El Expediente H

En 1933 dos filólogos estadounidenses, Milman Parry y Albert Lord, realizaron un viaje a Kosovo. Especializados en las formas de literatura oral se propusieron recopilar las epopeyas medievales transmitidas de generación en generación. De este suceso Ismaíl Kadaré publicó El expediente H. (1981),novela que narra la llegada de dos investigadores irlandeses asentados en Nueva York (Max Roth y Willy Norton) a las montañas del norte de Albania. Tienen como objetivo registrar por medio de un innovador magnetófono (retenedor de memorias) los poemas épicos albaneses recitados por los últimos rapsodas (lahutarë) de la región.

La misión de los folcloristas irlandeses es cotejar las versiones de los relatos épicos albaneses y las semejanzas que hay con los poemas épicos de la Ilíada y la Odisea. A través del registro de las variantes dadas por los últimos hombres homéricos se pretende descifrar el misterio de la existencia de Homero. La reconstrucción oral de la épica albanesa y sus vinculaciones con el enigma H. La novela tiene como tema central los vínculos entre la memoria y el olvido como medios de indagación de la genealogía de los relatos.

El rapsoda constituye la pieza esencial en la maquinaria de la epopeya. Cuya versión oral va modificando a partir de sus olvidos. “El rapsoda es a la vez editor y librero, y también bibliotecario, pero al mismo tiempo es más que todo eso: es a la vez coautor tardío y en calidad de tal posee el derecho de modificar el texto” (Kadaré, 2001: p. 55) .Capitalizar los recuerdos también implica la gestión del olvido de ellos, una reescritura perenne de los principios. En la literatura los testimonios sirven para reconstruir una memoria bajo tratamientos estéticos.

La relación entre estética y memoria, literatura y testimonio, permite abordar aspectos que la historia y los trabajos de la memoria, por compromisos ideológicos u oficiales, no contemplan. Los discursos del arte y la literatura recogen “vocabularios de lo incompleto”, le otorgan al recuerdo “volumen expresivo”, en otras palabras, permiten “recordar por los huecos de la representación, por las fallas del discurso social y sus lapsus; por todo lo que entrecorta la sintaxis ordenadora de las recapitulaciones oficiales con el fuera-de-plano de motivos truncos, de señales difusas y visiones trizadas” (Richard, 2002: p. 191).

Parry returned to Yugoslavia from June 1934 to September 1935 and was assisted principally by Nikola Vujnović (a singer from Stolac) and Albert Lord (a former student at Harvard and future curator of the Milman Parry Collection). During those 15 months, they collected over 12,500 individual texts, mostly in written form, but many of them recorded on double-sided aluminum discs. These sound recordings of poetic performances represent a significant milestone in the collection of oral poetry, since the recording device they used, which consisted of two turntables connected by a toggle switch, allowed Parry and his assistants to record songs without interruption and indefinitely by alternating between turntables.
Source: https://mpc.chs.harvard.edu/milman-parry-collection-1933-35/

Las voces fragmentadas de los rapsodas, ordenadas en un sistema literario, pueden ir más allá de los efectos narrativos de las lógicas oficiales. Presentando una nueva versión de la memoria para resolver el enigma del pasado. Los folcloristas presentan sus indagaciones mediante breves reflexiones de sus posibles hallazgos y conclusiones.

Según parece no se trata únicamente de un mero problema de memoria. Está vinculado con otro elemento básico de la epopeya oral: el mecanismo del olvido. El cual, a su vez, tampoco es simple olvido sino un proceso bastante más complejo. Puede tratarse quizá de un olvido involuntario, pero a la vez también deliberado. Un supuesto olvido que legitima la intervención (Kadaré,2001: p. 55).

El olvido ya no se trata de una capacidad limitada de la memoria humana, sino que forma parte integrante del laboratorio de producción de la misma épica. “En resumen, como en los seres vivos, se trata de una muerte que garantiza la continuidad de la vida” (p. 107). El olvido se reivindica como un proceso no solo terapéutico sino también como un vínculo con el poder. Aquel que controla el pasado es capaz de editarlo, manipularlo. El olvido es la otra cara de la moneda. El olvido también es la dimensión donde habitan los destellos y las elipsis. En la medida que los rapsodas eliminan también añaden, alteran, en pequeñas o grandes claves, la versión de los relatos.

Estas observaciones hace a los folcloristas preguntarse por el índice de merma por unidad de tiempo que cambia en cada registro oral. Cuánta información se añade y se pierde en un periodo de diez semanas, diez años, un siglo, un milenio. Para los investigadores dichas variaciones no son más que “omisiones anteriores, corregidas después por el rapsoda, de igual modo que los olvidos no son más que adiciones transitorias que el rapsoda, por razones probablemente desconocidas para él mismo, decide excluir nuevamente del texto, y así sucesivamente, hasta el infinito” (p. 108).

En 1960 Albert Lord publicó The Singer of Tales. Allí analiza la tradición oral como teoría de la composición literaria y sus aplicaciones a la epopeya homérica y medieval. Tomando como referencia el trabajo previo realizado con Parry, grabando a los poetas balcánicos declamando, expone un conjunto de reflexiones sobre el impacto de la narración oral y su transición a la escritura.

Lord plantea que los relatos orales de los rapsodas son de naturaleza fluida, imágenes que acontecen, como el poema, en el instante del presente, por lo que cualquier registro escrito que tengamos de ellos solo nos puede dejar una interpretación (residual) de ellos. Lord parte de la definición que Parry hizo sobre la fórmula oral: conjunto de palabras usadas bajo unas mismas condiciones métricas, y que sirven para expresar una idea en cuestión. El rapsoda aprende a contar la epopeya no solo por un acto de repetición, también asimila estás epopeyas como si se tratara de un lenguaje vivo, establece un vínculo congénito con el relato; vida y memoria habitan dentro del relato. Con esto se podría explicar la capacidad que tenían dichos rapsodas, que recorrían grandes distancias de un sitio a otro, tuvieran la capacidad de memorizar e interpretar cuentos tan extensos; y sin embargo el rapsoda no cuenta la historia dos veces con las mismas palabras. Es el índice de merma que varía cada relato contado una y otra vez en el paso del tiempo. Lord entonces nos dice:

«…every performance is a separate song.»

[…cada interpretación es una canción aislada]

«What is important is not the oral perfor­mance but rather the composition during oral performance.»

[Lo que importa no es la interpretación oral, sino más bien la composición durante la interpretación oral]

«One of the reasons also why different singings of the same song by the same man vary most in their endings is that the end of a song is sung less often by the singer.»

[Una de las razones por las que diferentes interpretaciones de una misma canción cantadas por un mismo hombre varían, mayormente en sus finales, es porque el final de la canción es interpretado con menos frecuencia]

«… About three stages of learning for the singer: (A) period of listening and absorbing; (B) period of application; (C) period of singing before a critical audience.»

[Acerca de los estados de aprendizaje del poeta oral: (A) periodo de escucha y absorción; (B) periodo de prueba; (C) periodo de interpretar ante un público]

«The fact of narrative song is around him [= the singer] from birth; the technique of it is the possession of his elders, and he falls heir to it. Yet in a real sense he does recapitulate the experiences of the generations before him stretching back to the distant past. From meter and music he absorbs in his earliest years the rhythms of epic, even as he absorbs the rhythms of speech itself and in a larger sense of the life about him. He learns empirically the length of phrase, the partial cadences, the full stops.»

[Es un hecho que la canción narrativa lo rodea [= al rapsoda] desde su nacimiento; la técnica del canto es posesión de sus mayores, y él la hereda. Sin embargo, en un sentido real, él rememora las experiencias de las generaciones anteriores a él, que se remontan a un pasado lejano. A partir de la métrica y la música, absorbe en sus primeros años los ritmos épicos, al igual que absorbe los ritmos del habla misma y, en un sentido más amplio, de la vida que lo rodea. Aprende empíricamente la longitud de la frase, las cadencias parciales y las pausas completas]

«…we cannot correctly speak of a ‘variant,’ since there is no ‘original’ to be varied!»

[…no podemos hablar correctamente de una ‘variante’, ya que no hay un ‘original’ que pueda variarse]

«Usually the rhythms and melodies that the youth learns at this period of initial specific application will stay with him the rest of his life.»

[Generalmente los ritmos y melodías que el joven aprende en este período de aplicación específica inicial permanecerán con él por el resto de su vida]

«And the picture that emerges is not really one of conflict between preserver of tradition and creative artist; it is rather one of the preservation of tradition by the constant re-creation of it.»

[La imagen que nace (del poema) no es un conflicto entre la preservación de la tradición y el artista creativo; es preferible preservar la tradición mediante la constante re-creación de la imagen]

¿Qué vínculos hay entre la novela y el ensayo? ¿Cómo recrean el interés por las memorias y los olvidos?  La memoria es una facultad para resistir, preservarse. En la novela hay implícito no solo una demanda social del pasado, sino también el deber de memoria, un deber de los descendientes, la urgencia de reconstruir, “recordar el pasado como un presente, volver a él para reencontrar en las banalidades de la mediocridad la forma horrible de lo innombrable” (Augé, 1998, p.102).

La historia nace y se destruye en la oralidad.

La obra literaria es un mecanismo del recuerdo.

El texto nos recuerda que el pasado es un terreno de disputas.

Kadaré plantea los vínculos inseparables entre la capacidad de producir una forma de memoria en función de aquello que se olvida. Los rapsodas albaneses son capaces de ir más allá de las verdades oficiales impuestas por fuerzas estatales, conformando una forma de memoria autónoma en donde los cantos son la respuesta al enigma de Homero, al problema de la memoria como vínculo común entre los seres humanos que buscan dar con una mejor comprensión del presente desde el pasado. La memoria y el olvido son necesarios para nuestra asimilación del paso del tiempo. Es precisamente mediante ambos actos que el recuerdo se convierte en un hecho consumado y, sin embargo, un acto imperfecto y necesario.

«Multiformity is essentially conservative.»

[La multiformidad es esencialmente conservadora]

«The habit is hidden, but felt.»

[El hábito está oculto, pero se siente]

Alexander JM Urrieta Solano

Referencias:

Augé, M. (1998). Las formas de olvido. Gedisa

Kadaré, I. (2001). El expediente H. Alianza Editorial.

Richard, N. (2002). La crítica de la memoria. Cuadernos de Literatura, 187-193.

Páginas de consulta:

A personal checklist of memorable wordings in Albert B. Lord’s The Singer of Tales

(Agradezco en particular al autor de este enlace, Gregory Nagy, del cual tomé los extractos del libro de Lord. Su selección me ha parecido grata y pertinente para complementar la lectura de la novela de Kadaré. Ignoro si existe alguna edición en español de Singer of Tales. Por otra parte, me disculpo quizá por las traducciones hechas por el administrador de esta página, las cuales pueden ser defectuosas)

The Milman Parry Collection, 1933–35

El palacio de los sueños

Un gran escritor es aquel que asume una herencia para integrarla de la mejor manera en la tradición de la literatura—sea trasnacional, global, universal o multiétnica. El trabajo de una herencia luego se vincula a una literatura que permite el desarrollo de un estilo, teniendo como mayor logro la capacidad de hablar de una particularidad local para un modo universal. Kadaré sin duda es un escritor que ha logrado ese estilo personal, ofreciendo una obra incómoda y compleja, plagada de guiños sobre la tradición de los Balcanes: una historia fabulada de Albania. El palacio de los sueños me ha parecido un libro hermoso, pero también profundamente triste. Es inevitable vincular lo que el libro va narrando con alguna situación personal, de sentir que el libro habla de algo que vivo como lector en otro mundo lejano y ajeno.

Una de las mayores virtudes que tiene la literatura es que permite acceder al conocimiento de la existencia de otros mundos en el territorio de la conciencia. Nos ayuda a experimentar otras formas de vida que siendo inevitable transforman nuestra manera de mirar la realidad, cambia nuestra forma de ver la cosas que conviven en nuestro andar, rodeado de objetos cotidianos confusos que alteran nuestros delicados estados de ánimo. Me parece que los grandes textos otorgan esa recompensa al lector: la de enseñar a ver. Abogo por un elogio de la dificultad, la lectura de libros difíciles. El mejor texto es aquel que se me presenta como un problema-río. En otras palabras, un libro que me haga caer en cuenta de lo mucho que me falta por ver. Una vida no alcanza.

Kadaré expone en su texto una reflexión sobre la condición humana. Se ve en el autor, ya por las otras referencias que he encontrado de futuros libros que pienso leer, incluido El Palacio de los sueños, cómo presenta explicaciones sobre los mecanismos opresivos de los sistemas totalitarios, sistema que somete al individuo a una destrucción paulatina y sistemática de su relación con el mundo. Es a través de la fábula y la alegoría donde el escritor puede construir su crítica, en ese terreno que permite infinitas interpretaciones y lecturas. Escribir es el último ejercicio de la libertad ante los cimientos estatales que aplastan al ser humano. Pone en evidencia, en un lenguaje lúdico y accesible, la presentación de un aparato opresivo que lapida la conciencia humana.

En una clase de teoría política recuerdo una profesora que tuve en ese momento estableció algunas diferencias entre dictadura y totalitarismo. Mencionó que la primera busca eliminar toda clase de oposición para mantenerse en el poder, aspira una estadía prolongada aplicando cualquier medida de opresión. La dictadura en particular no busca convencer, simplemente elimina las oposiciones. Esa, decía la profesora, es la diferencia más destacada que la distingue del totalitarismo, pues este último, además de eliminar (porque también es su inevitable consecuencia), busca por todos los medios convencer lo que no puede destruir por razones diversas.

El totalitarismo no solo busca perpetuarse en el poder temporal, también busca apropiarse del ser, quiere controlar su esencia, fundirse en el alma. Quiere dominar la era entera, estar en ese momento donde ya nadie esté y solo quede él.

Aspira en su composición biopolítica una gestión total de la vida.

Él necesita apropiarse del tiempo y el espacio concebido para cada ser.

Transgrede la soledad ajena, con la excusa del bien común y colectivo, por el bien del pueblo se cometen crímenes que rayan en el paroxismo.

La estupidez se tolera como al tarado de una tribu sin remedio que comete errores irreversibles.

Dependiendo del malestar estomacal del partido unos son pueblo y otros no, unos son enemigos y otros revolucionarios. Divide. Impresiona ver cómo el sistema envilece hasta el punto de lograr que los habitantes se destruyan por su propia cuenta.

Multiplica cada particularidad por cero, la anula para beneficio de la mediocridad de una época fantástica: de un renacimiento nacional. La estupidez se convierte en una especie de ley que se escuda con intelectuales y camaradas, cínicos que aprendieron que algunos tratados sirven por igual para destruir conciencias, comunidades enteras, enfermar memorias.

Garantiza la eficacia de la muerte. El totalitarismo es tan imponente en sus intenciones que hace imposible para los pueblos que lo padecen pensar, o incluso imaginarse, una realidad distinta o diferente a la que él imponte.

La idea es que después de él no puede existir el mañana.

La dictadura es pragmática, autoritaria, no le interesa la discusión; el totalitarismo es metódico, siembra en el pueblo un cáncer. Es la enfermedad y la cura. Su sistema se asemeja el avance lento de una gangrena, destruyendo hasta el tuétano el espíritu de generaciones enteras, impone una tiranía de la costumbre. Se sostiene por medio de una propaganda pedagógica que orbita entre el culto y el miedo. Es un sistema que embrutece, inventa enemigos externos, crea y destruye, a conveniencia del partido, sus propios molinos de viento.

Kadaré ha escrito una larga obra donde expone las relaciones de los seres humanos con el poder totalitario. Su obra tiene la misma envergadura de autores del calibre de Kafka, cuya obra siniestra nos habla de una fuerza abstracta superior por encima del hombre que es condenado a una burocracia asfixiante, un poder desconocido; Orwell, en donde los personajes son sometidos a un olvido forzado, provocando vacíos de la memoria, pues un sujeto sin recuerdos fácilmente puede ser aniquilado, un ser sin memoria puede ser dominado; Huxley, la dictadura perfecta de la tecnocracia, donde los seres son producidos en tubos de ensayo, la humanidad se produce en una línea de ensamblaje sin afectos ni amor.

El palacio de Kadaré nos habla de un país que cuenta con un gran ministerio cuyo propósito es llevar un seguimiento de los sueños de sus habitantes. El palacio cuenta con divisiones y subdivisiones para cada propósito de clasificar, seleccionar e interpretar cada sueño. El Palacio tiene diversas extensiones con sucursales esparcidas por todo el imperio. Los sueños se resguardan es incontables montañas de cartapacios, objeto trivial de oficina, que me ha parecido una de las imágenes más perturbadoras y hermosas del resguardo del sueño como documento. Los trabajadores requisan cada imagen del sueño, elaboran una poética onírica al servicio de la burocracia, traducida en un informe meticuloso de posibles mensajes de interés crucial para el resguardo y perpetuidad del Estado. Lo sueños maestros son aquellos que de los miles de sueños registrados son llevados al Sultán, al supremo, por su alto nivel interpretativo, sueños que luego de ser leídos determinarán las decisiones vitales del Estado. Las matanzas y detenciones arbitrarias, la devaluación de la moneda, la persecución de enemigos potenciales… todos los crímenes se justifican porque cuentan con la base indiscutible de los sueños.

—Nuestro Palacio de los Sueños, creado por deseo expreso y directo del Sultán Soberano, tiene como misión clasificar y examinar no ya los sueños aislados de personas individuales las cuales, por una u otra razón, constituían antes una esfera privilegiada y detentaban en la práctica el monopolio de las predicciones mediante la interpretación de los signos divinos, sino el Tabir Total, dicho de otro modo, el sueño de todos los súbditos sin excepción. Se trata de una empresa colosal, ante la que todos los oráculos de Delfos o las castas de profetas y magos de antaño resultan minúsculos y ridículos. La idea concebida por el Soberano de crear el Tabir Total se apoya en el hecho de que Alá lanza su sueño premonitorio sobre la superficie del globo terráqueo con idéntico descuido con que arroja una estrella o un rayo, o acerca de pronto a nosotros un cometa extraído de quién sabe qué ignotas profundidades del cosmos. Así pues, El arroja su señal sobre la Tierra sin fijarse dónde cae, pues en las alturas donde Él se encuentra no presta la menor atención a estos detalles que para nosotros son vitales. Es tarea nuestra vigilar dónde cae ese sueño, buscarlo entre los millones y miles de millones de otros sueños, tal como se busca una perla extraviada en un desierto de arena. Porque descifrar ese sueño, caído como una chispa perdida en el cerebro de una entre los millones de personas dormidas, puede prevenir la desgracia del Estado y su Soberano, evitar la guerra o la peste, hacer que germinen ideas nuevas. Por eso este Palacio de los Sueños no es una quimera sino uno de los pilares del Estado. Aquí, mejor que mediante ninguna clase de estudio, atestado, informe de inspectores, relación policial o de los gobernadores de los bajalatos, se aprecia la verdadera situación del Imperio. Porque en el continente nocturno del sueño se encuentran tanto la luz como las tinieblas de la humanidad, su miel y su veneno, su grandeza y su miseria. Todo lo que se muestra confuso y amenazante, o lo que pueda llegar a serlo al cabo de los siglos, manifiesta su señal mediante los sueños de los hombres. No existe pasión o pensamiento maléfico, adversidad o catástrofe, rebelión o crimen, que no proyecte su sombra en los sueños antes de materializarse en el mundo. Por eso el Badijá Soberano dispone que ningún sueño, aunque haya sido visto en el más apartado confín del Estado el día más anodino o concebido por el más insignificante siervo de Alá, debe escapar a la vigilancia del Tabir Saray. En cuanto al otro mandato imperial, aún más importante si cabe, consiste en que el reflejo resultante de la reunión, ordenamiento y estudio de los sueños del día, de la semana o del mes, sea verídico y no deformado. Con ese fin, del enorme trabajo necesario para la elaboración del material, reviste importancia primordial el mantenimiento del más absoluto secreto. El hermetismo del Tabir Saray hacia el exterior. Sabemos a ciencia cierta que fuera de este Palacio existen fuerzas diversas que, por una u otra razón, están interesadas en introducir su influencia aquí, de modo que sus objetivos, ideas o concepciones aparezcan después como supuestas señales divinas depositadas por Alá en los cerebros humanos dormidos (pp. 54-55).

¿Qué tipo de poder tiene un régimen que vigila lo que sueña su gente? Si el Estado puede saber lo que soñamos puede también controlar nuestros destinos. Dominar lo más recóndito de nuestros deseos. Prevenir la fatalidad, donde la pesadilla estimula una política prospectiva de Estado. Es una alegoría fascinante, pero terrible. Cualquier imagen extraña provocada en el dormir puede ser peligrosa. Entonces el miedo se traduce en insomnio. Mark-Alem, el protagonista de la novela, piensa justo en esta idea: no es lo mismo el insomnio de un pueblo al insomnio de un solo hombre. La vigilia es un estado latente de alerta, otra forma de morir en un lugar donde no es posible soñar. Despiertos no hay otra alternativa que la pesadilla.

—Algunos piensan— prosiguió el Visir —que el mundo de las pesadillas y de los sueños, en una palabra, vuestro mundo, es el que dirige a este otro de acá. Mas yo tengo la convicción de que es este mundo el que lo dirige todo. Es él, a fin de cuentas, el que decide qué sueños, pesadillas o delirios, conviene sacar a la superficie, como un cubo saca el agua de un pozo profundo. ¿Entiendes lo que quiero decir? Es este mundo el que elige en ese abismo lo que… le interesa (p.156)

Sin descanso solo puede haber locura: pesadilla: creación contestaria. Esas son las cosas que me ha dejado la lectura del gran escritor albanés Ismaíl Kadaré. Si las personas no pueden soñar no pueden crear, y solo cuando caen dormidas, ya producto del cansancio extremo, tal estado de agotamiento abre la puerta a la creación de diversos materiales que transitan la delgada línea de la pesadilla, aquel que sueña solo puede proyectar un conjunto de paranoias enfermizas.

En mi opinión, de todos los mecanismos del Estado, el Palacio de los Sueños es el más ajeno a la voluntad de los hombres. ¿Entendéis los que quiero decir? Es el más ajeno a la razón de todos, el más ciego, el más fatal, por tanto, también el más propiamente estatal (p.93).

Hace un tiempo leí una conferencia del poeta brasilero João Cabral de Melo Neto titulada Consideraciones sobre el poeta durmiendo, en donde habla del acto del dormir como un momento crucial para el poeta y su creación. Durmiendo el poeta puede acceder a las construcciones imposibles de los sueños, palpitaciones de su alma, escamas de inquietudes, una esperanza escondida en sucesiones de imágenes confusas. Para João el dormir es una aventura que no se cuenta, que no puede ser documentada y de la cual no se puede traer, porque de este no existe percepción, esos elementos, esas visiones, que son la parte objetiva del sueño (me gustaría que fuese percibido sin otras explicaciones el sentido en que empleo aquí la palabra: objetiva). El dormir es un estado, un pozo en el que nos sumergimos, en el que estamos ausentes. Esa ausencia nos enmudece. Más adelante João dice que el dormir predispone a la poesía, permite crear al despertar. El verbo dormir es una palabra hecha por sonidos que parecen prolongarse en la oscuridad. Dormir implica acceder, por medio de los sueños, a otro nivel de percepción, al cultivo de cierta vocación sobrenatural. Los sueños son la mutación de infinitas pulsaciones esotéricas, todo eso habita en nosotros. Por alguna razón Dios o los Dioses hicieron que las bestias durmieran, necesitan un espacio creativo para invocar lo que despiertos no pueden ver. Estas ideas no sé de dónde vendrán, pero estoy seguro de que no son mías. No es una casualidad que los sueños aparte de un carácter poético también tengan un carácter predictivo, especulativo, de un sentido oculto, que una vez despiertos solo podemos interpretar apenas como fragmentos de piezas de un rompecabezas incompleto, incomprensible, que no tiene sentido armar. Es en esa impotencia de no saber descifrar los mensajes que provienen de nuestro interior la clave del macabro juego del existir. Ya que hablamos del puzzle pienso en los versos poderosos de Shel Silverstein:

Nothing has more possibilities

Than one old wet picture puzzle piece.

Así son nuestros sueños: una posibilidad abierta. Por eso dormir en tiempos caóticos es muy importante. El asunto es saber descifrar los mensajes que decanta nuestra desesperación al estar despiertos. En algún punto todos podemos ser como Mark-Alem, interpretando la realidad mientras nos brota una lágrima por nuestro ojo más lúcido, esa gota salada es el sueño que se escapa a un mejor lugar. Y de nuevo volviendo al asunto, João por otra parte nos dice: Puede decirse del dormir, que favorece la formación de una zona oscura (un tiempo oscuro), donde esa fusión se desarrolla (nuestros sentidos oficiales adormecidos), y de donde subirán más tarde esos elementos que serán los elementos del poema y que el poeta sorprenderá un día sobre su papel sin que los reconozca.

La lectura de Kadaré abre una discusión sostenida de los peligros del totalitarismo. Nunca había pensado con tanta contundencia de esos peligros que envuelven el acto de dormir, o de soñar despierto. Actualmente vivimos en un mundo donde tenemos una vigilancia de nuestros sueños por medio de nuestros deseos. Hay una tecnología específica y muy sofisticada, de la cual ignoramos su funcionamiento, a la que rendimos cuentas. Las redes sociales, tal vez. Aquí solo especulo. Ese metaverso, traducido como la nueva utopía, en la que ocupamos gran parte de nuestro tiempo, conforma el hipermercado del sueño. Y la clasificación es exhaustiva y predictiva, hasta el punto de sentir asombro por la capacidad asertiva de nuestras prótesis tecnológicas, que nos consuelan en medio de la angustia de las pantallas. Nos ofertan mejores sueños para seguir consumiendo, los clasificamos y juzgamos como mejor nos parezca hasta el hastío, como si se tratara de una patología cognitiva, el ser incapaz de salir de ese infierno artificial donde hemos querido creer que somos felices. Un algoritmo nos muestra casualmente las cosas que deseamos ver, ¿acaso no es el mismo sistema del que habla Kadaré en su libro? El archivo donde se guardan nuestros secretos ahora es una nube. Más allá de pensar en el régimen totalitario del país que vivimos (depende de cómo lo vea cada soñante), la lectura más aterradora sería la de ese conjunto de sistemas totalitarios tecnológicos abstractos e impersonales, que dilatan y mercantilizan nuestras vanidades y placeres, a cambio de nuestros bienes más preciados. Nuestros sueños están marcados en los términos y condiciones de todos los servicios gratuitos que usamos sin asco, con un grado enfermizo de esmero, nos encerramos a una sala de incomunicación. El palacio de los sueños puede ser una realidad palpable de la que todos disfrutamos ser parte, pues el insomnio general no es solo una norma amigable para asentarse humillado ante el bien común, sino la única forma de sobrevivir a esa maquinaria sin forma, triste y cruel.

La vida de un hombre queda perturbada para siempre una vez que se encuentra atrapada en los engranajes del poder, pero eso no tiene parangón con el drama de un pueblo entero prisionero de ese mecanismo (p. 99)

Detrás de las pantallas se ha formado una nueva zona oscura.

Son muchas lecturas para pensar antes de quedarnos dormidos.

Alexander JM Urrieta Solano

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