LHK (Nota al pie)

Hay un antes y un después de leer a Dostoyevski. No se pueden ver las cosas de la misma manera. En sus libros este parece susurrarnos un secreto evidente, pero por igual difícil de ver: nos cuenta el funcionamiento del mundo a través de una compleja galería de personajes y situaciones imposibles de olvidar. Al terminar LHK puedo seguir afirmando que los grandes libros están ahí para hacernos (des)creer de la vida, en la medida que enseñan a aferrarnos a ella. Contradictorio, pero ¿qué importa eso? La función de la literatura consiste en abrir ventanas. Los libros difíciles son aquellos que llevan la pesada tarea de inquietarnos, de explicarnos, a través de la mirada de otros, lo difícil que es ser una persona, la pesada carga que implica existir en un mundo donde solo estamos de paso, donde el conflicto central radica en la extraña convivencia de sentimientos antagónicos dentro de nosotros. Los personajes de Dostoyevski son fascinantes porque son reales, tranquilamente pueden ser la parodia de algún vecino, que detrás de una imagen superflua y banal esconde en su espíritu un cúmulo de conflictos inimaginables. Uno sabe, si lo piensa bien, que la banalidad es un rasgo determinante. Establece una dura medida de valor en nosotros. Del peso que hacemos en la tierra. Desde esa primicia somos propensos a justificar el mal, aplaudir el oprobio, el egoísmo y la ignorancia; del mismo modo, y casi en un acto necesario, también nos vemos cometiendo los actos más triviales para alcanzar alguna forma de redención, en donde demostramos que a pesar de todo necesitamos al otro, que la vida espiritual se cultiva, se enseña, que Dios está en los detalles, y que el bien no solo combate al mal, sino que la existencia de ambos es necesaria para soportar la incoherencia del mundo. LHK es una exposición total del debate interior de la humanidad entre ambas fuerzas. Hemos sido ruines, hipócritas y cínicos, y cuando conviene carentes de toda responsabilidad moral. Pero también hemos sido buenos, generosos, capaces de tener bondad y sacrificio, sin entender que estas posturas cambiantes son un reflejo de la concepción del ser humano como campo de batalla donde lucha el bien con el mal.