Solenoide

La novela del escritor rumano Mircea Cărtărescu me ha gustado bastante. En particular cómo aborda los elementos de lo diminuto y los va exponiendo en una extensa y descriptiva galería de anomalías, a su vez que cada página es un tratado de entomología, donde usando recursos verbales increíbles expone a los bichos raros de aquella ciudad de Bucarest, arruinada por el comunismo.

Empezando por el mismo narrador: un profesor de rumano, escritor frustrado que vive en una casa laberíntica en forma de barco, construida sobre un solenoide, un dispositivo físico capaz de crear un campo magnético sumamente uniforme e intenso en su interior, uno por donde el lector entra y levita, transita por un espacio onírico que se mezcla con los recuerdos, los sueños y el presente.

Escribe un diario. La escritura es el tatuaje que va cubriendo la desnudez. La vida banal del protagonista concentra los grandes conflictos de la existencia: la repetición y la insignificancia, los contactos inevitables con un mundo paranormal y subterráneo, donde convive con los monstruos de la infancia y lo que no se pudo ser. No solo las anomalías internas sino las externas. Ambas, imposibles de ver en medio de toda esa ruina, la atmósfera de todo el libro. Una ciudad astillada, fea y sucia, edificios con caries y hongos, comidos por las termitas y habitada por personajes extraños, pequeños ácaros que viven en soledad en el brazo del creador.

El solenoide es la tesis que permite que la narración exponga lo onírico y lo real. Llega un punto donde en realidad no importa si lo que pasa es un sueño de Dios, una proyección de dimensiones generada por un cósmico teseracto que compone uno de los tantos millones de teseractos de infinitas galaxias y aterradoras estrellas. Y eso me parece un logro de la estructura, sus exposiciones ramales, mezcla de los mejores géneros del psicoanálisis y la ciencia ficción.

Me impactaron muchas partes. En particular el sacrificio de Virgil. La entrega plena al sufrimiento, a una vida entregada a la obra. Virgil, líder de la secta de los piquetistas, ordena al tumulto para protestar en varios lugares de la ciudad, hospitales, cementerios y tanatorios, este último descrito en toda su inmensidad monumental deprimente, quizá la institución pública más importante de las sociedades que aplican sin descanso el negocio de la necropolítica. Los piquetistas no protestan contra gobiernos de turno, lo hacen contra el dolor y el sufrimiento, la vejez, la epilepsia, la enfermedad y la muerte.

«¿Por qué vivimos?», empezó Virgil, como hablando consigo mismo, pero su voz retumbó brutalmente en el silencio de la noche. «¿Cómo es posible que existamos? ¿Quién ha permitido este escándalo y esta injusticia? ¿Este horror, esta abominación? ¿Qué imaginación monstruosa envolvió la conciencia en carne? ¿Qué espíritu sádico y saturnino permite que la conciencia sufra, que el espíritu aúlle torturado? ¿Por qué hemos descendido a este cenagal, a esta jungla, a estas hogueras llenasde odio y furia? ¿Quién nos ha arrojado desde las alturas? ¿Quién no ha encerrado en cuerpos, quién nos ha atado con nuestros propios nervios y nuestras propias arterias? ¿Quién nos ha obligado a tener huesos y cartílagos, esfínteres y glándulas, riñones y uñas, pieles e intestinos? ¿Qué hacemos en este mecanismo sucio y blando? ¿Quién nos ha sellado los ojos con nuestros propios ojos, quién nos ha tapado los oídos con nuestros propios oídos? ¿Quién ha consentido el dolor, quién ha consentido los sentidos? ¿Qué tenemos que hacer con los racimos de células de nuestro cuerpo? ¿Con la materia que fluye por él como a través de un tubo de carne agónica? ¿Qué estamos haciendo aquí? ¿Qué tomadura de pelo es esta? ¿Por qué nadamos en ácidos que ulceran nuestra piel? ¡Protestad. protestad contra la conciencia enterrada en la carne!

»¿Por qué nos duele, por qué nos atormentamos, por qué nos desgarran cuchillas y flechas envenenadas? ¿Por qué nos arrancan el corazón, por qué nos atan, con la cabeza cubierta por una capucha negra, a la silla de tortura? ¿Por qué nos llenamos de ampollas al más leve soplo de viento? ¿Por qué nos ulcera incluso el roce del plumón del diente de león? ¿Por qué aullamos atormentados en la agonía de nuestras vidas y por qué el mayor tormento, el más difícil de soportar, es el miedo? El miedo a la pérdida, a la desaparición, a desprenderte de la propia corteza que dejas atrás, al dolor y al placer, a la vida y al sueño, al sexo y al pensamiento pero, sobre todo, a la araña del tamaño de cien universos que teje la ilusión en la que nos encontramos. ¿Por qué han permitido el miedo, por qué bebemos a diario la copa de veneno de araña del miedo? ¿Por qué el miedo es la sustancia del mundo en el que vivimos? ¡Protestad contra el miedo, protestad contra las deyecciones que enturbian la claridad!

»Minúsculos en vuestra nimiedad, micelios de una mota de polvo en el infinito, ¡protestad contra la desaparición de las conciencias! Es diabólico, es intolerable que un espíritu muera. Está más allá de los límites del mal que un ser comprenda su destino. Es cruel, bárbaro, inútil, traer un espíritu a este mundo, al cabo de una noche infinita, solo para hundirlo, tras un nanosegundo, en una nueva noche infinita. Es sádico ofrecerle por adelantado el conocimiento completo del destino que le espera. Es abominable matar a millones y millones, a generaciones y generaciones, a santos, criminales, genios, héroes, putas, mendigos, campesinos, poetas, especuladores, beatos, torturadores, a verdugos y víctimas a la vez, tanto a malos como a buenos, es melancólica y desoladora esta obra propia de un criminal en serie. Nuestro mundo se extinguirá, el universo se pudrirá junto con los otros millones de universos, pero el ser y el no ser durarán lo que dure la eternidad, como un mal sueño, como una infinita telaraña. Y nosotros, las perlas de este mundo, los cristales que deberían brillar eternamente, no estaremos jamás, jamás, por mucho tiempo que pase y por muchos desastres que sucedan en el infierno que es el mundo físico, en la mazmorra infinita de la noche. ¡Protestad. protestad contra la extinción de la luz!

Quisiera poder transcribir más, pero sería una insensatez de mi parte. Del texto marqué muchas citas. La galería de personajes es amplia, y uno es más impresionante que otro. Honestamente no me alcanzan las palabras para expresar mi alegría por haber llegado a este libro que llegó a mis manos por gestiones de contrabando. Libro trance y cargado de fuerte esoterismo. Las ideas contundentes sobre la condición humana, que transcurre en un instante, porque después de esto no podemos saber si hay algo más: Vivimos un nanosegundo en una mota de polvo perdida en el cosmos, me dije.

Leer es fabricar soledades. Hay autores, y pienso que son los que valen la pena, que al leerlos nos proponen un experiencia con el lenguaje. Autores de los que no podemos salir indiferentes. No podemos seguir siendo los mismos. Sucede esto en autores, que están expuesto en el Solenoide, como sólido marco teórico, de una fuerza vital en sus palabras: Dostoievski, Rilke, Kafka, Mann, Borges, Sábato, Hamsun. Solenoide propone esa clase de experiencia. Y parte de la experiencia de solenoide trata de la importancia vital que tiene la lectura como resguardo de la soledad, una que nos permite explorar otras posibilidades de la palabra.

…La sonrisa es una disposición especial de la materia, una arruga de nuestra boca, así como la conciencia es un posición especial de las sinapsis de nuestro cerebro. Todos somos una sonrisa del vacío y de la noche, una arruga de los aterradores, silenciosos espacios pascalianos. Somos una forma imposible del mundo aleatorio e infinito, somos la caída de canto de una moneda con un grosor tan fino que se corta a sí misma billones de veces por segundo. Esta autodestrucción continua es nuestra patética naturaleza.

Alexander JM Urrieta Solano

Publicado por

@LiberLudens

También los animales son ciudades.

Deja un comentario