de la que ofrece? Todo el mundo vacila. Al cliente que osa al fin desafiarla, le lanza una mirada cargada de codicia y desgrana sin emoción su rosario numérico. Sin embargo, nadie ha podido todavía pagar su precio. (Pág. 136)

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Alexander JM Urrieta Solano

Referencias:

-Bégout, Bruce. Zerópolis. España, Anagrama; 2007

-Eco, Umberto. La estrategia de la ilusión. España, De Bolsillo; 2012.

-Horrocks, Christopher. Baudrillard y el milenio. España, Gedisa; 2004